estrategias basadas en vacunas y anticuerpos
El enfoque inmunológico cobra fuerza ante la ateroesclerosis
Los resultados del ensayo clínico en fase IIa Glacier, que se presentarán en los próximos meses, permitirán refrendar si el tratamiento de la ateroesclerosis como una patología autoinmune constituye una apuesta futura para frenar las enfermedades cardiovasculares.
Redacción | 02/04/2012 00:00
Micrografía de una arteria coronaria con ateroesclerosis. (DM)
El investigador ha señalado que los resultados de los ensayos clínicos en fase IIa con anticuerpos recombinantes que se están llevando a cabo en Estados Unidos y Canadá se presentarán en los próximos meses. "Si todo va bien, la primera familia de estas terapias podría aprobarse en los próximos cuatro o cinco años", ha anunciado.
El estudio Glacier investiga la administración intravenosa del anticuerpo monoclonal BI-204 en 144 pacientes con enfermedad coronaria estable que también están recibiendo el tratamiento convencional. El objetivo es demostrar que esta terapia reduce la inflamación en la carótida, cuantificada mediante PET al cabo de cuatro y de doce semanas tras el inicio de la terapia.
Los estudios preclínicos demostraron que la administración de BI-204, desarrollado de forma conjunta por BioInvent y Genentech, reduce en un 50 por ciento la formación de nueva placa de ateroma y el crecimiento de las ya existentes. Por otro lado, el ensayo en fase I, que se llevó a cabo con 80 voluntarios sanos que presentaban altos niveles de colesterol LDL, demostró la seguridad y la buena tolerancia del anticuerpo.
Vacunas
Las estrategias basadas en anticuerpos monoclonales o en vacunas (como CVX-210, desarrollada por CardioVax) parten de la identificación en la década de 1990 de anticuerpos frente a las lipoproteínas de baja densidad (LDL) oxidadas que se encuentran en la placa de ateroma. Fue entonces cuando surgió el concepto de que la enfermedad cardiovascular puede tener un trasfondo autoinmune en el que el sistema inmune ataca a las LDL oxidadas.
El equipo de Nilsson descubrió, gracias al uso de un adyuvante de vacunas, una vía para transformar las respuestas proinflamatorias de las células T en respuestas protectoras. Es decir, pasar de una respuesta basada en linfocitos Th1 a otra centrada en los Th2. Esta estrategia se traducía en una reducción tanto de la inflamación como de la gravedad de la placa de ateroma.
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