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ESPAÑA
DÍA DE LA ESCLEROSIS MÚLTIPLE
Un año entre el primer síntoma y el diagnóstico es mucho en EM
El abordaje farmacológico de la esclerosis múltiple, patología que celebró ayer su día mundial, permite resultados moderadamente buenos, aunque existe el lunar negro de la fase secundaria progresiva. Los esfuerzos se centran en lograr un diagnóstico más temprano.
José A. Plaza - Jueves, 26 de Mayo de 2011 - Actualizado a las 00:00h.
Celia Oreja-Guevara, de la SEN.
El tratamiento de la esclerosis múltiple, enfermedad que ayer conmemoró su día mundial, ha recibido en los últimos años un importante impulso y, aunque aún hay vacíos, aprueba con nota. Quizá por ello una de las mejoras más reclamadas reside en mejorar el diagnóstico precoz. Así lo ha señalado Celia Oreja-Guevara, coordinadora del grupo de enfermedades mielodisplásicas de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Oreja-Guevara ha afirmado que el diagnóstico en sí, valorado por las herramientas y los medios disponibles, está en una situación muy buena que no requiere grandes avances: "Pero necesitamos que el diagnóstico precoz progrese, ya que pasa un año, según ha demostrado un estudio español, desde que aparece el primer síntoma hasta que el neurólogo diagnostica la enfermedad".
Relación con AP
Por desconocimiento, los primeros síntomas pueden pasar inadvertidos, o se confunden, y no se produce la derivación al especialista: "Hay visitas al médico de primaria, incluso al traumatólogo y al oftalmólogo, cuando habría que ser atendido por un neurólogo". Las mejoras implicarían progresar en la educación de base de la población general y en la relación con la atención primaria.
En el plano terapéutico, la mayor preocupación reside en el abordaje de la esclerosis múltiple secundaria progresiva, que supone la fase neurodegenerativa discapacitante para la que no hay ninguna solución: "En los pacientes con enfermedad remitente recurrente sí hay varias opciones, pero en esta fase secundaria, aunque ha habido intentos, apenas hay estudios y cada vez que se ha dado con una diana ha salido mal".
Desde hace años son protagonistas los tratamientos inmunomoduladores, en concreto tres interferones y el acetato de glatiramero: "Son sólo moderadamente eficaces. Reducen los brotes en un tercio, aunque aportan seguridad a largo plazo, y al ser inyectables reducen la adherencia terapéutica".
Primera y segunda línea
En primera línea sólo existe esta opción, aunque como segunda opción se dispone de un anticuerpo monoclonal, natalizumab, "con gran eficacia, que reduce brotes en un 70 por ciento y mejora la discapacidad ralentizando la neurodegeneración en un 50 por ciento de casos". Su problema son los efectos secundarios, uno en especial: "Es muy raro pero muy grave, ya que puede aparecer leucoencefalopatía multifocal progresiva, con riesgo de fallecimiento". Como consecuencia, esta terapia se limita a un tipo de pacientes: los no respondedores a la primera línea con inmunomoduladores.
Otra opción, recientemente aprobada, es fingolimod: "Es más eficaz que los inmunomoduladores, ya que reduce brotes en un 50 por ciento". Además, se administra de forma oral, no se asocia a efectos secundarios graves (sí aumenta el riesgo de infecciones oportunistas) y tiene la misma indicación, en segunda línea, que natalizumab. Para el futuro hay diversas opciones farmacológicas en desarrollo: "Han acabado la fase III dos fármacos orales, laquinimod y BG12, con buenos resultados. No tan eficaces como fingolimod, pero disponen de un perfil de seguridad muy bueno".
Algo más atrasados en su desarrollo aparecen dos nuevos anticuerpos monoclonales: daclizumab y ocrelizumab, ejemplo de que el arsenal terapéutico en EM seguirá creciendo.
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