I
Estudio Carmela / Evaluación de los factores de riesgo cardíacos en América latina
Diabetes: elevada y en aumento
En los centros urbanos del país, la prevalencia de la enfermedad es un 50% mayor que el promedio global
Noticias de Ciencia/Salud: Jueves 29 de abril de 2010 | Publicado en edición impresa
Sebastián A. Ríos
LA NACION
Una de las peores profecías en salud pública parece estar cumpliéndose con creces en la Argentina. Al igual que en el resto de la región, la diabetes está en aumento, y su prevalencia en los centros urbanos del país ya supera en más de un 50% el promedio mundial: 6,2% en comparación con un 4%, según reveló el estudio Carmela.
Si todo sigue como hasta ahora, se cumplirán las previsiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que prevén un aumento de la diabetes del 75% para 2030, señaló el doctor Herman Schargrodsky, director del estudio, que evaluó la prevalencia de factores de riesgo cardiovascular en ciudades de América latina.
"De ser así, para 2030 podemos esperar un 11% de diabetes en la población urbana argentina, lo que dará lugar a un incremento de las enfermedades cardiovasculares, y en especial de la enfermedad coronaria", agregó Schargrodsky, del Servicio de Cardiología del Hospital Italiano.
Las personas con diabetes, enfermedad que se caracteriza por niveles anormalmente altos de azúcar en la sangre, tienen el mismo riesgo cardíaco que una persona que ya ha sufrido un infarto, advirtió el cardiólogo. Las altas tasas de diabetes observadas por el estudio Carmela a edades tan tempranas como los 35 años, el 5,9% de los porteños de entre 35 y 44 años tiene diabetes, están mostrando ya sus efectos en el consultorio.
Video: diabetes: por qué es mejor evitar el estrés
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"Antes era raro ver un infarto en un paciente joven, y hoy ya no es algo raro: vemos muchos pacientes, sobre todo hombres de 30 y 40 años, que llegan con un infarto o un síndrome coronario agudo, y muchos de ellos son obesos y tienen diabetes", comentó el doctor Carlos Boissonnet, cardiólogo del Cemic y coordinador en la Argentina del estudio Carmela.
El estudio muestra una cara predominantemente masculina de la diabetes, donde la enfermedad los afecta en una proporción mucho mayor que a las mujeres (ver ilustración), al menos hasta los 55 años de edad, cuando las tasas se equiparan. Esta tendencia es contraria a la que se observa en países desarrollados, donde son las mujeres las que se ven más afectadas por la diabetes.
El peso de la obesidad
Los resultados del estudio Carmela, en el que se evaluaron los factores de riesgo cardiovascular de 11.550 personas de entre 25 y 64 años de ocho ciudades, fueron recientemente publicados por la revista especializada Diabetic Medicine.
¿Cómo se ubica la Argentina en el contexto de la región? "Dejando a un lado a México, que es uno de los cincos países del mundo con mayores tasas de diabetes, la Argentina se encuentra en el rango medio", respondió Boissonnet.
Un rango medio en un contexto de tasas de diabetes preocupantes. "La región tiene prevalencias de diabetes que son demasiado altas", alertó.
"Se ha estimado que entre los años 2000 y 2030 la diabetes podría aumentar hasta un 70% en América latina", señaló Schargrodsky, presidente de la Fundación Interamericana del Corazón, institución que entre 2003 y 2005 llevó adelante el estudio Carmela. De ser así, agregó, "pasaríamos de más de un 6% de diabetes a alrededor de un 11 por ciento".
¿Cuáles son las causas tras del aumento de la diabetes? "El incremento de la prevalencia de diabetes ha sido asociado con la epidemia de obesidad, en la que el exceso de peso es la causa del 90% de la diabetes tipo II", puede leerse en el estudio.
El vínculo entre obesidad, sobrepeso y diabetes queda al descubierto en el entrecruzamiento de factores de riesgo evaluados en el Carmela. "Se observó que los individuos obesos o con obesidad abdominal (una circunferencia de cintura mayor a 102 cm en hombres, o a 88 cm en mujeres) tenían 5 a 6 veces más probabilidad de ser diabéticos comparados con los normales. Quienes tenían sobrepeso, 2 a 3 veces más", afirma el estudio.
"Es fundamental hacer campañas que promuevan una alimentación saludable e incrementen la actividad física, y hacerlas desde la infancia", concluyó Schargrodsky.
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En los centros urbanos del país, la prevalencia de la enfermedad es un 50% mayor que el promedio global
II
El estrés, enemigo de los diabéticos
Unos 3 millones de argentinos padecen diabetes; las tensiones nerviosas pueden desbalancear a un paciente controlado; el impacto de esta enfermedad en la vida cotidiana
Noticias de Estilo de Vida: Miércoles 28 de abril de 2010 | 01:47 (actualizado hace 1 día)
La diabetes, una enfermedad que se manifiesta en el aumento de azúcar en la sangre y la orina, tiene un enemigo que le gana la pulseada a cualquier tratamiento: el estrés. Cecilia Frank, enferma de diabetes hace 20 años, da fe de esto y cuenta que, más allá de cumplir con su dieta alimentaria y sus dos dosis de insulina diarias, si algo la pone nerviosa los niveles se descontrolan indefectiblemente.
"Vivo con el azúcar en la cartera", dice y apunta que trata de "no hacerse problemas por casi nada".
Audio: «Vivo con azúcar en la cartera», dijo una paciente [abrir documento original para escucharlo]
La diabetes es considerada una pandemia que afecta alrededor de 250.000.000 de personas en el mundo y en la Argentina la cifra ronda los 3 millones de enfermos. Existen dos tipos, la Tipo I, cuando el cuerpo elabora muy poca o ninguna insulina y la Tipo II, cuando el cuerpo elabora insulina, pero no puede usarla por no reconocerla como tal.
La endocrinóloga Alejandra Rodríguez Zía explica a lanacion.com por qué la tensión nerviosa puede desbalancear a un paciente diabético perfectamente controlado. "El estrés puede afectar de dos maneras: suele alterar los hábitos alimentarios, lo que contribuye al desgaste del páncreas, además, cuando el paciente tiene un evento muy importante, como la muerte de un ser querido, un divorcio o la pérdida de su trabajo, por ejemplo, se puede declarar el fin de la función del páncreas".
Esto último sucede, se explaya, porque "muchas veces se asocia con una exigencia muy alta de la hormonas adrenalina y cortisol, que son las mediadoras por excelencia del estrés".
