miércoles, 16 de marzo de 2011

EMERGENCIA NUCLEAR - IntraMed - Noticias médicas - Los riesgos de la radiación para la salud

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16 MAR 11 | Emergencia nuclear
Los riesgos de la radiación para la salud
Las prevenciones impedirán otro Chernobil, con 4.000 víctimas en 20 años. Europa se prepara por si hiciesen falta habitaciones de aislamiento.

El Mundo / La Nación



Pendientes de una vasija
María Valerio | Madrid

El peor escenario posible al que podría enfrentarse Japón en las próximas horas tiene forma de vasija. Si como apuntan las previsiones, las últimas barreras de contención que aún mantienen la radiactividad en el interior de los reactores se rompiese, la situación empeoraría, aunque nunca alcanzaría las dimensiones catastróficas de Chernobil, como vienen repitiendo los especialistas.

Como recuerda la Organización Mundial de la Salud , la mortalidad directa atribuida a la radiactividad en la central ucraniana fue de apenas 50 personas (en su mayoría los primeros trabajadores en entrar al reactor tras la explosión); aunque cifra en unas 4.000 las víctimas mortales indirectas en los 20 años posteriores, en su mayoría víctimas de cáncer (de tiroides y leucemias fundamentalmente).

Aunque este mismo organismo ha felicitado a Japón por las medidas de precaución tomadas en las horas posteriores al tsinami y que seguramente minimizarán los efectos para la salud de la catástrofe de Fukushima.

La evacuación de la zona, la administración de pastillas de yodo, las recomendaciones para que no se consuma agua del grifo, leche y otros alimentos de la zona que pueden estar contaminados han frenado los primeros riesgos del escape; algo de lo que la población de Chernobil no pudo beneficiarse.

Como recuerda hoy el diario 'The New York Times', si a pesar de todo ello alguien diese positivo en las mediciones que continuamente están realizando los especialistas, el primer paso sería hacerle un análisis de sangre para valorar los daños que pueda estar sufriendo su médula ósea.

En caso de que se detecte un recuento de glóbulos blancos muy inferior a lo normal, los hematólogos disponen de algunos tratamientos para tratar de estimular su producción (fármacos que no estaban disponibles en 1986 cuando se produjo la explosión de Chernobil). Para casos más graves, también están previstas acciones de aislamiento y la administración de antibióticos (para evitar cualquier infección oportunista en pacientes con una médula debilitada).

Europa preparada

Como medida de precaución, asociaciones médicas y sanitarias europeas han puesto en marcha el protocolo establecido por si fuera necesario ofrecer habitaciones de aislamiento a eventuales víctimas de la radiación en Japón. Por el momento, y según toda la información que llega desde el país Nipón, nadie ha recibido una dosis que requiera tal clase de aislamiento, por lo que estos servicios no serían necesarios.

Sin embargo, y por si la situación empeorara dramáticamente en las próximas horas, ya se ha empezado a valorar la disponibilidad de estos servicios hospitalarios en los centros de toda europa; tal y como confirma a ELMUNDO.es el doctor Enric Carreras, presidente de la Red Española de Donantes de Médula Ósea (REDMO).

Esta clase de protocolos, que se ponen en marcha en casos de emergencia grave, fueron ampliados tras los atentados terroristas del 11 de septiembre. Pero en el caso de Japón, el protocolo sólo ha llegado a su primer nivel, que consiste en pedir información a los centros hospitalarios sobre las habitaciones de las que podrían disponer llegado el momento, informa Ángel Díaz.

Consecuencias para la salud




¿Hay riesgo de epidemias en Japón?
De momento, no hay datos preocupantes sobre la existencia de enfermedades. La coordinación y preparación ciudadana está resultando clave.

Cristina G. Lucio | Madrid

Ocurrió en Indonesia, y también en Haití. Tras la catástrofe natural -que llegó en forma de tsunami al sureste asiático y convertida en terremoto al país caribeño-, las epidemias se cebaron con los supervivientes que habían perdido todo menos la salud. Aún hoy, más de un año después del desastre, en Puerto Príncipe se siguen contando por decenas los nuevos casos de cólera, una enfermedad que ya se ha cobrado la vida de centenares de isleños.

¿Podría ocurrir lo mismo en Japón? Los especialistas consultados por ELMUNDO.es coinciden en señalar que la situación económica, social y de calidad de infraestructuras de la nación nipona no es comparable a la de las zonas citadas, si bien recuerdan que "en ningún caso debe bajarse la guardia".

"Cuando un desastre natural implica un desplazamiento masivo de población, que muchas veces conduce a situaciones de hacinamiento en asentamientos temporales y a una interrupción del abastecimiento de agua y de las condiciones de salubridad, existe un riesgo incrementado de transmisión de enfermedades infecciosas y, por tanto, de epidemias", comenta Jorge M. Núñez, especialista de la Unidad de Medicina Preventiva de la Clínica Universidad de Navarra.

