viernes, 24 de julio de 2009

DEPRESIÓN JUVENIL


Diariomedico.com
ESPAÑA
PSIQUIATRÍA INFANTIL
Jóvenes y deprimidos

La cohesión familiar, los sistemas de soporte y recursos y las creencias religiosas son factores protectores de la depresión infanto-juvenil.


R. SERRANO/C. SIMÓN - Viernes, 24 de Julio de 2009 - Actualizado a las 00:00h.

Se trata de una patología que está en aumento, cuya prevalencia en Estados Unidos oscila entre el 0,4 y el 2,5 por ciento en niños y en adolescentes supera el 8 por ciento, cifra que en España baja hasta el 5 por ciento.

María Inés López-Ibor, profesora de Psiquiatría y Psicología Médica en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, de Madrid, recuerda que los cambios sociales, el desarraigo, los niños más solos y sin capacidad de comunicación, y sin familias porque dedican demasiado tiempo a trabajar, pueden influir en la depresión.

Pero no hay que olvidar que en la depresión infantil y en adolescentes existe un claro y fuerte componente genético.

"Se trata de un trastorno multifactorial, en la que pesan tanto los factores genéticos como una especial vulnerabilidad dirigida por los aspectos ambientales", puntualiza Inmaculada Escamilla, de la Clínica Universidad de Navarra, en Madrid.

En niños, la carga genética es como cuatro veces más importante que en el adulto, por lo que las posibilidades de que un hijo de un depresivo desarrolle esta alteración son altas.

La depresión en niños cursa de forma diferente que en el adulto y el cambio de humor, la irritabilidad, el aburrimiento y la apatía son claros síntomas, "signos depresivos que no hay que confundir con depresión".

En ocasiones, un niño puede tener síntomas o signos depresivos, que pueden desaparecer en unos nueve meses, y que se acercan más a la distimia, "pero los episodios depresivos mayores sí que son graves y hay que tomar medidas adecuadas cuanto antes para que no se complique con otros cuadros", apunta Escamilla.

En ocasiones nada infrecuentes los síntomas depresivos se acompañan de otros cuadros, como ansiedad o diversos trastornos.

Por ejemplo, el trastorno por consumo de sustancias, primero suele caer en éste y luego en la depresión.

Se trata de adolescentes que empiezan a consumir sustancias, aunque no tengan un patrón claro de adicción: son los que fuman y comparten una china en el recreo. "Este consumo de sustancias tóxicas puede empezar a partir de los 12 años, pero ante la más mínima sospecha hay que hacer un cribado de tóxicos y ver los factores de riesgo asociados", corrobora Escamilla.

Por eso, como apunta López-Ibor, hay que estar alertas y, ante cambios de humor, distimia o problemas de adaptación, hay que descartar depresión, "porque puede estar infradiagnosticada".

Terapia precoz
Una vez detectada la depresión, hay que poner en marcha los mecanismos necesarios para tratarla cuanto antes.

Tanto López-Ibor como Escamilla coindicen en que la terapia farmacológica es la más adecuada y el pilar básico.

Varios estudios han demostrado la eficacia de los antidepresivos, sobre todo los inhibidores de la recaptación de la serotonina. Es necesario adaptar las dosis a los menores en función de su edad.

Hay que vigilarles bien y ajustar bien lo que toman, puesto que es importante que no estén sin tratamiento. En el cumplimiento terapéutico los padres tienen un papel esencial, puesto que son los que supervisan y controlan la medicación.

Algunos trabajos apuntan a que los niños con depresión tienen más riesgo de esta enfermedad en la edad adulta y que entre el 20 y el 40 por ciento de los adolescentes con depresión mayor presentan riesgo de desarrollar enfermedad bipolar a los cinco años.

Cuanto menor es la edad de inicio de la depresión, mayor es la probabilidad de ser bipolar.

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