Avances y asignaturas pendientes / En el país, se redujo su mortalidad, pero aún se infectan 5000 personas por año
VIH/sida: 30 años de una lucha en curso
Hoy se cumplen tres décadas de la publicación científica de los primeros casos de una infección que mató a 30 millones de personas
Domingo 05 de junio de 2011 | Publicado en edición impresa.
Sebastián A. Ríos
LA NACION
Poco podía aventurarse el 5 de junio de 1981, al leer los escuetos ocho párrafos publicados en la revista Morbidity and Mortality Weekly Report, bajo el título de Pneumocystis pneumonia - Los Angeles , que describían cinco casos de pacientes atendidos en hospitales de esa ciudad por una rara y grave forma de neumonía. Sin embargo, ese día señala el comienzo de la pandemia de VIH/sida.
Desde entonces, unos 65 millones de personas contrajeron la infección -30 millones de ellas fallecieron-, que hasta hace 15 años era considerada una sentencia de muerte. En estas tres décadas, los indudables logros médicos y científicos -que van desde hallar la causa de esta rara infección primero, para luego desarrollar métodos diagnósticos y tratamientos capaces de permitir una convivencia más armónica con su huésped-, quedaron muchas veces empañados por el prejuicio, la ignorancia y hasta la negligencia de distintos sectores de la sociedad.
Hoy pueden mencionarse muchos logros y, al mismo tiempo, advertirse lo pendiente y los desafíos. Según el informe Treinta años de sida: las naciones en la encrucijada, difundido anteayer por Onusida, entre 2001 y 2011 se redujo un 25% la tasa global de nuevas infecciones. Pero el mismo informe consiga que aún hoy 9 millones de personas elegibles para tratamiento no acceden a los medicamentos que marcan la diferencia entre vivir y morir.
En la Argentina, la epidemia ha alcanzado una meseta, y eso es bueno y malo, según desde dónde se mire. Si bien la tasa de mortalidad por sida se redujo un 15% en los últimos 5 años, en cada uno de esos años se registraron, en promedio, unas 5000 nuevas infecciones y unas 1400 muertes asociadas al sida.
De los 130.000 argentinos que se estima conviven hoy con el VIH, sólo 43.000 reciben la medicación antirretroviral. Es un número entre un 15 y un 20% mayor que hace 10 años, pero la cantidad de personas infectadas sin diagnóstico (unas 50.000) y de aquellas otras que han sido diagnosticadas pero no reciben tratamiento (unas 37.000) señala las asignaturas pendientes.
"Hay un gran porcentaje de personas que desconoce su estado de infección, por lo que una de las cosas más importantes que estamos ampliando es la posibilidad de acceder al testeo voluntario", dijo a La Nacion el doctor Carlos Falistocco, que dirige la Dirección de Sida y Enfermedades de Transmisión Sexual del Ministerio de Salud.
Ignorancia y prejuicio
Los primeros años de la epidemia estuvieron signados por el desconcierto y la desesperante búsqueda de algo que impidiera, por aquel entonces, el inevitable final. "Era toda gente joven, que moría sin que se pudiera hacer nada", recordó la doctora Isabel Casetti, de su primer contacto con la enfermedad, en 1987, durante una beca de estudio en hospitales norteamericanos.
"Era un momento de mucha incertidumbre", agregó Casetti, hoy directora médica de Helios Salud. "Estaba el miedo de los médicos por el desconocimiento y la connotación inicial que tenía el sida. En Helios tuvimos que abrir un consultorio de odondología para nuestros pacientes con VIH, porque los odontólogos no los querian atender. Veíamos, además, muchas situaciones de abandono por parte de la familia y de los amigos. El sida era algo de lo que no se hablaba..."
En 1994, Silvia y su marido hicieron un pacto de silencio al enterarse, en un estudio de rutina del embarazo, que ambos estaban infectados. "Era muy difícil salir a la sociedad y enfrentar el tema: te crucificaban -aseguró-. Se lo relacionaba con la homosexualidad, la prostitución y las drogas."
El pacto duró 3 años, pero la muerte de su marido la obligó a tener que dar explicaciones sobre aquello que en tan sólo un mes de enfermedad y 15 días de internación segó la vida de una persona de 30 años, aparentemente sana. "Más allá del golpe, tuve que salir a enfrentar la parte social, y no fue poca cosa. Entonces, me cayó la ficha, porque vi en el espejo lo que me podía pasar a mí", dijo Silvia, que entonces decidió enfrentar la posibilidad de comenzar el tratamiento que venía posponiendo.
Silvia tuvo la suerte de haber sobrevivido para enfrentar esa decisión en 1997, cuando la aparición de los llamados cócteles de drogas antirretrovirales había comenzado a torcer el destino de la infección por VIH. El desafío hoy es que esos medicamentos que le permiten a Silvia llevar una vida normal lleguen a todos los que los necesitan.
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