Video: diabetes: por qué es mejor evitar el estrés [ver documento original LA NACIÓN]
Cómo tratarla. Al referirse a los tratamientos, los profesionales consultados mencionan el control de la diabetes, algo que no siempre resulta fácil y requiere tiempo y esfuerzo de parte de los pacientes. Pero, tal como señalan Máximo Ravenna y Liliana Grimberg en un artículo publicado por LA NACION , el esfuerzo que se haga para controlar la diabetes lo beneficiará de varias maneras:
- Primero. El mantener el nivel de azúcar en sangre cerca de lo normal puede ayudarlo a sentirse mejor cuando el nivel de azúcar es mucho más alto o mucho más bajo de lo normal, usted se sentirá cansado, incómodo
- Segundo. El controlar la diabetes puede ayudar a que usted se conserve saludable y a prolongar la vida. El mantener el azúcar en la sangre cerca de lo normal puede ayudar a evitar, postergar o reducir la seriedad de las complicaciones a largo plazo de la diabetes
La prevención, con la práctica de buenos hábitos alimentarios, es el escenario ideal para que no se desencadene esta enfermedad tan complicada de llevar en lo cotidiano.
Más información
- Qué es la diabetes
- Vivir con diabetes: testimonios
- Cada 10 segundos muere alguien por diabetes [ver más abajo: IV]
- Los beneficios del yoga para la diabetes
- Se realizan actividades múltiples por el Día de la Diabetes
- Adicción al trabajo: malo para usted y para su empresa [ver más abajo: III]
Links de interés
- Sociedad Argentina de Diabetes (SAD)
http://www.diabetes.org.ar/
- Federación Internacional de Diabetes (FID)
http://www.idf.org/
- Dra Alejandra Rodríguez Zía
http://www.medicina-biomolecular.com/index.asp?idioma=es
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Unos 3 millones de argentinos padecen diabetes; las tensiones nerviosas pueden desbalancear a un paciente controlado; el impacto de esta enfermedad en la vida cotidiana
Los oficinistas están sometidos a mucho estrés y a un ámbito competitivo
Foto: AP
III
Adicción al trabajo: malo para usted y para su empresa
Afecta a entre el 7% y el 12% de los empleados; no son más productivos y crean mal ambiente; son personas de 35 a 45 años con puestos de responsabilidad
Noticias de Estilo de Vida: Sábado 10 de abril de 2010 | 20:54 (actualizado hace 18 días)
MADRID (Diario El País ).- ¿Se siente culpable si no está en la oficina? ¿Siente ansiedad en sus momentos de recreo? Esto le interesa.
La cara visible de José, de 54 años, era la del médico de éxito con una envidiable trayectoria investigadora que había alcanzado la cima profesional. La oculta era la del enfermo que se refugiaba en el alcohol y los tranquilizantes para soportar el estrés de jornadas laborales de 16 horas.
´Llegué a tomar nueve cañas de cerveza y cajas de tranquimazines al día´. Hace unos 10 años tocó fondo y, como él dice, salió de la burbuja en la que vivía. Desde entonces ha cambiado de trabajo y ha bajado el ritmo, pero sigue tratamiento en la clínica Capistrano de Mallorca después de varias recaídas: ´Es largo y difícil dejar el alcohol y las pastillas´.
La adicción al trabajo es un problema que padecen, en distinto grado, entre el 7% y el 12% de los trabajadores. En esencia, consiste en ´mantener una relación patológica con algo tan elemental y básico como el trabajo´, como apunta José María Vázquez-Roel, responsable del centro Capistrano, especializado en el tratamiento de las adicciones.
Y, como le sucedía a José, no es raro que vaya asociado con otras dependencias. El propio Vázquez-Roel apunta que en el 30% de los casos que atienden por abuso de cocaína, el problema principal es la adicción al trabajo.
Hasta hace un par de décadas había aspectos de esta conducta que no se veían con malos ojos, como destaca Mario del Líbano, investigador de la Universidad Jaume I de Castellón. No sólo por el sector empresarial -que, en parte, sigue sin advertir el lado más oscuro de este hábito- sino por distintos estudios que hablaban de una vertiente positiva relacionada con la elevada productividad de estas personas o incluso con la satisfacción que les proporcionaba estar volcados de forma absolutamente incondicional en su carrera profesional.
Sin embargo, las últimas investigaciones han echado por tierra estas lecturas. La más reciente, publicada por un equipo de investigadores dirigidos por Del Líbano y colegas de la Universidad de Utrecht el pasado mes de febrero en la revista Psicothema, ha servido, por un lado, para resolver uno de los problemas que ha perseguido a estos pacientes: la dificultad de afinar su diagnóstico.
El artículo presenta un test relativamente sencillo de 10 preguntas, el Duwas (Dutch Work Addiction Scale), dirigido a detectar los niveles de adicción de los trabajadores.
Pero, además, el artículo deja claro el carácter patológico de este comportamiento. ´Hemos demostrado que la adicción al trabajo es un concepto negativo, ya que a mayor adicción existe una menor felicidad y una peor percepción de la salud que tienen estas personas´, sostiene Del Líbano.
En ello abunda José María Vázquez-Roel desde una perspectiva más clínica, fruto de la experiencia del tratamiento a decenas de pacientes: ´El trabajo les destroza la vida, viven sólo por y para trabajar, por lo que su vida se convierte en algo absolutamente unidimensional. Sacrifican todo lo demás, ya sean aspectos tan importantes como la salud o la familia´.
El estudio de las dos universidades, elaborado a partir de datos obtenidos de 2.714 trabajadores -de los que 2.164 son holandeses y 550 españoles- ha servido para delimitar el perfil del adicto al trabajo (los autores se refieren a la palabra anglosajona workaholic, algo así como trabajohólico) a partir de dos criterios.
Por un lado está el trabajo excesivo. Pero no basta con pasar 50 horas a la semana en la oficina, simultanear dos empleos, entrar el primero y salir el último del despacho o acudir habitualmente al puesto de trabajo los fines de semana y festivos. Además, debe ser un trabajo compulsivo. ´Es gente que no puede dejar de trabajar y que si lo hace se siente ansiosa y culpable´ apunta Del Líbano.
´No saben qué hacer si no tienen trabajo y se aseguran tener siempre algo pendiente para poder mantener esta actividad de forma constante´, añade. ´Son sensaciones similares al síndrome de abstinencia de los consumidores de drogas´, pero con una diferencia muy importante, ´a un alcohólico se le puede prohibir que siga bebiendo, pero a un adicto al trabajo no le puedes impedir que siga trabajando´.
Su perfil suele ser el de personas de 35 a 45 años que han alcanzado puestos de responsabilidad en sus empresas y que desempeñan tareas cualificadas. ´Este tipo de trabajo proporciona mucha autonomía a la persona, de forma que puede dilatar a su voluntad los horarios de trabajo e imponerse las cargas laborales que quiera asumir´, comenta el investigador de la Universidad Jaume I.
Desconexión y placer. Pero, además, se trata de personas con funciones ´que ofrecen posibilidad de crecer, de potenciar la creatividad, de aprender, desarrollarse, evolucionar´, características todas ellas muy estimulantes y con una potencial carga adictiva elevada. ´Hay que tener en cuenta que, al igual que cualquier sustancia química que crea dependencia, esta actividad proporciona placer, alivio, una desconexión del mundo real, como sucede con los ludópatas o adictos al sexo´, indica José María Vázquez-Roel. ´La adicción apenas se da en trabajos rutinarios, ya que una labor menos cualificada ofrece menos retos y suele tener horarios más rígidos, además de que no puedes trabajar si no estás en la empresa o la fábrica´, añade Del Líbano.
