Nuevas terapias orales y anticuerpos monoclonales marcarán el tratamiento futuro de la esclerosis múltiple
Madrid (30/05/2012) - Redacción
• En el Día Mundial de la enfermedad, el 30 de mayo, se recuerda que es la causa más importante de discapacidad sobrevenida en el adulto joven
• Según datos de la SEN, en España 46.000 personas padecen EM y cada año se detectan 1.800 nuevos casos
El último miércoles del mes de mayo se conmemora el Día Mundial de la Esclerosis Múltiple, la causa más importante de discapacidad sobrevenida en el adulto joven. Aunque suele manifestarse entre los 20 y los 40 años, se estima que entre el dos y el cinco por ciento sufren los primeros síntomas antes de los 16 años. Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), en España, padecen esclerosis múltiple unas 46.000 personas y se detectan cada año 1.800 nuevos casos.
La esclerosis múltiple es más común en mujeres, con una proporción de 2:1. La alteración de la sensibilidad (45 por ciento), alteración motora (40 por ciento) y trastornos visuales (20 por ciento) suelen ser los primeros síntomas de esta enfermedad, entre los que también se puede incluir las alteraciones urinarias, hormigueos, pérdida de fuerza y alteraciones cognitivas.
Aunque se trata de una enfermedad crónica, progresiva y para la que no hay curación, desde que apareció el primer fármaco contra la esclerosis múltiple, hace 20 años, la calidad de vida y el pronóstico estos pacientes han cambiado drásticamente hasta tal punto de que, hoy por hoy, la enfermedad no suele modificar tanto como antes la expectativa de vida de los pacientes.
El año pasado se aprobó el primer fármaco oral para el tratamiento de esta enfermedad, que reduce el número de brotes en más de un 50 por ciento; además se aprobaron en Europa dos nuevos tratamientos sintomáticos: uno de ellos reduce en un 30 por ciento la espasticidad en los pacientes y el otro mejora la marcha en un 30 por ciento.
"Pero además, a corto plazo estarán disponibles nuevas terapias orales, y a medio plazo, anticuerpos monoclonales, con una mejor relación beneficio/riesgo y que están mostrando una gran eficacia, lo que permitirá un tratamiento individualizado, una mayor eficacia y una mayor tolerabilidad", asegura Celia Oreja-Guevara, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Desmielinizantes de la SEN. "No obstante, todavía no podemos frenar la discapacidad que genera esta enfermedad cuando los pacientes entran en la fase secundaria progresiva, ni existe ningún tipo de tratamiento para la esclerosis múltiple primaria progresiva, por lo que es necesario seguir avanzando", apunta.
Distinta evolución
A pesar de que no todos los casos evolucionan de la misma forma, generalmente la mayoría se caracterizan por episodios de síntomas neurológicos, denominados brotes, seguidos de una remisión parcial o total que suelen repetirse alternándose con periodos de mejoría. Es lo que se conoce como esclerosis múltiple remitente recurrente (EMRR), la forma más común de la enfermedad, puesto que aglutina el 65 por ciento de los casos. Pero en muchos casos las formas EMRR adoptan con el paso del tiempo un curso progresivo, pasando a denominarse esclerosis múltiple secundariamente progresiva (EMSP).
Cuando, en el diez por ciento de los casos y desde el inicio, la enfermedad adopta un curso progresivo sin apenas periodos de mejoría, se denomina esclerosis múltiple primaria progresiva (EMPP). "La edad de inicio de la EMRR suele ser entre 25-29 años aunque, en muchos casos, entre los 40-44 años se transforma a formas EMSP, generando un mayor grado de discapacidad. Las formas primariamente progresivas tienen una edad de inicio más tardío, y son más discapacitantes", explica la doctora Oreja-Guevara. Un diez por ciento de los pacientes sufre una forma benigna de la enfermedad en la que los síntomas apenas progresan después del episodio inicial, lo que les permite seguir con una vida prácticamente normal.
