lunes, 18 de noviembre de 2013

El científico paciente | Sociedad | EL PAÍS

El científico paciente | Sociedad | EL PAÍS

El científico paciente

Izpisúa, director de los equipos que han creado los minirriñones, padece una enfermedad renal

Juan Carlos Izpisúa. / E. COBO (EFE)

Lo fácil sería titular esta pieza “Un científico se salva a sí mismo”. Para un periodista, créanme, la tentación es muy fuerte, y hay unos cuantos elementos que parecerían justificarlo: el jefe de la investigación para construir riñones humanos a partir de células madre, Juan Carlos Izpisúa, está enfermo del riñón. De ambos riñones. Sabe que esta dolencia, una enfermedad autoinmune que hace que sus anticuerpos se empecinen en destruir a sus propias células, le puede costar la vida, y que la medicina actual no sabe evitarlo. Es uno de los científicos más avanzados del planeta en el campo emergente de las células madre y la medicina regenerativa. Y hasta admite que su enfermedad fue, al menos en parte, lo que le empujó a desarrollar esta línea de investigación hace unos años. Un científico se salva a sí mismo, ¿no es cierto?
Y no, no es cierto. Porque ese titular corto, redondo y brutal deja escapar todos los matices interesantes, y por tanto no capta las verdaderas motivaciones que han guiado a Izpisúa el investigador, ni tampoco a Izpisúa el paciente. “Para estudiar directamente mi enfermedad”, dice a este diario desde La Jolla, California, “tendríamos que habernos enfocado en el sistema inmune, que es el responsable de destruir mi tejido renal”. En ese sentido, la investigación de Izpisúa no se explica por su dolencia.
Pero hay otro sentido, quizá más profundo, en el que la enfermedad ha sido disparador crucial. “Compartir las consecuencias de la enfermedad con otros pacientes”, prosigue el científico, “me hizo abrir los ojos y darme cuenta de que los problemas de riñón afectan a muchísima gente; pensemos, por ejemplo, que los pacientes con diabetes pueden al final desarrollar problemas renales; y reparar también en que no disponemos de ningún tipo de estrategia curativa; ver una sala de diálisis y compartir la penuria de todos los afectados a la espera de donante compatible te toca una fibra sensible”.
“¿Y entonces por qué no tratar de ayudar?”, se preguntó el científico, más que el paciente. “La gran mayoría de pacientes se pasan una buena parte de su enfermedad esperando un trasplante que, en muchísimos casos, nunca llega debido a la falta de donantes; y cuando hace años empezamos a trabajar con células madre este era precisamente el objetivo general, el de ser capaces de derivar órganos y tejidos que suplieran esta demanda no solo para el tratamiento de enfermedades renales, sino también cardiovasculares, neurodegenerativas, traumas y muchas más. En las últimas décadas el riñón ha sido uno de los órganos en los que menos investigación en medicina regenerativa se ha hecho, y me pareció adecuado entonces intentar llenar este hueco en el campo”.
¿Espera Izpisúa salvarse gracias a sus propias investigaciones? “Sería iluso e irracional pensar así”, responde el científico. “Estas enfermedades son muy complejas y hay que abordarlas desde muchos ángulos, con médicos, investigadores clínicos y básicos… Lo que a mí me movió en realidad, desde más dentro, fue pensar que mi granito de arena puede ayudar a alguien algún día, es mucho más importante que mi propia situación”.
¿Son distintas las esperanzas que uno tiene como científico de las que tiene como paciente? “Como paciente te preocupas sobre todo por no saber; el desconocimiento genera ansiedad, miedo; como científico es todo lo contrario: las ganas de saber, de explicar nuestro entorno, de conocer el porqué de las cosas es lo que me anima y me da confianza; el ser humano tiene la capacidad de cambiar su propio destino con independencia de sus miedos; si logras encontrar el equilibrio apropiado entre miedo y autoconfianza, entre ansiedad y pasión, has dado un gran paso para convertir tus esperanzas en realidad”.
Ahora juzgue el lector: ¿Habría servido el titular “Un científico se salva a sí mismo”? Ya se ve que no, pero la historia es en el fondo más interesante y sutil, más pegada al suelo o a la vida. Y con un final más abierto.