´Yo diría que existen dos perfiles del adicto al trabajo´, comenta el responsable de la clínica Capistrano. ´Por un lado están los obsesivos, personas muy perfeccionistas y exigentes que no saben delegar y quieren tener el control de todo; por otro, los narcisistas, que es gente muy ambiciosa y cegada por la obtención de poder´.
Entre estos últimos, el responsable del centro de rehabilitación destaca a los políticos. ´De hecho´, apunta, ´ahora mismo tenemos a alguno de ellos en tratamiento; la política es muy adictiva´. La adicción no distingue entre sexos, según el investigador de la Universidad de Castellón. ´Últimamente hay una mayor proporción de trabajadoras afectadas, pero ello se debe al mayor acceso de la población femenina a altos cargos´.
Además de los problemas que provoca este comportamiento en las personas que lo padecen, está el impacto que tiene en las empresas. ´Es difícil de evaluar´, indica Eva Cifre, que dirige, también en la Universidad Jaume I, un trabajo sobre las estrategias de recuperación frente al estrés y cómo afectan estas a la productividad y el bienestar psicológico de los trabajadores. ´Se suele evaluar a partir de las percepciones de los supervisores, clientes y subordinados de estas personas´.
A corto plazo, este tipo de personas ofrece un excelente rendimiento, de forma que, a primera vista, pueden resultar un perfil muy atractivo en los procesos de selección de personal. ´Hasta hace poco era gente muy solicitada´, admite Del Líbano.
Sin embargo, a medio plazo, el ritmo de trabajo tan elevado que se imponen estos trabajadores y los retos tan ambiciosos a los que aspiran provocan que, al final, no puedan con las metas que se marcan. ´Es gente que acaba comiendo mal, cuidándose poco, durmiendo de forma insuficiente...´, por lo que su rendimiento cae en picado.
´Se acaban convirtiendo en un problema para sus empresas´, añade José María Vázquez-Roel, que introduce un nuevo elemento: el mal ambiente que acaban generando.
Entorno competitivo. Se trata de personas muy competitivas que fuerzan a su entorno a seguir un ritmo muy elevado, que no saben delegar ni trabajar en equipo, por lo que cada vez se encuentran más aislados, de forma que generan un ambiente en sus empresas muy negativo y una tensión constante en sus relaciones con el resto de compañeros, como destaca Del Líbano.
A ello se suman los problemas personales que padecen en sus relaciones sociales, al reducir el círculo de amistades por no dedicar tiempo más que al trabajo, así como en su entorno familiar.
´Hay estudios en Estados Unidos que reflejan una tasa de divorcios más elevadas en gente con este tipo de problema´, según el investigador de la Jaume I, pero también tiene más riesgo de sufrir problemas de salud (cardiovasculares, gastrointestinales, incluso diabetes por episodios de estrés o emocionales).
Del Líbano advierte que es importante no confundir la adicción al trabajo con el compromiso con la empresa, que es ´un concepto positivo´. La diferencia fundamental entre estos dos comportamientos consiste en que las personas comprometidas, además de ser eficientes, tienen capacidad de desconectar de la vorágine laboral. Y es esta habilidad la que les permite descansar y, al volver al trabajo, mantener elevadas tasas de productividad.
´Es gente que sabe mantener el equilibrio entre el trabajo y su vida personal, de forma que el exceso de trabajo no les afecta a sus relaciones sociales ni familiares´, apunta Del Líbano. Sobre esta facultad, la de recuperarse de la presión del trabajo, está preparando un estudio su compañera en la Jaume I Eva Cifre.
No sólo sobre fórmulas de recuperación y cómo afectan a la productividad y el bienestar psicológico de los trabajadores; también trata de determinar cuáles son las claves que permiten a determinadas personas compatibilizar elevados ritmos de trabajo con un buen rendimiento, mientras otras personas caen en la ansiedad y la ineficiencia.
Una de las grandes especialistas en esta materia es Sabine Sonnentag, profesora de la Universidad de Constanza (Alemania). En sus estudios, alude a las distintas estrategias que ayudan a recuperarse del estrés laboral. Entre ellas está el distanciamiento psicológico, que consiste, por ejemplo, en irse de viaje o realizar actividades que sirvan de descanso mental como puede ser jugar con los niños.
Los llamados procesos de relajación fisiológica (masajes, balnearios, yoga), o las denominadas experiencias de dominio, que consisten en desarrollar actividades fuera del trabajo que supongan un desafío, como puede ser actividades deportivas o el aprendizaje de una afición. A ellas añade las experiencias de control: actos en los que la persona sienta que lleva las riendas y que puede elegir, que pueden ser tan simples como ir a la compra.
En todo caso, no existen reglas genéricas que sirvan para todo el mundo. ´Hay a quien le bastan 10 minutos de relajación para recuperarse, y quien necesita una hora´, apunta Cifre.
La reflexión de Cristina Simón, decana de Psicología Organizacional del Instituto de Empresa también tiene que ver con el compromiso con la empresa, pero desde una perspectiva diferente. Apunta que tradicionalmente se ha identificado este comportamiento con las jornadas maratonianas. Ahora, sin embargo, ´lo que se valora más es cumplir con los objetivos´ e, incluso, ´es hasta políticamente incorrecto´ echar demasiadas horas.
Buena parte de este cambio de tendencia no tiene que ver con las empresas, ´que nunca te van a decir que dejes de trabajar y siguen identificando el compromiso con echar el resto´. Tampoco con los efectos negativos que puedan generar estos empleados o jefes en su entorno, ´que pueden llegar a convertir el trabajo en una olla a presión´. El cambio ha llegado de la mano de una transformación en las dinámicas sociales: las nuevas generaciones valoran cada vez más el tiempo libre.
Ernesto Poveda, presidente de Recursos Humanos ICSA, coincide con esta idea. ´Es un efecto rebote de los jóvenes en contra de lo que han visto en casa. Buscan una vida más equilibrada entre el trabajo y su vida privada´. En ICSA, la empresa de selección de personal que dirige, lo ven a diario, asegura. ´A pesar de la crisis, la gente joven es exigente en esta parcela y quiere tener otras compensaciones no remuneradas en sus empleos y te pregunta: ´¿Voy a tener tiempo para formarme o simplemente ir a pasear?´.
Poveda compara estas actitudes con las de su generación, quienes entraron en el mercado laboral en las décadas de 1960 o 1970 con una cultura empresarial muy distinta, donde lo ´inhabitual´ era salir antes de las 20.30 del trabajo. ´En buena parte, esta tendencia la marcaron las multinacionales. Yo estuve en Ernst&Young en 1978 en Nueva York y era relativamente frecuente la gente que salía tarde para aparentar´, apunta. ´Es una cultura muy extendida, insana y que nunca desaparecerá al 100%´. Ernesto Poveda añade un factor coyuntural que mediatiza el grado de dedicación al trabajo: el de la supervivencia.
En una situación económica tan turbulenta como la actual, señala, buena parte de las pequeñas y medianas empresas -´que suponen el principal tejido empresarial´- no tienen más remedio que volcarse en el trabajo para salir adelante. ´A medio plazo habrá que buscar un equilibrio entre la vida profesional y laboral; pero en estos momentos la urgencia es sobrevivir´.
Jaime Prats
© EDICIONES EL PAIS, SL.
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Afecta a entre el 7% y el 12% de los empleados; no son más productivos y crean mal ambiente; son personas de 35 a 45 años con puestos de responsabilidad
IV
Una epidemia que no cesa
Cada 10 segundos muere una persona a causa de la diabetes
Lanzaron ayer una iniciativa mundial para luchar contra la enfermedad
Noticias de Ciencia/Salud: Jueves 14 de setiembre de 2006 |
COPENHAGUE.- Cada 10 segundos muere una persona a causa de la diabetes. Pero también cada 10 segundos otras dos desarrollan esa enfermedad, que se caracteriza por niveles elevados de azúcar en la sangre que dañan progresivamente el organismo. Por eso sociedades científicas, asociaciones de pacientes y empresas farmacéuticas, coordinadas por la Federación Internacional de la Diabetes (IDF, por sus siglas en inglés), lanzaron ayer una campaña para lograr que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) coloque la diabetes en su agenda de problemas prioritarios de salud.
"La epidemia de diabetes crece a un ritmo de 7 millones de nuevos casos cada año y se estima que dentro de menos de 25 años serán 366 millones las personas afectadas por esta enfermedad [hoy son más de 230 millones]. A menos que se revierta esa tendencia, la diabetes desbordará los sistemas de salud, y no sólo los de los países en desarrollo, sino también los de los desarrollados", dijo el doctor Martin Silink, profesor de diabetes de la Universidad de Sydney, Australia, y presidente electo de la IDF, durante una conferencia de prensa en la que se presentó la campaña Unite for Diabetes (Unidos contra la Diabetes).
La meta de la campaña es lograr que la ONU adopte una resolución sobre la enfermedad antes del 14 de noviembre de 2007, día en que la IDF celebra el Día Mundial de la Diabetes. "El borrador de la resolución que propondremos a la ONU, por definirse en los próximos días, contempla que adopte el Día Mundial de la Diabetes y que establezca las bases para que las naciones que la integran elaboren políticas de prevención y tratamiento", dijo Silink a LA NACION, tras la reunión en un hotel de esta ciudad, donde hoy comienza el 42° Encuentro Anual de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes.
"Una resolución de la ONU tendrá el poder de crear conciencia sobre la hasta ahora no reconocida urgencia de combatir la enfermedad, no sólo en los países donde el diagnóstico y el tratamiento se encuentran disponibles, sino también en los menos desarrollados -declaró Silink-. Varios países [de América latina] ya manifestaron su apoyo a esta iniciativa, como Uruguay, Chile, Perú y Costa Rica. Sabemos a través de la Sociedad Argentina de Diabetes que el Ministerio de Salud de ese país está al tanto de la iniciativa, pero todavía no hemos tenido respuesta."
En la Argentina, el 7% de la población convive con esta enfermedad en la que, ya sea por una insuficiente producción de insulina o por la incapacidad del organismo de usar esa hormona para procesar la glucosa, aumenta su presencia en la sangre y daña órganos y tejidos, como los riñones, los nervios y la retina, mientras eleva el riesgo de sufrir un infarto o un accidente cerebrovascular.
Para quienes acceden precozmente al tratamiento, la diabetes no es una enfermedad mortal ni debería ser un obstáculo para disfrutar de la vida. "No he dejado nunca que la enfermedad condicione mi vida o sea una barrera que me impida hacer algo", comentó al respecto Alex Chapman, un australiano de 20 años que estudia ciencias políticas en Budapest, pero que llegó a integrar el equipo olímpico de navegación a vela de Australia.
Alex, que ayer participó de la conferencia de prensa para dar testimonio de la importancia de que los jóvenes diabéticos accedan al tratamiento, es uno de los Jóvenes Embajadores de la Diabetes, una iniciativa del laboratorio Novo Nordisk para crear conciencia del impacto de la enfermedad en los chicos y los adolescentes.
Claro que no todos los jóvenes con diabetes acceden al diagnóstico ni al tratamiento de esta enfermedad, que creció en los chicos y los adolescentes de la mano de la obesidad. "Los chicos no deberían morir de diabetes, pero hoy mueren por no acceder a los tratamientos", dijo el doctor Hendrik-Jan Aanstot, director del Centro Nacional de Diabetes para Chicos y Adolescentes de Rotterdam, Holanda. "En los países en desarrollo -dijo el doctor Silink-, el tratamiento que permite mantener con vida a un chico con diabetes cuesta alrededor de 200 dólares al año."
Para ayudar a cambiar este escenario, un imponente camión con acoplado, de 26 toneladas, transformado en un centro rodante de educación en diabetes, recorrerá los cinco continentes a partir de mañana, cuando sea estacionado frente al Parlamento de Dinamarca. A sus costados puede leerse "Changing Diabetes Bus World Tour" (o Gira Mundial del Camión para Cambiar la Diabetes) y, a bordo, personas entrenadas darán información sobre la enfermedad, su diagnóstico y su tratamiento, y medirán gratis la glucosa en sangre. La finalidad es difundir la iniciativa Unidos contra la Diabetes, de la IDF.
Por Sebastián A. Ríos
Enviado especial
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Lanzaron ayer una iniciativa mundial para luchar contra la enfermedad
Nachi Heguy, polista con 10 de handicap, es diabético desde los 8 años
Foto: Daniel Pessah
V
Nota de Tapa / Sociedad
Vivir con diabetes
Cerca de tres millones de argentinos enfrentan el desafío de convivir día a día con una enfermedad que demanda constantes cuidados para evitar complicaciones; testimonios
Noticias de Revista: Domingo 17 de setiembre de 2006 | Publicado en edición impresa
María Claudia Pedrayes de Juni, la empresaria exitosa que quería ser mamá
Tener todo... hasta diabetes
Después de cinco años sin hijos, con dos embarazos perdidos, María Claudia Pedrayes de Juni no quería otra cosa que convertirse en mamá.
"Tenía y tengo un buen trabajo, un marido del que sigo muy enamorada: solamente me faltaban los chicos", explica esta licenciada en ciencias políticas y periodista que dirige su propia agencia de comunicación (Express News), mientras mira embelesada a sus tres hijos (Carlos, de 11; Violeta, de 9, y Marcos, de 8), buenos alumnos y activos deportistas: tenis, fútbol, rugby, surf...
