viernes, 13 de noviembre de 2009

“Mi principal recomendación es que se vuelva a la dieta mediterránea de los años sesenta y setenta”


Dr. Ramon Estruch, coordinador del Estudio de Prevención con Dieta Mediterránea (PREDIMED)

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“Mi principal recomendación es que se vuelva a la dieta mediterránea de los años sesenta y setenta”
06 Noviembre 2009 · Max Ortega. Barcelona

Dr. Ramon Estruch, coordinador del Estudio de Prevención con Dieta Mediterránea (PREDIMED)




Ramon Estruch es doctor en Medicina por la Universidad de Barcelona y consultor senior del Servicio de Medicina Interna del Hospital Clínic, desde donde coordina el Estudio de Prevención con Dieta Mediterránea (PREDIMED).

–¿Cuándo comenzó a hablarse de dieta mediterránea?
–Fue en 1957 cuando un investigador de Minnesota, Ancel Keys, pasó un año sabático en Nápoles y advirtió las diferencias que había entre la alimentación de los trabajadores italianos y la de los estadounidenses. Aunque la de los italianos le parecía relativamente pobre, vio que gozaban de muy buena salud. A raíz de esas observaciones, diseñó el Estudio de los Siete Países, en el que analizó primero la prevalencia del infarto y después la tasa de mortalidad global a los 10 años, comparando países del área anglosajona como Estados Unidos, Reino Unido y Finlandia con otros mediterráneos como Italia o Grecia.

»Fue sorprendente encontrar que los habitantes de Creta, que tenían un nivel adquisitivo muy bajo y una atención médica relativamente pobre, eran los que gozaban de mejor salud. Entonces se buscó qué factores podían explicar esas diferencias. De ese modo, se llegó a la conclusión de que podía deberse a la alimentación y al ejercicio físico, y que la dieta mediterránea podía tener un efecto protector sobre la salud y, de manera especial, sobre el sistema cardiovascular.

–¿Qué debemos entender por dieta mediterránea?
–La alimentación de todos los países del Mediterráneo puede parecer diferente, pero lo cierto es que tiene una base relativamente común. En toda esta área es donde crece el olivo y, por lo tanto, el aceite de oliva es un elemento fundamental en la definición. También se caracteriza por el consumo moderado de vino acompañando a las comidas. Además, es una dieta rica en fruta, verdura, legumbres y pescado, pero baja en carne y lácteos.

–¿En qué consiste el estudio PREDIMED?
–Aunque se ha hablado mucho de dieta mediterránea, no hay ningún estudio que haya demostrado de forma concluyente que este tipo de alimentación protege frente al infarto de miocardio y la mortalidad al compararla con otros tipos de dieta. Los estudios epidemiológicos, que han sido los mayoritarios, apuntan en esa dirección, pero las pruebas que aportan son limitadas. El máximo nivel de evidencia se consigue con estudios aleatorizados, como el PREDIMED, en los que la dieta de cada sujeto ha sido determinada por azar y no porque le guste más o por otras características. De este modo se trata de eliminar variables de confusión que puedan alterar el resultado, como pueden ser la actividad física, determinadas características de los participantes o incluso una mejor asistencia médica.

–¿Cuántos pacientes participan?
–Hasta ahora, y desde 2003, se ha incluido a 7.500 sujetos con elevado riesgo vascular, es decir, personas que presentan un alto riesgo de desarrollar complicaciones cardiovasculares en los años siguientes. Los participantes son pacientes con diabetes, hipertensión arterial, dislipemia, obesidad, fumadores o con antecedentes familiares de infarto de miocardio. La edad de inclusión en el caso de los varones es de 55 a 80 años y en el de mujeres, de 60 a 80.

–¿Qué dietas siguen los participantes?
–Son distribuidos aleatoriamente en 3 grupos. A 2 de ellos se les recomienda seguir una dieta mediterránea en el sentido más tradicional del término. Es decir, se les aconseja que su alimentación se aproxime a la de Creta de los años sesenta. De éstos, además de esas recomendaciones dietéticas, a un grupo se le proporciona aceite de oliva virgen y a otro se le dan frutos secos, una mezcla de nueces, avellanas y almendras, de las que tienen que consumir unos 30 gramos al día. A un tercer grupo, considerado grupo control, se le aconseja seguir una dieta baja en todo tipo de grasa, tanto animal como vegetal, que es la que habitualmente se recomienda a pacientes con alto riesgo cardiovascular. El seguimiento es anual, y de este modo podemos observar qué individuos tienen complicaciones, cómo ha variado su presión arterial, sus niveles de colesterol, de glucemia, etc. Entre los 5 y los 6 años de seguimiento dispondremos de resultados que permitan comprobar si ha habido diferencias entre los 3 grupos en relación con la incidencia de infarto de miocardio y mortalidad.

–¿Tienen algunos resultados preliminares?
–Tendremos resultados finales en relación con las complicaciones cardiovasculares, como infarto de miocardio, ictus y mortalidad, en el año 2011. No obstante, se han hecho estudios con la población del PREDIMED que se han publicado en revistas médicas de gran impacto, valorando los efectos de la dieta mediterránea sobre factores de riesgo cardiovascular, como la presión arterial, los niveles de lípidos o la glucosa. También hemos estudiado sus efectos sobre marcadores de la inflamación relacionados con la arteriosclerosis. La verdad es que estamos muy esperanzados, puesto que todos estos resultados van en la dirección que deseamos. Hemos visto que la dieta mediterránea, comparada con una baja en todo tipo de grasa, mejora el metabolismo de la glucosa, la presión arterial, el perfil lipídico y reduce los parámetros de inflamación.

–¿Qué papel tienen los distintos alimentos de esta dieta?
–Durante años hemos estado viviendo de la investigación realizada en EE.UU., y como allí no tienen aceite de oliva, pensaban que todo tipo de grasa era nociva para la salud y, especialmente, para el sistema cardiovascular. Sin embargo, investigaciones realizadas en España, pero también en Italia y Grecia, han demostrado que el aceite de oliva, y sobre todo el virgen, tiene propiedades cardiosaludables. Por ejemplo, se ha comprobado que su consumo aumenta en gran medida el cHDL, algo que apenas se consigue con fármacos. Para incrementar esta fracción lipídica prácticamente sólo disponemos de un incremento de la actividad física, el consumo moderado de vino y el de aceite de oliva.

»Como resumen, podríamos señalar que estamos intentando posicionar la cultura alimentaria mediterránea en el mundo, ya que la investigación llevada a cabo hasta hace pocos años ha procedido del mundo anglosajón y nosotros importábamos todo lo que nos decían. Pero lo que nos decían respecto a hábitos alimentarios y consumo de alimentos no es del todo cierto… Los españoles y, por extensión, los mediterráneos, podemos aportar nuevos conceptos e ideas a la sociedad. Entre ellas, las bondades del aceite de oliva, del vino y de los alimentos que componen esta dieta.

–Con el pescado ocurrió algo parecido...
–Lo que tenemos claro actualmente es que el pescado es muy bueno para la salud, especialmente el azul. Numerosos estudios demuestran que su consumo elevado tiene un efecto beneficioso tanto en la prevención primaria como secundaria de la enfermedad cardiovascular. Asimismo, en estos últimos tiempos se ha señalado que su riqueza en ácidos grasos omega-3 explicaría los efectos beneficiosos sobre los trastornos del ritmo cardíaco (arritmias). De todos modos, creo que la clave no es hablar de un alimento concreto, sino de un patrón alimentario que incluya ese alimento. En ese sentido, una dieta como la mediterránea, que es rica en pescado, es la que debemos tener en cuenta a la hora de hablar de beneficios para la salud.