Según este experto, en estos casos pueden aparecer enfermedades diarreicas transmitidas principalmente por agua contaminada con heces, aunque también "se recomienda prestar especial vigilancia a un posible incremento de casos de tétanos, infecciones agudas respiratorias, sarampión, meningitis y enfermedades transmitidas por vectores como mamíferos, aves o artrópodos".

Pese al riesgo, hasta el momento "no hay ningún dato preocupante que indique la existencia de epidemias de este tipo en Japón", como apunta Íñigo Vila, responsable de la Unidad de Emergencias de Cruz Roja España.

"Se están guardando medidas preventivas claves, como la evacuación adecuada de las personas de zonas inundadas y el mantenimiento de las condiciones higiénicas, lo que disminuye el riesgo", aclara.

Funcionamiento de la red sanitaria

Además, según sus palabras, "aunque con dificultad" la red de atención sanitaria está funcionando. "Se ha reforzado con personal de otras zonas, se han derivado enfermos a hospitales de otras regiones del país y se han instalado clínicas móviles sobre el terreno", continúa.

Hasta la fecha, y precisamente por la organización de las autoridades, no ha sido necesario que personal internacional especializado se desplace a la zona para colaborar en las tareas de atención sanitaria.

"En este sentido, están siendo un ejemplo de actuación en casos de catástrofe", señala Vila, quien subraya que Cruz Roja en Japón cuenta nada menos que con dos millones de voluntarios que ya han sido movilizados.

"Tal vez resulte chocante la tranquilidad con la que están manejando la crisis, pero, al ser un país en constante riesgo, Japón está muy preparado para actuar en caso de catástrofe", comenta el especialista en emergencias.

"Existen planes de evacuación en todas los lugares y, desde pequeños, los niños saben cómo actuar ante un terremoto". Además, concluye, "en todas las empresas, los empleados tienen disponible un pequeño kit de supervivencia con agua potable, mascarillas, y material sanitario que es clave para evitar la propagación de enfermedades".

En un artículo publicado en 2005 en la revista 'New England Journal of Medicine', especialistas del Hospital General de Takuapa (en Phangnga, Tailandia) que trataron a más de 3.000 afectados por el tsunami advierten a sus colegas médicos de la necesidad de mantener la coordinación hospitalaría semanas después de una tragedia de estas características.

Aparte de los casos más graves, también necesitan atención médica un gran número de personas por traumatismos, fracturas, problemas por aspiración y heridas lacerantes que pueden complicarse con infecciones importantes, por lo que el "establecimiento de un plan para desastres" resulta clave.

El Mundo, España




A merced del viento
Silvia Pisani / Enviada especial


KITA-IBARAKI, Japón.- Ya ni el gobierno mantiene la apariencia de calma. La evidencia es que, herido por el tsunami, estragado por la destrucción y amenazado por la emanación radiactiva , el destino inmediato de este país, potencia tecnológica, depende ahora, en buena medida, del viento.

Si la suerte ayuda, las partículas atómicas que liberó la catástrofe nuclear de la cercana Fukushima I se dispersarán hacia el Este, sobre el océano. Si ocurre lo contrario y sopla hacia el Sur, la carga ponzoñosa invadirá sus grandes ciudades, incluida Tokio, donde ya se detectaron niveles anormales de radiactividad.

Con la caída de la noche llegó la noticia de que, por primera vez, los escasos cincuenta técnicos que persistían en la central de la desgracia tropezaban en su intento de enfriar sus reactores. El agua de mar, a la que apelaron a la desesperada, se recalentaba.

A quienes viven en los alrededores de la planta y de sus atemorizantes fugas radiactivas ya ni el viento los salvaba del veneno.

"Cuanto más lejos estén de allí, más seguros estarán", admitió, con rostro sudoroso por los nervios, el vocero del gobierno, Yukio Edano, que dio la orden de evacuar de inmediato.

Lo hizo con la más inquietante de las instrucciones. A quienes residen en un radio de hasta 20 kilómetros les dijo que se fueran de sus casas, porque la situación allí era "alarmante" y potencialmente dañina para la salud. Fue la primera vez que el gobierno lo admitió.

En cambio, a quienes se encontraban en la franja de entre 20 y 30 kilómetros de la central les ordenó exactamente lo contrario. Esto es: que se encerraran en sus casas, que no salieran, que no hicieran compras ni fueran a trabajar, porque "ésa es la mejor manera" de evitar la contaminación que está en el aire, según dijo el primer ministro, Naoto Kan.

"¿Dónde queda exactamente el límite entre quedarse o salir disparando? ¿Cómo quedarse en casa cuando, arriba, el cielo está envenenado?", se preguntan miles de japoneses.