Así dispuestas las fichas del ajedrez de la vida, cuando María quedó embarazada del mayor y el proceso siguió su curso natural, sintió que tocaba el cielo con las manos.
Durante el embarazo de Carlos, María soñaba con la típica "pancita": no se limitó y engordó casi 30 kilos: pesaba 52 al comienzo y terminó con 80. "Lamentablemente, no me detectaron la diabetes que tuve durante la gestación. Mi hijo mayor pesó 4,200 kg", explica.
Mientras disfrutaba de su tan ansiada maternidad, María se hacía periódicamente algunos análisis: si bien los números daban "al límite" la enfermedad aún estaba agazapada, sin manifestarse en forma abierta.
Hasta que un día, con su segundo embarazo, se sintió muy mal. "Yo soy Sarmiento: muy exigente en todo; nunca falto, nunca llego tarde, pero esa vez sinceramente pensé que me moría –recuerda, sin ocultar la angustia–. Así como estaba, en camisón y pantuflas, me puse un tapado y me fui a la guardia. "Tengo antecedentes de diabetes gestacional y ahora estoy embarazada otra vez. Me siento muy mal…, dije. En la clínica me preguntaron si estaba en ayunas y me chequearon la glucemia: tenía más de 300… Quedé internada y ahí empezó a tratarme el médico que desde entonces me sigue…" (N. de la R: la diabetes gestacional se presenta en cerca del 5% de los embarazos y, si bien puede desaparecer finalizada la gestación, es un importante factor de riesgo).
Sus hijos se acercan y quieren compartir la charla. Son receptivos, de mirada brillante.
–Ellos saben que tengo un problema que no es grave, pero también que no tienen que corretear alrededor cuando me aplico la insulina. O que si me siento mal necesito tomar una gaseosa, y no dietética. Distinguen bien qué puedo y qué no. Están atentos. Y no creo que hagan un esfuerzo. Son inteligentes y me hacen sentir contenida.
María Claudia Pedrayes habla con sinceridad: "Mi kit medidor de glucemia y mi aplicador de insulina son mis fieles compañeros; nunca me alejo de ellos. La diabetes es silenciosa. No sentís nada. Tengo todo y tengo diabetes. Si pretendo ignorarla, sé que voy a sentirme mal. A mí me costó y me cuesta aceptar: sé que quienes hablan en las notas periodísticas son los que cumplen todo a la perfección. En cambio, creo que la mayoría de los pacientes están en mi bando: luchamos, nos rebelamos; no es sencillo bancarse lo que sentimos, la tiranía de la enfermedad".
Cuidar, una asociación que brinda educación y apoyo a chicos y adolescentes
El desafío de cuidar
–¿Viste mami? ¡Y ahora hasta tiene novia...! Pepe no pudo ocultar su sorpresa cuando vio llegar a Juan Martín con una chica monísima del brazo. Es que Juan Martín –estudiante de educación física, jugador de fútbol, empleado de una veterinaria– es un claro ejemplo de cuánto Pepe puede esperar de su propio futuro: todo.
Pepe, de 11, y Juan Martín, de 25, forman parte de la Asociación para el Cuidado de la Diabetes en Argentina (Cuidar).
Creada y dirigida por la incansable Liliana Tieri –mamá de Estefanía, de 11, que hace 9 años recibió un diagnóstico que ninguna familia espera–, desde julio de 2001 Cuidar informa, educa, apoya y contiene a más de 2000 familias argentinas.
La asociación organizó este año un taller de cocina. Damián, de 16; Eugenia, de 24, y Juan Martín, de 25, asisten a Cuidar desde hace varios años y fueron formados como "líderes": comprendieron las claves para llevar adelante su vida con diabetes, y transfieren esa experiencia a los más jóvenes. Pepe –que se llama Juan Esteban, explica su mamá, pero decidió ponerse ese sobrenombre– aprendió que cuando va a una fiesta de cumpleaños puede comer una porción de torta, aunque sabe que no le conviene la cobertura, que tiene mucho azúcar. Y Florencia, de 8 años, entendió que las milanesas al horno son más sanas que las fritas. En tanto, su tocaya, de 11, reparte la receta de un delicioso shake con frutillas que Estefanía ya ensayó en casa y que hoy repitieron en el curso para brindar.
La más chiquita del grupo, Violeta, que tiene 6 años, enseña a su mamá cuántas unidades de insulina tiene que aplicarse, de acuerdo con sus comidas y su actividad física.
"Cuando aparece un caso de diabetes en la familia hay un antes y un después –dice Margarita, la mamá de Florencia–. Se hace un replanteo de vida saludable y esto se refleja en todas las actividades de la casa, que se extienden hasta la escuela, como impulsar el quiosco y el comedor sanos."
Algunas de las familias conocieron Cuidar durante las charlas que Liliana Tieri organiza en las escuelas. Hay cursos de plástica, cocina, actividad física, artes, campamentos. Liliana, que mira con amor y orgullo a su hija –Estefanía practica hockey y atletismo, y sueña con ser médica–, dice que en Cuidar quieren que todos los chicos logren la mejor atención.
"En nuestro país existe una ley, la 23753, llamada Ley del Diabético, pero se no cumple –asegura Tieri–. Se entregan 400 tiras reactivas anuales para medirse la glucemia y ellos necesitan 1800 por año. No queremos un control mínimo; queremos un control óptimo. Si no, se está atentando contra la vida y la salud de los chicos. Muchos desconocen la ley y otros la conocen pero están cansados, no tienen resto para conseguir lo que necesitan. Ahí tratamos de estar nosotros, cuidando y ayudando a que otros papás puedan cuidar a sus hijos."
Los Baraldi, de Rosario, una familia "conquistada" por la diabetes
Pedro, Andrés y Mariano: una vida de tackles, tries e insulina
Los síntomas comenzaron después de jugar un circuito mundial de Seven con Los Pumas en Italia: tomaba mucho líquido, orinaba litros, tenía un apetito voraz y perdía peso. "Bueno, hijo, debés tener diabetes."
La voz de Jorge Baraldi no mostraba dramatismo. De cumplirse su diagnóstico, Pedro sería el tercer diabético de la familia, luego de él mismo y de su hijo menor, Andrés, que había "debutado" a los 8 años.
Pedro le pidió prestado a Andrés las tiras reactivas y el glucómetro y tuvo la confirmación: 190 de glucemia.
–No, no sentí miedo. Pensé: ahora me toca a mí –recuerda hoy, 15 años después, sentado en el living de su casa de Funes, cerca de Rosario, entre los saltos de su hijo mayor, Matías, de casi 3 años, y la ternura del bebe de la casa, Tomás, de 4 meses, a quien Carolina, su mujer, acuna con infinito amor–. Estaba en lo mejor de mi carrera deportiva; siempre había jugado en el Jockey de Rosario y formaba parte de Los Pumas de Seven. Nunca había pensado en dejar. No me deprimí ni necesité ir al psicólogo. Tuve contención familiar, un buen médico y una constante retroalimentación entre el deporte y la diabetes. Rugby, fútbol, tenis, golf. Soy diabético, pero me encantan los dulces, y como llevo una vida ordenada y gasto mucha energía, me puedo dar algunos gustos."
Pedro Baraldi tiene 40 años, mide 1,90, es contador y entrenador de Seven en Los Pumas. Además de un programa radial sobre rugby, tiene una empresa que organiza carreras de aventuras, clínicas deportivas y entrenamientos.
Deporte y diabetes son dos palabras muy familiares en la vida de los Baraldi. Es que además del papá (que falleció en 2001), de Pedro y de Andrés, otro de los hermanos, Mariano, también es diabético. "Yo ya era grande, casado y con hijos –dice este ingeniero agrónomo de 42 años, escoltado por su esposa, Valeria, profesora de inglés, y sus hijos Catalina, Mariano y Milagros–. Ocurrió hace 12 años. Tuve síntomas parecidos a los de Pedro, y como ya había tantos antecedentes en la familia lo sospeché enseguida."
Mariano, que reparte su tiempo entre Funes y Escalante, donde está el campo que administra, reconoce que durante algún tiempo no le prestó a la diabetes toda la atención que requería. "Y terminé internado en terapia intensiva –recuerda–. Ahora tengo más conciencia y me cuido más. Lo más difícil es que es una enfermedad permanente, pero tenemos que aprender a vivir evitando que el eje sea estar enfermos…"
Andrés es el menor –tiene 37 años–, pero el que más sabe de diabetes. "Cuando empecé fue muy difícil –recuerda–. Hervía las jeringas… Era chico y andaba con el frasquito de sacarina. En los cumpleaños tomaba té con galletitas de jamón y queso. Antes no teníamos la menor idea de si la glucemia estaba alta o baja. Ahora hay aparatos para medirla en unos segundos y las agujas se ponen solas de tan fácil." Como Mariano, Andrés trabaja en el campo y jugó al rugby hasta los 19 o 20. Está casado con Paulina, arquitecta, y tiene dos hijos: Felipe, de 4 años, y Tadeo, de 2. "Felipe sabe ponerme la insulina –explica Andrés–. Quiero que no les tenga miedo a las agujas, y lo único que pido a Dios es que si les toca, que sea de grandes. Esta enfermedad no te la hace fácil, pero aprendés mucho. Yo vivo el día a día. Y trato de disfrutar de cada segundo."
A pesar de que la diabetes es una cuestión omnipresente en sus vidas, ni Pedro ni Mariano ni Andrés hablan del tema. "Aunque cuando nos reunimos, vemos qué come cada uno, y el que se pasa se banca las cargadas", explican entre risas. Y aseguran que uno de los grandes secretos radica en dar con un buen médico. "El médico tiene que manejar la parte psicológica: es el 50% de la enfermedad –dice Andrés–. Cuando murió mi mamá, hace 9 años, tuve una de las glucemias más altas de mi vida; cuando perdí la cosecha, fue la única vez que me internaron."
"No me molesta aplicarme insulina. Es como lavarme los dientes –explica Pedro–. Mi enfermedad no interfirió. Viajé mucho: a Hong Kong, por ejemplo, fui 10 veces. Siempre llevé mi insulina y me la apliqué sin problemas; ni en los viajes de avión ni por los cambios horarios."
Pedro jugó en Seven de Los Pumas desde 1989 hasta enero de 2001, en Mar del Plata. "Tenía 35 años y me di el gusto de dejar de jugar al rugby después de un Mundial, y acá, en mi país."
Nachi Heguy, amante del polo, la naturaleza y la música
Un salvador llamado deporte
Nachi Heguy convive con la diabetes desde los 8 años. Le tocaron las épocas en que tomar una gaseosa sin azúcar o decir que no a un postre eran sinónimo de ser "bicho raro". Pero él nunca dio muchas explicaciones y tampoco se privó de hacer nada de lo que le gustaba. Y tal vez sea por eso que desde muy chico se acostumbró a preferir lo salado a lo dulce: aún hoy se le hace agua a la boca con un rico asado mucho más que con las tortas. "A mí me ayudaron muchas cosas –asegura–. Pero, de todo, lo mejor fue el deporte, que siempre es bueno, pero para un diabético es la salvación."
A los 32 años, y junto a dos de sus tres hermanos, Nachi es una de las estrellas del equipo de polo Indios Chapaleufú. Pero, además de polista –amante de los caballos y de los animales en general, del verde y la naturaleza–, Nachi juega al golf, al tenis, al fútbol. Y casi con la misma pasión con la que se dedica a los deportes también se entusiasma por la música. En su departamento, los CD suman varios cientos, y él toca la guitarra.
En su familia es el único caso conocido de diabetes, y dice que gracias a los conocimientos de su padre, Alberto, médico veterinario, cuando empezó con síntomas característicos se la diagnosticaron de inmediato.
"Cuando sos chico, la diabetes, en realidad, la tienen tus padres", recuerda. "Fui rebelde en muchas cosas, siempre, pero nunca con la diabetes. Me cuidaron bien y aprendí bien. Y mi familia ayudó a que nunca lo viera como una limitación: hicieron que yo quisiera lo mismo que quieren todos."
Durante los dos o tres primeros años, era su mamá, Silvia, quien le aplicaba las inyecciones de insulina. Después aprendió a hacerlo solo. Y a pesar de que hasta su propia médica le hace bromas al respecto, Nachi Heguy sigue con las jeringas, el método más antiguo del que se dispone.
En su relación con la diabetes solamente hay un tema que lo inquieta: el temor a las hipoglucemias. "El problema es que si estás con la glucemia alta lo advertís –dice–, pero cuando baja, por ejemplo mientras uno duerme, es difícil darse cuenta, porque te cuesta reaccionar. Por suerte me tocó muy pocas veces y ahora, que estoy casado, tengo una gran ventaja: si mi glucemia desciende transpiro muchísimo, y eso ayuda a que mi mujer también lo advierta…"
Natasha Elliot, que escucha atentamente a su marido, asiente con una sonrisa. Nachi dice que es un padre "semimoderno", porque aprendió a bañar, cambiar y hacer dormir a su hijita Siena, de 7 meses, pero que –por ahora– no le sabe cambiar bien los pañales.
"Además, todavía es chiquita, así que recién estamos empezando a jugar… Viste que con los papás la relación de los bebes es distinta de la que tienen con las mamás…", se justifica. Pero todas sus palabras se convierten en sonidos inútiles cuando Siena entra y Nachi se desarma en absoluto amor por su hija, que duerme plácidamente en su cochecito, abrigada por un saquito con capucha que deja ver sus mejillas rosadas.
Verónica Giménez: un embarazo difícil que los futuros papás "pelearon" día a día
Milagro de amor
En poco más de un mes, Franco cumplirá su primer año y la casa se vestirá de fiesta. Es que Verónica Giménez, de 29 años, profesora de educación física y licenciada en kinesiología, era diabética desde hacía dos años cuando quedó embarazada, y muchas veces temió, durante esos 9 interminables meses, no llegar a ver esa carita siempre sonriente con que hoy ella celebra la vida junto a Gonzalo, su marido, de 31 años, arquitecto.
"Diabética lábil", sentenció la médica obstetra, que, sin muchas explicaciones, decidió dejar de atenderla en el 5º mes de embarazo porque la gestación parecía demasiado complicada. Pero Verónica y Gonzalo nunca bajaron los brazos.
"Nos decían que era un embarazo de alto riesgo. ¡Eso ya lo sabíamos! Me controlaba 7 veces por día la glucemia –recuerda Verónica–. Iba cambiando de dedo, y dividía imaginariamente cada dedo en varios sectores para poder pincharme en distintas partes cada vez. Tenía que completar una dieta con determinada cantidad de calorías diarias, y entonces me despertaba cada noche, a las 3 de la mañana; me medía la glucemia y, según el resultado, comía algo más." Tanto cuidado dio sus frutos, y el bebe nació con un peso normal: 3380 kg.
El caso de Verónica no era el primero en su familia: su hermano es diabético desde los 10 años. "Pero nosotros intentamos tomarlo diferente –dice Gonzalo–. Desde el principio sentimos que no sería una cruz de arrastrar ni una tragedia, y esta forma de encararlo hasta mejoró el funcionamiento de todo el resto de la familia."
Verónica y Gonzalo dicen que no permitieron que la diabetes fuera un impedimento para ser felices. "Por supuesto, querríamos que no existiera –admiten–, pero hacemos una vida lo más normal posible."
Sin embargo, no todo son rosas. Uno de los principales problemas que Verónica enfrenta es que debe pagar parte del costo de su tratamiento… de su propio bolsillo. "El problema no es la insulina; eso lo tengo cubierto. El problema es que para tener bien controlada mi glucemia uso 4 tiras reactivas por día –explica–. Me reconocen 400 tiras por año, que es lo que provee el programa oficial, pero yo uso muchas más.
Solamente 25 me cuestan unos 80 pesos… Es cierto que la enorme cantidad de población diabética no se pincha, y por eso creen que con 400 tiras alcanza. Pero también somos muchos los que queremos y necesitamos pincharnos para controlarnos bien. Y también merecemos ser tenidos en cuenta."
Por Gabriela Navarra
Para saber más
http://www.cuidar.org/
http://www.fad.org.ar/
http://www.adiba.sion.com/
www.lapdi.org.ar
Servicio de Nutrición y Diabetes. Hospital Ramos Mejía. Urquiza 609. Consultorio 151
Atención de Lunes a Viernes de 8 a 12 hs.
La vida en un frasco
-Doctor McLeod, me gustaría usar su laboratorio para unos experimentos mientras usted esté de vacaciones…
Frederick Grant Banting, cirujano ortopedista y fisiólogo de 29 años, obtuvo el visto bueno: ocho semanas en el Laboratorio de Fisiología de la Universidad de Toronto, Canadá, que dirigía su amigo, McLeod.
Este designó a dos estudiantes para ayudar a Banting, pero como era época de vacaciones tiraron una moneda para decidir quién se quedaría. Lo que primero parecía pura mala suerte recayó sobre Charles Best, un norteamericano de 22 años próximo a graduarse en fisiología.
En tan sólo 9 semanas, luchando contra reloj, Banting y Best obtuvieron un extracto de páncreas de varios de los perros con los que trabajaban. Después, provocaron una diabetes experimental en otros y, una vez desarrollada la enfermedad, comprobaron que la administración de ese extracto reducía o anulaba la glucosuria de los canes diabéticos. Habían descubierto la insulina, que llamaron "isletina" y que otros bautizaron "la vida en un frasco."
Por una cifra irrisoria –un dólar–, McLeod otorgó la patente de síntesis y purificación de la nueva sustancia a la Universidad de Toronto, que, a su vez, la cedió durante un año al laboratorio estadounidense Eli Lilly para producirla industrialmente.
"Entre 1922 y 1923, el laboratorio aumentó la pureza al menos mil veces", explica el doctor Daniel Flores, director médico de Eli Lilly para el Cono Sur. La primera insulina, Iletin, salió al mercado el 15 de octubre de 1923. "Fue una revolución –dice Flores– Un hito en la historia de la medicina."
10 falsos conceptos
1. La diabetes no mata
Sí. Causa más de 3 millones de muertes al año. Cada 10 segundos, dos personas desarrollan la enfermedad y una muere por alguna causa vinculada con ella.
2. La diabetes ocurre en países ricos
No. En muchos países de Asia, Medio Oriente, Oceanía y el Caribe, entre el 12% y el 20% de la población sufre la enfermedad y en 2025 el 80% de los diabéticos vivirán en países de mediano y de bajo nivel económico.
3. Atender la diabetes no es caro
En 2007 se gastarán de 215 mil millones a 375 mil millones de dólares. En una eneración, esos costos oscilarán entre 234 mil millones y 411 mil millones.
4. La diabetes es una enfermedad de personas mayores
No. En 2007, en países en vías de desarrollo estarán afectados unos 30 millones de personas de 20 a 39 años; 70 millones de 40 a 59 años y 40 millones de 60 a 79 años. En países desarrollados, serán diabéticos unos 5 millones de 20 a 39 años, cerca de 30 millones de 40 a 59 años y más de 40 millones mayores de 60.
5. La diabetes afecta más a los varones
Impacta sobre uno u otro sexo y su incidencia se incrementa entre las mujeres.
6. La diabetes es consecuencia de elegir un mal estilo de vida
En la diabetes tipo 2 influyen el sedentarismo, la obesidad y la ingesta aumentada de grasas e hidratos de carbono. Pero las personas pobres no "eligen" un estilo de vida; no tienen otras opciones.
7. La diabetes no tiene prevención
No la diabetes tipo 1, pero sí la tipo 2:ejercicio físico, una dieta más sana y evitar el sobrepeso son las principales medidas.
8. La prevención es muy cara
Nada más equivocado. Los cambios se basan en una vida más saludable, y esto ahorra costos en lugar de incrementarlos.
9. Evitar las complicaciones de la enfermedad tiene un altísimo costo
Los estudios muestran que controlar la presión arterial, la glucemia y el colesterol ahorra gastos al prevenir ataques cardíacos, accidentes cerebrales, amputaciones, diálisis.
10. Hay un programa global para luchar contra la diabetes
No. Sólo en los EE.UU., donde afecta a más del 8% de la población, se le otorgó apenas el 0,1% de un presupuesto de casi 3 mil millones de dólares para enfermedades crónicas. Se busca que las Naciones Unidas adopten una resolución sobre la dramática extensión de la diabetes en todo el planeta.
Fuente: Unite for diabetes
( http://www.unitefordiabetes.org )
Una epidemia mundial que no se detiene
La enfermedad creció dramáticamente en las últimas dos décadas, al compás de la obesidad y el sedentarismo
Las cifras son preocupantes: en 1985, había unos 30 millones de personas con diabetes en el mundo. Hoy la enfermedad afecta a más de 230 millones y todo indica que, de no mediar intervenciones efectivas, en dos décadas habrá en el mundo 350 millones de diabéticos. Nuestro país no es la excepción. Los cálculos indican que entre un 6 y un 7% de la población argentina (alrededor de 3 millones de personas) vive con diabetes.
Cerca de la mitad desconoce su problema y el 30% de quienes lo conocen no hace ningún tipo de control.
El impacto de la epidemia se vincula con el drástico crecimiento de la forma más frecuente de diabetes, la tipo 2 (cerca del 90% de los casos), antes llamada no insulinodependiente, que, si bien está en relación con la predisposición genética, debe su explosiva irrupción a una alimentación rica en grasas y azúcares, sedentarismo y obesidad. Antes, esta diabetes aparecía luego de los 40 o 50 años. Pero ahora, con chicos cada vez más obesos y sedentarios, se presenta ya desde la niñez.
Enfermedad se caracteriza por la falta total o la deficiente acción de la hormona insulina –la "llave" que abre la puerta de las células para que en éstas ingrese la glucosa (energía) que consumimos con los alimentos. La forma menos frecuente, que representa entre el 10% y 15% de los casos, es la diabetes tipo 1, fruto de una reacción autoinmune que hace que por un motivo aún no desentrañado el organismo se ataque a sí mismo y destruya sus células beta, que producen insulina en el páncreas. Por eso, los diabéticos tipo 1 necesitan insulina para vivir, y también en estos casos –como en la diabetes tipo 2– hay un componente hereditario. La tipo 1 puede aparecer a cualquier edad, pero es más frecuente en la niñez o en la juventud, y suele ser de comienzo más "espectacular": el páncreas se queda sin células beta y sin insulina, y el organismo, cargado de glucosa y sin poder usarla como energía, intenta desesperadamente eliminarla a través de la orina. La persona tiene mucha sed, así como hambre excesiva, y al mismo tiempo va perdiendo peso porque sus células no reciben energía. Los síntomas de diabetes tipo 2 son menos claros y a menudo transcurren entre 5 y 10 años antes del diagnóstico. En ese momento, generalmente ya ha producido alguna de las complicaciones crónicas (ver infografía) que podrían haberse prevenido con tratamiento adecuado. Sin embargo, su presencia puede sospecharse si existe obesidad abdominal (88 cm en las mujeres, 102 en los varones), alto colesterol, hipertensión arterial y antecedentes familiares.
La diabetes tipo 1 se trata con insulina; la tipo 2, con medicamentos orales y, en un número creciente de casos, también con insulina. Pero un elemento clave –si no el más– del tratamiento no viene en píldoras ni en inyecciones: se llama educación.
"La educación en diabetes no tiene prestigio, ni entre los pacientes ni entre los médicos, y eso hace que muchos diabéticos no se incorporen activamente al control y el tratamiento de su enfermedad, que es algo fundamental", dice con preocupación el doctor Juan José Gagliardino, director del Centro de Endocrinología Experimental y Aplicada (Cenexa), un prestigioso instituto dependiente del Conicet que funciona en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de La Plata (UNLP). Gagliardino dirige junto con la profesora María del C. Malbrán la primera Maestría en Educación de Personas con Diabetes y otros Factores de Riesgo Cardiovascular, que dura dos años y se cursa en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNLP. "Pueden ingresar egresados universitarios o terciarios de las áreas de salud, educación y trabajo social –dice–. Pronto tendremos los primeros graduados. Nuestro objetivo es prestigiar la educación en diabetes."
El futuro más cercano
El año próximo, dos nuevos productos llegarán al mercado argentino: la insulina inhalada y la exenatida, pionera de un nuevo tipo de drogas llamadas incretin miméticos.
Será la primera vez que se disponga de una versión no inyectable de insulina. ¿Es el adiós a las agujas? Definitivamente, no. La insulina inhalada reemplazará las dosis de antes de las comidas, pero no la insulina basal, que se inyecta al comenzar el día.
Sin embargo, y por otra parte, no parece ser la aguja lo que más temen los diabéticos.
"El temor es a la insulina –dice Gagliardino–. Y otra vez lo tenemos que achacar a la falta de educación. La gente asocia la insulina con que se la dieron a la abuelita y al poco tiempo empeoró o falleció. El problema es que casi siempre llega tarde: en muchos pacientes tipo 2 habría que dársela antes, pero la indican cuando ya hay complicaciones."
La insulina inhalada tampoco será para todos: hasta tanto no haya más estudios, estará contraindicada en niños, en fumadores y en casos de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
En cuanto a la exenatida, será un producto inyectable indicado para diabéticos tipo 2 que no hayan alcanzado las metas terapéuticas con otros antidiabéticos orales. Este nuevo fármaco es fruto de las investigaciones del endocrinólogo John Eng, que estudiando la saliva de un lagarto llamado "monstruo de Gila", que habita los desiertos de México y del sudoeste de los EE.UU., descubrió uno de los secretos que le permitían alimentarse tan sólo 3 o 4 veces por año pero administrar sabiamente su energía: era una hormona presente en su saliva que llamó exendin-4. Eng descubrió que la sustancia tenía poderosos efectos hipoglucemiantes y la encontró similar a la hormona Péptido 1 semejante al glucagón (GLP-1), presente en el intestino humano y que también garantiza un suministro estable de glucosa.
"Podría cambiar la historia natural de la enfermedad –enfatiza el doctor Julio César Bragagnolo, jefe del Servicio de Nutrición y Diabetes del hospital Ramos Mejía–; el primero que parecería mostrar una tendencia a la conservación de la función de las células beta en el páncreas. Es un mecanismo atractivo, porque induce saciedad, ayuda a bajar de peso y mejora la sensibilidad de la célula beta y la secreción de la insulina endógena." El principal efecto adverso son las náuseas.
Uno de los grandes sueños son métodos no invasivos para medir la glucemia, que hasta ahora demandan el uso de una gotita de sangre, infinitamente pequeña, pero gotita de sangre al fin. Unas 10 compañías internacionales anuncian sensores transcutáneos, dispositivos que envían rayos de luz al ojo, captan información por ultrasonido o a través de la saliva o las lágrimas para decirle adiós al pinchazo…
"Nada por ahora –advierte Bragagnolo–. No existe nada que iguale a la gotita de sangre del dedo, que da información inmediata, sin demora. Estos nuevos sistemas están en desarrollo, podrían servir para analizar cómo estuvo un paciente, pero no para decidir conductas en materia de medicación, o tener bien controlada la diabetes."
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Cerca de tres millones de argentinos enfrentan el desafío de convivir día a día con una enfermedad que demanda constantes cuidados para evitar complicaciones; testimonios
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