–¿Qué se sabe acerca del papel de otros alimentos como la fruta, la verdura, las legumbres y los frutos secos?
–En conjunto, podemos señalar algo parecido. Hay investigaciones sobre la dieta DASH, muy rica en fruta, verdura y pescado, así como baja en carne, pero sin aceite de oliva ni consumo moderado de vino, en las que se muestra que previene la HTA y reduce las cifras tensionales. Esos estudios han permitido sugerir que la fruta y la verdura poseen propiedades cardiosaludables, pero se requieren más trabajos sobre los efectos de estos alimentos sobre el perfil lipídico, la diabetes y la obesidad. Asimismo, se está comprobando que las legumbres también tienen esos mismos efectos, pero también en este caso se necesitan más estudios. Sobre los frutos secos hay más trabajos. Por ejemplo, en California se ha estudiado a los Adventistas del Séptimo Día, grupo prácticamente vegetariano y que consume muchas nueces, y se ha visto que el consumo habitual de estos frutos secos protege el sistema cardiovascular. Otras investigaciones también apuntan que las almendras y las avellanas pueden ejercer los mismos efectos. No obstante, son necesarios estudios aleatorizados de gran envergadura que demuestren ampliamente que estos alimentos protegen frente al infarto de miocardio y reducen la mortalidad, ya que los realizados son estudios de población que tienen sesgos muy difíciles de controlar.

–¿Qué pueden aportar el vino y la cerveza?
–Nuestro grupo de investigación comenzó a estudiar en primer lugar los efectos tóxicos del alcohol y después pasamos a profundizar en los efectos beneficiosos de su consumo moderado, concretamente del vino y la cerveza. Son estudios con conclusiones relevantes, llevados a cabo con grupos de población de 40-50 personas, en los que hemos podido observar que el consumo moderado de vino, en comparación con el de otra bebida –en ese caso fue la ginebra–, aporta mayores beneficios para la salud. El beneficio se debe a que el vino contiene alcohol y una serie de productos no alcohólicos, básicamente polifenoles, por lo que reúne las ventajas del consumo moderado de alcohol y de esas sustancias cardioprotectoras. La cerveza también contiene alcohol y polifenoles, aunque en menor cantidad que el vino tinto, por lo que también ejerce un papel cardioprotector. No obstante, si, además, incluimos el consumo moderado de vino o cerveza en la dieta mediterránea, los beneficios son aún mayores.

–Su grupo también ha estudiado el efecto antiinflamatorio de la dieta mediterránea...
–En el caso de la arteriosclerosis, por ejemplo, antes se pensaba que se debía básicamente a una alteración del metabolismo de los lípidos, especialmente del cLDL. Ahora sabemos que se trata de una enfermedad inflamatoria de bajo grado de los vasos sanguíneos. Hemos publicado varios trabajos en los que se observa que la dieta mediterránea y el consumo moderado de vino tienen un efecto tanto sobre el metabolismo lipídico como antiinflamatorio, al reducir los marcadores relacionados con la inflamación de las arterias.

–En torno a los alimentos y su relación con la salud circulan muchos mitos. ¿Qué creencias habría que eliminar?
–Sigue existiendo entre la población la idea de que la grasa, en general, es mala para la salud y por ello a las personas obesas se les recomienda reducir el consumo de todo tipo de grasas. Sin embargo, la vegetal es muy diferente de la animal. En un estudio piloto realizado en el marco del PREDIMED pudimos observar que los participantes adscritos a los grupos de dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva y frutos secos presentaban una reducción de la glucemia e insulina, un mejor perfil lipídico y una menor concentración de biomarcadores inflamatorios relacionados con la arteriosclerosis.

»Existen también otros estudios que han observado un efecto positivo de la dieta mediterránea (rica en aceites vegetales) sobre el metabolismo de la glucosa y la prevención de la diabetes. Por otra parte, resultan realmente sorprendentes los efectos “beneficiosos” obtenidos con la dieta Atkins, que es rica en grasa y muy baja en hidratos de carbono. Paradójicamente, las personas obesas sometidas a esta dieta adelgazan y, además, mejoran su perfil lipídico. En otras palabras, no todas las grasas son malas.

–¿Qué mensaje enviaría a la población?
–Mi principal recomendación es que se vuelva a la dieta de nuestros padres y abuelos, es decir, a la dieta mediterránea tradicional de los años sesenta y setenta. No obstante, entendemos que es algo muy difícil. El tiempo disponible para cocinar es un importante obstáculo y cada vez con más frecuencia optamos por platos preparados u otros tipos de comida comercializada. Deberíamos volver a aprender a cocinar y a comer, y en este caso los mejores profesores tal vez sean nuestros abuelos y abuelas.

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