La respuesta incluye la sospecha de que el desastre es tan grande que no hay modo de montar un operativo más rápido. "Ni siquiera se asomen para colgar la ropa, déjenla que se seque dentro de sus casas", decía, por ejemplo, la televisión local. "Cierren las ventanas, cierren las puertas, no las abran ni para hacer las compras", fueron las instrucciones.

La angustia encontraba eco en los alrededores de esta ciudad costera, 90 kilómetros al este de Tokio, donde el paisaje que dejó el tsunami se repetía con desgraciada perseverancia entre las montañas de escombros. "Fue una ola de agua negra", dijo Mariko Radoi una maestra que nos acompañó durante parte del recorrido. Su escuela es ahora un refugio para los que se quedaron sin casa (Ver aparte).

Pero con la contaminación nuclear en el aire era del viento de lo que se hablaba. La televisión seguía sus humores sin perderle pisada. "Acaba de cambiar de dirección. Ahora sopla con dirección al Este, al océano", dijo, con inocultable alivio, el presentador del informativo.

Eran las 19 (hora local), con la primera nota de sosiego en otro día abrumador. Hasta entonces, el viento soplaba hacia el Sur, desparramando la radiación sobre la mitad de la isla de Honshu, la mayor del archipiélago que forma Japón y en la que se encuentra Tokio.

Nunca fue tan real aquello del "respiro de alivio" en el aire. La gota de esperanza en un día cargado de tragedia, que empezó con nuevas explosiones y un incendio en la central de Fukushima, seguido del reconocimiento oficial de que el riesgo nuclear se desparramaba con la velocidad de las malas noticias.

"¿Piensa volver a Tokio?", me preguntó Mariko, sin alarmismos. Estaba agradecida no sólo por estar viva sino porque había tomado yodo, la medicación para paliar el potencial cancerígeno de la contaminación radiactiva. Aún inmersa en la desolación que castiga, se consideraba muy afortunada por eso.

"El gobierno repartió pastillas", comentó. Hace días que buena parte de la población viene clamando por cápsulas de yodo. La Organización Mundial de la Salud asegura que Tokio aún no ha solicitado su ayuda, pero que sus expertos están alertados.

Los héroes

Otra mujer habló del medio centenar de operarios que quedaban aún en la planta atómica en emergencia, luego de que los otros 800 fueran evacuados, tratando de evitar lo peor (ver Pág. 2). "Son unos verdaderos héroes" dijo, y confesó que le gustaría saber los nombres de quienes luchaban a brazo a partido a 200 kilómetros de donde nos encontrábamos. Eso, en esta circunstancia, queda al lado.

Lo que esos hombres hacían era trabajar para que la temperatura de los reactores bajara de algún modo y no pusiera en riesgo las vasijas de acero que los encierran. Todo el país rogaba para que resistan, pero anoche había indicios de que el agua que se usa para enfriarlos ya no respondía y, por el contrario, se calentaba.

Eso cambiaría radicalmente las cosas. Hasta ahora, y aunque fuera con el recurso desesperado de apelar al agua del mar, los técnicos parecían estar logrando enfriar los reactores. Anoche, eso empezaba a fallar, con el miedo inquietante de un colapso mayor.

Las horas pasaban entre sobresaltos. Poco antes, al mediodía, un colega había llamado desde Tokio para avisar que, otra vez, había réplica en la capital. Fue a las 13.40 (hora local). En otro momento, en una ciudad acostumbrada a los temblores, semejante aviso no hubiese existido; esta vez, sin embargo, sí.

La razón es que cada vez que el suelo tiembla hay miedo de que sea por el temido nuevo terremoto del que vienen hablando los pronósticos para esta semana y que podría llegar a los siete puntos en la escala de Richter. Anoche, el presagio parecía cumplido: la capital se sacudió otra vez, con un sismo de 6,2 puntos. Sólo cabía esperar que fuera el último de esta pesadilla.

Los países de la región empezaban a asustarse. China canceló vuelos a Japón y anunció que evacuará a parte de sus ciudadanos. Son los que viven en la zonas más afectadas por el terremoto y más cercanas a la central nuclear de Fukushima. Otros países, como Suecia y Noruega, se sumaron al listado de los que aconsejan no venir a Japón (ver aparte).

Los nervios empezaban a dañar a todos. El gobierno sumó confusión al reconocer la fuga radiactiva. La agencia oficial afirmó primero que los niveles de radio eran "10.000 veces superiores" a lo legalmente permitido. Hubo rostros desencajados por el pánico. Pasó más de una hora, de verdadero miedo, antes de que se aclarara que el nivel era "diez veces" más alto.

La cuestión sigue siendo una pesadilla. Pero una de la que no se puede despertar.

La Nación




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