Creados minirriñones humanos a partir de células madre

La medicina regenerativa logra otro éxito tras las yemas de hígado y de cerebro


Minirriñones creados en laboratorio. / CMRB

La investigación en medicina regenerativa está derribando barreras a buen ritmo 15 años después del descubrimiento de las células madre embrionarias humanas. Tras la generación de versiones en miniatura del hígado y el cerebro, le llega ahora el turno a los minirriñones humanos. No se trata ya de derivar tal o cual línea celular especializada a partir de células madre, sino de auténticos órganos en 3D, aunque en versión reducida o primordial, similar a la primera aparición de esas estructuras durante el desarrollo humano. Todavía es pronto para pensar en trasplantes, pero los nuevos minirriñones no solo abren esa posibilidad a medio plazo, sino que tienen fundamentales aplicaciones inmediatas en la búsqueda de tratamientos contra la enfermedad renal.
Juan Carlos Izpisúa y sus dos equipos del Instituto Salk de California y el Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, en colaboración con el centro de bioingeniería CIBER-BBN y el Hospital Clínic de la misma ciudad, han logrado crear minirriñones humanos a partir de los dos principales tipos de células madre utilizados en investigación biomédica, las embrionarias y las iPS (o de pluripotencia inducida), que se obtienen retrasando el reloj de simples células de la piel. Publican sus resultados en Nature Cell Biology.
El objetivo final de la medicina regenerativa es obtener tejidos y órganos para trasplantes, y esta meca científica, con estar aún plagada de obstáculos formidables, sobrevuela la imaginación de cualquier investigador del campo. Izpisúa reconoce abiertamente que el trabajo de su equipo “genera esperanzas de que un día podamos usar nuestras propias células para regenerar nuestros órganos enfermos, solucionando con ello la escasez de órganos para trasplantes”.
El avance hace posible reproducir dolencias renales en un laboratorio
Pero ese objetivo ni es el único ni será el primero en ver la luz de la práctica biomédica. Si las células de la piel se obtienen de un paciente de cualquier enfermedad renal, su conversión en células madre iPS y posterior diferenciación producirá un minirriñón humano sobre el que se podrá investigar con todo el poder analítico de la biología molecular y celular contemporánea: sobre ese órgano de síntesis se podrá hacer todo lo que no se puede hacer con un paciente completo, por dolorosamente obvias razones éticas.
Pronto se derivará de ello un conocimiento profundo de las causas biológicas de las enfermedades renales. Y los científicos de La Jolla y Barcelona han probado la validez del principio al derivar minirriñones (el término técnico es primordios renales) de un paciente de enfermedad renal poliquística (PKD, por polycystic kidney disease), un daño genético progresivo de los riñones. Ese material se puede utilizar ya mismo para diseccionar las causas de esa dolencia incurable.
“Uno de los aspectos clínicos importantes del trabajo”, dice uno de los autores, el nefrólogo del Hospital Clínic Josep Maria Campistol, “es que hace posible reproducir en el laboratorio enfermedades renales humanas y valorar distintas estrategias terapéuticas en modelos in vitro”. Campistol dirige el Instituto de Nefrología y Urología de ese hospital barcelonés.
Los científicos esperan también que los miniórganos generados a partir de células madre iPS de pacientes sirvan para probar baterías de pequeñas moléculas —candidatos a fármacos— que puedan paliar la enfermedad en cuestión, por ejemplo destruyendo las células incorrectas, o estimulando las deseables, o corrigiendo alguna reacción bioquímica desencaminada. La utilización de miniórganos, esperan algunos investigadores, puede mejorar y acortar los procedimientos que debe superar un nuevo fármaco para llegar al ensayo clínico. Esto no es un argumento solo para el riñón, sino también para los otros miniórganos que ya se han creado o pronto lo serán.
Pero el riñón era un objetivo predilecto de los investigadores, y en particular de Izpisúa. Las enfermedades de este órgano son muchas y muy extendidas, y a menudo tienen un mal pronóstico. El riñón apenas tiene capacidad para repararse o regenerarse a sí mismo, y muchos pacientes acaban en la cola de los trasplantes, en el caso de que puedan ingresar en ella. Los investigadores esperan que las células madre puedan ayudar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario