La anorexia de Kafka
JANO.es / ELSEVIER
Luis M. Iruela
Departamento de Psiquiatría del Hospital Puerta de Hierro. Madrid
20 Enero 2011
¿Tenía anorexia Kafka? Es cierto que en sus relatos aparecen a menudo el hambre y el ayuno, que aborrecía la carne y el sexo y que la humillación y la derrota son el hilo conductor de toda su obra literaria. En este trabajo se analizan los conflictos psicológicos y el sufrimiento que hicieron de Kafka un escritor insólito.
En 1987, Manfred M. Fichter, del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Munich, publicó un trabajo titulado La anorexia nerviosa de Franz Kafka1 que despertó una notable curiosidad tanto en medios profesionales como literarios.
Precisamente en esa década de los ochenta, se imprimieron otros artículos sobre diversas figuras históricas de la literatura, a las que se vinculaba también con la misma patología alimentaria. Es el caso de Sir James Matthew Barrie, el autor de Peter Pan2, y el de Lord Byron3 por citar solamente los 2 más significados.
Todos estos trabajos continuaban una tradición cultural psiquiátrica y humanística que está a medio camino entre la investigación histórica y el ensayo literario, pero cuya precisión clínica puede ser escasa, aunque sólo sea porque falta en casi todos ellos el todavía principal método de diagnóstico en psiquiatría, es decir, la entrevista con el paciente, y la observación directa de su expresión y su conducta.
Son conocidas, en el terreno de las patografías, las aportaciones de Freud así como también el famoso libro de Karl Jaspers, Genio y locura, dedicado a descifrar la psicopatología de Strindberg, de Swedenborg, de Hölderling y del pintor Van Gogh4. Y más recientemente, la obra de Hendrik Ruitenbeek, Psicoanálisis y literatura, en la que se analiza la personalidad y la producción de una variada nómina de autores: Poe, Lewis Carroll, Thomas Mann, Dostoievski y, cómo no, Franz Kafka5.
Un campeón del ayuno
Tanto Kafka como sus textos han sido objeto de muchos estudios, comentarios e investigaciones. Sus cartas, diarios, novelas, cuentos, biografías y dibujos han facilitado un material tentador.
Algunas de estas interpretaciones están llenas de interés, otras son banales y un número no despreciable de ellas no pasan de ser meras especulaciones diletantes.
La idea de la anorexia nerviosa del autor parte de su relato Un artista del hambre (1922) —la traducción francesa lleva el título más sugerente de Un campeón del ayuno—, donde se cuenta, de una forma embellecida, la historia de una atracción de feria. En ella, el personaje basa su orgullo y su identidad en la capacidad de prescindir de la comida, lo que le proporciona una sensación narcisista de superioridad sobre los demás, al tiempo que logra de ellos la admiración por su proeza. Éste es su verdadero alimento.
Mientras el espectáculo del hambre tiene éxito, el protagonista ve colmada su ambición, si bien le mortifica la duda de que algunos espectadores no le crean y piensen que come a escondidas. Pero cuando pasa la moda de los ayunadores y su número deja de ser rentable, el olvido se va instalando en un público cruel, que ya no se detiene a admirar su talento. Al final muere de inanición en un estado de abandono mientras confiesa el secreto de su virtuosismo6.
En muchos y diversos relatos de Kafka aparece una y otra vez el tema del hambre y el ayuno. Por ejemplo, en Investigaciones de un perro (1922), una parte del cuento consiste en un experimento de abstinencia alimentaria. Dice su protagonista: “La ruta va a través del hambre; lo más elevado se conquista sólo por el más elevado sacrificio, y el más alto sacrificio es entre nosotros el hambre voluntaria”.
A punto de fallecer de consunción, el perro acierta a comprender que se está apagando “como si en realidad no muriese de hambre, sino de abandono”. Igual que lo hace Gregorio Samsa, el famoso personaje de La metamorfosis, otra historia de Kafka que revela la soledad absoluta de nuestra condición humana.
En las cartas y diarios del autor aparecen numerosas referencias a su aspecto físico que, sin embargo, no recogen alusión alguna que permita pensar en la presencia de un trastorno del esquema corporal, es decir, de aquello que se considera la alteración fundamental de la anorexia nerviosa. Antes bien, parece mostrar vergüenza de su delgadez.
En una de las cartas a Felice Bauer dice: “Soy la persona más flaca que conozco, lo que algo ha de signifi- car”. Y en otra del 17 de enero de 1912, dirigida a su amigo Max Brod, expresa: “Me ronda la absurda idea de engordar, como punto de partida para lograr una curación general, como si esto último o incluso lo primero fuera posible”7.
Sí presenta, en cambio, ciertas características anoréxicas en su conducta como el culto al ascetismo y al aire puro: baños invernales desnudo, carreras y saltos en los días más crudos de la estación, etc., así como una decidida inclinación vegetariana por el asco que le producía la carne. En el relato Chacales y árabes (1917)6 se describe a esta última en su acepción de carroña como un alimento exclusivo para las alimañas. Es curioso señalar asimismo, por su interés anoréxico, las fantasías bulímicas del autor en las que sueña con salchichas y costillas “masticadas insaciablemente como una máquina.”
Hay también en sus escritos una especie de ética de la abstinencia que se traduce en sus costumbres por el rechazo a tomar, té, café y alcohol. En ese sentido, resulta conmovedor, por contraste, el recuerdo que invoca Kafka de las cervezas compartidas con su padre cuando iban a bañarse juntos. Las cosas entre los dos parecían ir bien entonces…
Huída del sexo
En su diario, se compara con Sören Kierkegaard de quien llega a decir que comparten ambos “el mismo lado del mundo”8. Se refiere con esto, en parte, a la relación con las mujeres. Sin embargo, en muchas de sus manifestaciones podría suscribir también las palabras de Nicolai Gógol, otro torturado como él, que afirmaba que si hubiera cedido al amor “éste le hubiera reducido instantáneamente a polvo”.
La relación sexual le produce el mismo asco que el consumo de carne. Así, escribe en el diario: “Coito es el castigo por la felicidad de estar juntos”. Y en la Carta a Milena: “El coito con la persona amada puede conducir a la pérdida del amor”.
Con Felice Bauer, su prometida en 2 ocasiones, mantuvo una relación casi epistolar, excepto una corta temporada que pasó con ella en Marienbad en una convivencia “puerta con puerta”. Entonces Kafka se encontraba mejor psíquicamente y llegó a comer —dice en sus cartas—“mantequilla, patatas y carne”; engordó y vivió unos días felices.
También, al final de su vida, convivió en Berlin con Dora Diamant durante un período de estabilidad emocional.
Sin embargo, se conoce que esta huída del sexo no fue absoluta. Parece ser que Kafka visitó en ocasiones algunas casas de citas y que tuvo un hijo de Grete Block en 1915.
El sexo le produce el mismo asco que el consumo de carne. En su diario escribe: “Coito es el castigo por la felicidad de estar juntos”. Y en Carta a Milena: “El coito con la persona amada puede conducir a la pérdida del amor”.
Ahora bien, ¿se debían sólo a una anorexia nerviosa estas preocupaciones por la sexualidad y la carne?
Si se profundiza un poco más se advierte que en relación a la comida hay, en sus escritos, muchos elementos sadomasoquistas así como miedos de fragmentación del “yo”. En efecto, la humillación y la derrota son el tema central de la obra de Kafka.
Miedo a los otros
Pero no exclusivamente en la obra, sino —y esto es lo importante— que este tipo de referencias también se encuentran en sus diarios.
El día 4 de mayo de 1913, anota Kafka: “Una y otra vez, la idea de un ancho cuchillo de charcutero, que a toda velocidad y con una regularidad mecánica penetra por el costado y me corta en rodajas muy finas que, por la rapidez de la acción, van saltando casi enrolladas”8.
El 2 de noviembre de 1911, registra esta fantasía: “Esta mañana, a primera hora, por primera vez en mucho tiempo, la alegría de imaginar un cuchillo que gira clavado en mi corazón”. Si se recuerda cómo es el momento de la ejecución de Josef K, el protagonista de la novela El proceso, podrá apreciarse la interrelación del mundo emocional de Kafka con su creación literaria.
El mismo tipo de expresiones encontramos en sus cartas: “Me imagino a mí mismo extendido en el suelo y cortado en trozos como un asado y que con mi mano voy ofreciendo lentamente estos pedazos de carne a un perro en su rincón —tales imágenes son el alimento diario de mi cabeza.” (Cartas, 1902-1924; compiladas por Max Brod).
Con respecto al miedo a los otros, señala que el “miedo es, junto con la indiferencia, su principal sentimiento frente a los seres humanos”. Y en otro lugar, afirma: “Cuando uno cierra puertas y ventanas al mundo exterior es posible crear de vez en cuando la apariencia y casi el inicio de una existencia realmente hermosa”.
Anotación ésta de un cariz esquizoide o que al menos traduce la necesidad de aislarse de los demás como un modo de defensa.
El día 15 de agosto de 1913, insiste en el diario: “Me aislaré de todos hasta la insensibilización. Me enemistaré con todo el mundo, no hablaré con nadie”. Pocas fechas después, registra el aislamiento que siente dentro de su familia.
Por otro lado, abundan en sus escritos manifestaciones de angustia y de miedo al desgarro interior: “La angustia a la que hago frente en todas direcciones (…). El mundo tremendo que tengo en la cabeza. Pero, cómo liberarme y liberarlo sin que se desgarre y me desgarre. Y es mil veces preferible desgarrarse que retenerlo o enterrarlo dentro de mí…” (observación fechada el 21 de junio de 1913). En la misma línea, se encuentran anotados momentos de desespero con ideas de suicidio por defenestración.
El deseo de ser derrotado y otros elementos de naturaleza sadomasoquista (abundantes en narraciones como El buitre, El proceso o En la colonia penitenciaria) junto con las experiencias de fragmentación de la unidad psíquica, y el temor a la cercanía de sus semejantes parecen señalar la presencia de un trastorno mental más profundo que la simple anorexia nerviosa; un trastorno en los límites de la psicosis, una especie de equilibrio prepsicótico a punto del derrumbe estrepitoso.
Un padre invencible
Algunos psicoanalistas como Simon O. Lesser sostienen esta idea; otros como Kaiser, Mecke, Neider o Sokel interpretan las fantasías de humillación de Kafka por la existencia de un conflicto edípico enquistado desde la infancia. O incluso por la persistencia de una vinculación afectiva con la madre de carácter casi simbiótico, lo que habría interferido con el desarrollo psicológico normal del niño al punto de perturbar la evolución natural que lleva desde la infancia a la formación de una personalidad independiente.
Sin entrar en demasiadas especulaciones (a menudo tan tentadoras), sabemos que Kafka siempre temió a su padre y que intentó ser aceptado por él sin llegar a conseguirlo. No es difícil reconocer en su obra la presencia de una instancia omnipotente y abstracta con la que no era posible identificarse. Las relaciones con su padre le produjeron no sólo unos sentimientos de pavor, sino también de culpa vividos todos ellos con una intensidad abrumadora, de una forma que recuerda más a los hallados en pacientes psicóticos que en otro tipo de patología.
Sin embargo, Kafka consiguió sobrevivir y poner a salvo su estabilidad mental. Esta evolución puede observarse en su producción literaria: en el relato La condena, el protagonista no resiste la presión de lo todopoderoso; en la novela El proceso, resiste pero muere; y en el cuento Una mujercita, resiste y sobrevive.
Pero, quizá, la pista fundamental para entender la vida de nuestro autor, nos la da el mismo Kafka en el comentario a los Viajes de Gulliver, donde al referirse a la educación de los niños en Liliput, deja caer, como al desgaire, estas palabras: “Los hijos no deben ser educados por los padres. Deben ser protegidos de los padres”. No parece que estas frases necesiten una mayor explicación.
Originalidad de la obra
La obra de Kafka surge de su propio sufrimiento. Sus conflictos psicológicos y su talento le dotaron de una especial capacidad para ver el mundo real desde una perspectiva insólita y diferente. Y es que en literatura, se olvida con frecuencia que lo auténtico supone un valor estético superior a lo ingenioso, excepción hecha de aquellos autores, como es el caso de Oscar Wilde, en los que autenticidad e ingenio son, a un tiempo, una y la misma cosa.
BIBLIOGRAFÍA
1. Fichter MM. The anorexia of Franz Kafka. International Journal of Eating Disorders. 1987;6:367-77.
2. Fried R, Vandereycken W. The Peter Pan Syndrome: Was James M. Barrie anorexic? International Journal of Eating Disorders. 1989;8:369-76.
3. Paterson W. Was Byron anorexic? World Medicine. 1982;15:35-8.
4. Jaspers K. Genio y locura. Madrid. Aguilar: 1968.
5. Ruitenbeek HM. Psicoanálisis y literatura. México: Fondo de Cultura Económica; 1982.
6. Kafka F. Obras completas. Tomo I. Barcelona: Planeta; 1974.
7. Brod M. Kafka. Madrid: Alianza; 1974.
8. Kafka F. Diarios (1910-1913). Barcelona: Lumen; 1975.
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