No existe ninguna causa conocida ni que se pueda atribuir de forma directa a la esclerosis múltiple, no obstante, la comunidad científica baraja tres hipótesis. Por un lado la higiene, ya que se ha demostrado que un menor contacto con agentes infecciosos favorece las enfermedades autoinmunes; por otro lado la vitamina D, porque las personas de países en los que hay más sol y, por tanto, más vitamina D, tienen menos posibilidades de desarrollar esclerosis múltiple; y, finalmente, la genética. No es una enfermedad hereditaria, pero existen variaciones genéticas que aumentan el riesgo de desarrollar esta enfermedad.
La esclerosis múltiple es más común en mujeres, con una proporción de 2:1. La alteración de la sensibilidad (45 por ciento), alteración motora (40 por ciento) y trastornos visuales (20 por ciento) suelen ser los primeros síntomas de esta enfermedad, entre los que también se puede incluir las alteraciones urinarias, hormigueos, pérdida de fuerza y alteraciones cognitivas.
Aunque se trata de una enfermedad crónica, progresiva y para la que no hay curación, desde que apareció el primer fármaco contra la esclerosis múltiple, hace 20 años, la calidad de vida y el pronóstico estos pacientes han cambiado drásticamente hasta tal punto de que, hoy por hoy, la enfermedad no suele modificar tanto como antes la expectativa de vida de los pacientes.
El año pasado se aprobó el primer fármaco oral para el tratamiento de esta enfermedad, que reduce el número de brotes en más de un 50 por ciento; además se aprobaron en Europa dos nuevos tratamientos sintomáticos: uno de ellos reduce en un 30 por ciento la espasticidad en los pacientes y el otro mejora la marcha en un 30 por ciento.
"Pero además, a corto plazo estarán disponibles nuevas terapias orales, y a medio plazo, anticuerpos monoclonales, con una mejor relación beneficio/riesgo y que están mostrando una gran eficacia, lo que permitirá un tratamiento individualizado, una mayor eficacia y una mayor tolerabilidad", asegura Celia Oreja-Guevara, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Desmielinizantes de la SEN. "No obstante, todavía no podemos frenar la discapacidad que genera esta enfermedad cuando los pacientes entran en la fase secundaria progresiva, ni existe ningún tipo de tratamiento para la esclerosis múltiple primaria progresiva, por lo que es necesario seguir avanzando", apunta.
Distinta evolución
A pesar de que no todos los casos evolucionan de la misma forma, generalmente la mayoría se caracterizan por episodios de síntomas neurológicos, denominados brotes, seguidos de una remisión parcial o total que suelen repetirse alternándose con periodos de mejoría. Es lo que se conoce como esclerosis múltiple remitente recurrente (EMRR), la forma más común de la enfermedad, puesto que aglutina el 65 por ciento de los casos. Pero en muchos casos las formas EMRR adoptan con el paso del tiempo un curso progresivo, pasando a denominarse esclerosis múltiple secundariamente progresiva (EMSP).
Cuando, en el diez por ciento de los casos y desde el inicio, la enfermedad adopta un curso progresivo sin apenas periodos de mejoría, se denomina esclerosis múltiple primaria progresiva (EMPP). "La edad de inicio de la EMRR suele ser entre 25-29 años aunque, en muchos casos, entre los 40-44 años se transforma a formas EMSP, generando un mayor grado de discapacidad. Las formas primariamente progresivas tienen una edad de inicio más tardío, y son más discapacitantes", explica la doctora Oreja-Guevara. Un diez por ciento de los pacientes sufre una forma benigna de la enfermedad en la que los síntomas apenas progresan después del episodio inicial, lo que les permite seguir con una vida prácticamente normal.
No existe ninguna causa conocida ni que se pueda atribuir de forma directa a la esclerosis múltiple, no obstante, la comunidad científica baraja tres hipótesis. Por un lado la higiene, ya que se ha demostrado que un menor contacto con agentes infecciosos favorece las enfermedades autoinmunes; por otro lado la vitamina D, porque las personas de países en los que hay más sol y, por tanto, más vitamina D, tienen menos posibilidades de desarrollar esclerosis múltiple; y, finalmente, la genética. No es una enfermedad hereditaria, pero existen variaciones genéticas que aumentan el riesgo de desarrollar esta enfermedad.
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