miércoles, 28 de agosto de 2013

Carta a un niño que nunca nació >> Mujeres >> Blogs EL PAÍS

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Mujeres

¿Qué cambios están impulsando las mujeres en un mundo en transformación? Este es un espacio para compartir noticias y puntos de vista sobre una revolución silenciosa.

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Este espacio nace para contar los cambios que está aportando la mujer a un mundo en transformación, para detectar desigualdades y para albergar debates bajo esta premisa clave: una sociedad desarrollada y libre no puede funcionar si no permite idénticas oportunidades a la mitad de la población.
Hombres y mujeres sois bienvenidos.

Carta a un niño que nunca nació

Por: | 28 de agosto de 2013
Embrion-2-meses"Soy una mujer que trabaja, y tengo muchos otros compromisos y curiosidades; ya te dije que no te necesito. Pero, de todos modos, llevaré adelante tu gestación, te guste o no." Ésta es una de las primeras cosas que Oriana Fallaci, a través de la primera persona de Carta a un niño que nunca nació, le dice al bebé que está esperando. En efecto, la narradora es una mujer trabajadora, independiente y moderna que, sin buscarlo, se ha quedado embarazada. Hoy en día estas características no le sorprenden a nadie y un personaje de novela con estas directrices no es, ni mucho menos, innovador, pero cuando Fallaci escribió este libro (1975) no era tan frecuente que una mujer sola (por decisión propia) llevara adelante un embarazo. Aunque todavía no se lo han confirmado los médicos, ella sabe que está embarazada, se siente embarazada, y empieza un diálogo con ese niño, un diálogo consigo misma.
"Muchas mujeres se preguntan: ¿por qué traer un hijo al mundo? ¿Para que tenga hambre, para que pase frío, para que sufra traiciones y ofensas, para que muera avasallado por la guerra o por una enfermedad? Y niegan la esperanza de que su hambre sea aplacada, de que su frío se desvanezca por el calor, de que no carezca de fidelidad y respecto, de que viva largos años para tratar de borrar las enfermedades y la guerra. Quizá esas mujeres tengan razón. Pero ¿hay que preferir la nada al sufrimiento?" Aunque está decidida a ser madre, no deja de hacerse preguntas, de tener dudas, de alegrarse y entristecerse por igual. Sobre todo cuando el diálogo ya no es sólo con su bebé, que apenas es nada, sino cuando da la noticia a una amiga, al padre, a los abuelos, al jefe. "Soy una mujer que ha elegido vivir sola. Tu padre no vive conmigo. Y no lo lamento, aunque, de vez en cuando, mi mirada busca la puerta por la cual salió con su paso firme, sin que yo lo detuviera, como si ya no tuviéramos nada que decirnos." Aunque en 2013 todavía falta mucho para que la mujer soltera goce de normalidad en su decisión de ser madre, en 1975 era todavía más difícil que la sociedad la comprendiera y apoyara. Así, el jefe ve peligrar la carrera prometedora. El padre no quiere hacerse responsable de un hijo que no ha elegido tener. La amiga cree que vive al margen de la realidad y no sabe cómo complica la vida un hijo. El médico la mira con recelo. E723b_feto"La maternidad no es un oficio y tampoco un deber, sino un simple derecho entre tantos otros. Te cansarás de gritarlo. Y, a menudo, casi siempre, perderás." La carta a ese niño, con un discurso distinto según su sexo, varía: hay días que se considera una mujer egoísta que no tiene por qué soportar esa carga, otros está ilusionada y feliz de poder compartir su vida con alguien, con quien el amor no es un peligro, como así ocurre con las personas adultas. Hay contradicción y de esa contradicción nace un monólogo sensible y crítico: consigo, con su situación, con el aborto, con la sociedad, con la mujer que trabaja, con el hombre, con la libertad, con la injusticia. Oriana Fallaci, reconocida feminista, no abandona la desconfianza que le produce el sistema para hablarle a un feto, porque el niño merece conocer la verdad. Discute con él, se disculpa, le dice que está harta, le da las gracias. Está en constante dilema, sobre todo cuando el embarazo se complica: necesita reposo absoluto, pone en peligro un viaje de trabajo, se aburre y, además, no tiene quien le prepare la comida y la cena porque ha decidido seguir sola adelante.
"Yo podría deshacerme de ti, y tú nunca lo sabrías. No tendrías la posibilidad de llegar a la conclusión de si te he hecho un daño o un regalo." El relato está abierto a todas las miradas, porque Oriana Fallaci no se limita a dar su opinión acerca de lo que está contando, sino que hace partícipes a los distintos modelos, a todas las perspectivas, desde la más conservadora a la más liberal. Finalmente, pierde al niño, se le muere dentro: el feto no crecía, su vientre estaba plano, hizo el viaje en coche por carreteras en mal estado, con baches; sangra. No queda claro si la madre es una irresponsable que no se hace cargo de su estado porque prefiere hacerse cargo de su vida, o si el embarazo habría acabado de todos modos igual, con la muerte. La tragedia se analiza desde diferentes puntos de vista: un médico que la criminaliza, una médico que la defiende, la amiga que se siente menospreciada por el hombre, el padre que tras la cobardía deseaba aquel hijo. La carta al niño que nunca nació está compuesta de pedazos, incluso el bebé tiene voz, y Oriana Fallaci queda expuesta como mujer, como mujer independiente, como mujer que pierde a un hijo, como mujer con aspiraciones. Una mujer en contradicción, es decir: real.

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