Una terapia triplica la supervivencia a dos años en cáncer de pulmón avanzado
El tratamiento estimula al sistema inmune para que ataque a las células tumorales y las metástasis
Sirve para casos en que han fracasado los tratamientos de quimioterapia y radioterapia
Francisco Peregil Buenos Aires 31 MAY 2013 - 05:00 CET29
Este periódico publicó en abril de 2011 una entrevista con el empresario argentino Hugo Sigman en cuyo título confesaba: “Mi gran desafío es cronificar el cáncer”. O sea, prolongar la enfermedad hasta que deje de ser mortal. Este psiquiatra, consejero delegado del grupo Insud, fundador del laboratorio farmacéutico Chemo -con sedes en Madrid y Buenos Aires- y de empresas relacionadas con el cine y el mundo editorial, comenzó hace 18 años, con buenas dosis de “inconsciencia” un proyecto para investigar una vacuna terapéutica contra el cáncer. No contaba entonces ni con la experiencia, ni con el dinero ni los recursos humanos necesarios. Así que no tuvo más remedio que probar caminos nuevos y recurrir a la cooperación con el sector público, algo que en aquella época era bastante inusual en Argentina.
Esta semana, gracias a aquel espíritu un tanto utópico, el equipo y los socios de Hugo Sigman y su esposa, la bioquímica Silvia Gold, presentarán en la reunión anual de la American Society of Clinical Oncology (ASCO) de Chicago el fruto que comenzaron a buscar hace 18 años: la vacuna terapéutica Vaxira® (racotumomab), una nueva opción de tratamiento para pacientes con cáncer de pulmón de células no pequeñas.
Este tipo de cáncer de pulmón es de los más letales de todos. Es poco habitual detectarlo en su fase inicial porque cuando los síntomas aparecen ya se encuentra en un periodo avanzado. Cada año surgen 1,61 millones de nuevos casos y acaba con la vida de 1,38 millones de personas (18,2% de todos los fallecimientos oncológicos), según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre los distintos tipos de cáncer de pulmón, el de células no pequeñas es el más frecuente, con un 70% de prevalencia.
Como muestra de su letalidad, se puede afirmar que, de una manera general, el 90% de las personas a las que se diagnostica un cáncer de pulmón no sobrevive más de cinco años. Esta enfermedad tiene diversas variedades, y, además, hay pocas pruebas que la detecten precozmente, informa Emilio de Benito. Y, en el caso de los tumores graves y resistentes a las terapias ya existentes, las perspectivas son aún peores: solo un 8% de las personas sobrevive actualmente dos años; con este nuevo tratamiento, el porcentaje llega al 24%, dice Sigman.
“Con este producto no se elimina el cáncer”, advierte Sigman, “pero se le da al enfermo la oportunidad de una sobrevida más larga; se triplica la cantidad de pacientes que sobreviven dos años después de iniciada su aplicación. Es el primer tratamiento nuevo para esta indicación que tienen disponible los oncólogos en los últimos 10 años”.
El producto es fruto de la asociación de un consorcio público-privado en el que han participado unos 90 investigadores. Por la parte privada destaca el laboratorio Chemo como principal impulsor. En el sector público participaron el Centro de Inmunología Molecular de La Habana y diversas instituciones argentinas. Hace unos cuatro años, Sigma volvió a necesitar alianzas para afrontar los estudios clínicos y optó por asociarse con un laboratorio de Brasil y otro de Indonesia. “A cambio de recibir ellos la licencia del producto nos ayudaron en la última etapa que es muy costosa”, señala.
“Durante todos estos años, cada vez que nos entrevistaban teníamos miedo de infundir demasiadas esperanzas en los pacientes”, indica Silvia Gold. “No prometíamos nada. Pero el año pasado ya lo presentamos en la reunión anual de ESMO (The European Society for Medical Oncology), en Viena. Y esta semana lo haremos en Chicago. El producto ya está aprobado en Cuba y se espera que en los próximos meses empiece a estar disponible allá. En Argentina saldrá al mercado en julio. Y ya está licenciado en 25 países de América, Asia y Europa. Para el resto del mundo, la licencia la tiene Chemo. En donde el proceso de aprobación se encuentra más próximo a comenzar es en Brasil, México, Indonesia, Uruguay y Turquía”, concluye Gold.
El matrimonio aclara que la vacuna no es preventiva sino terapéutica. Solo se puede aplicar cuando se detecta el cáncer. “No todos los pacientes sobrellevan bien las sesiones de quimio y radioterapia. Esta nuevo medicamento produce una respuesta inmunológica que hace que el organismo del enfermo ataque el tumor sin graves efectos adversos. Además, es compatible con los tratamientos tradicionales”, indica Sigman. “Cuanto mejor haya respondido el paciente a la quimio y a la radioterapia mejor responderá a esta vacuna”, precisa un colaborador de Sigman.
“La vacuna consiste en una inyección intradérmica que se aplica en la piel, en la capa más superficial de la dermis”, subraya Sigman. Se administran cinco dosis cada 14 días. Después, una por mes hasta completar 15. Y luego se requiere un refuerzo trimestral. En Argentina el coste lo cubrirá el Estado o los seguros médicos. En otros países, el tratamiento saldrá por unos 20.000 o 30.000 dólares al año (de 15.000 a 23.000 euros). “Los nuevos productos de este tipo están al doble de este costo”, aclara Sigman.
El proyecto comenzó hace 18 años durante una reunión del matrimonio argentino con el director del Centro de Inmunología Molecular de La Habana, Agustín Lage. “Había antecedentes de un equipo que trabajó en Estados Unidos en un proyecto parecido, pero no prosperó. Nosotros comenzamos con muy poca consciencia del esfuerzo económico y los recursos humanos que íbamos a necesitar”, indica Sigman. “Hicimos un plan de trabajo de cinco años. Firmamos un convenio que tenía plazos y etapas y al cabo de ese tiempo el producto iba a estar registrado y lanzado. Al terminar ese periodo vimos que aquello no era viable. Pero teníamos algo. Y dijimos: ‘¿Seguimos o no seguimos?”, explica Silvia Gold.
“Era un sentimiento épico por ver si en países como los nuestros, donde no existe una tradición de descubrimiento de productos, éramos capaces de abordar esta aventura. Y por otra parte, queríamos probar un abordaje distinto al cáncer; porque como médicos veíamos que muchos pacientes no podían tratarse esta enfermedad a causa de los efectos secundarios de los tratamientos. Nuestro sueño era detener la enfermedad y que el paciente sufriera lo menos posible”, comenta Sigman.
Hace 18 años el tratamiento inmunológico contra el cáncer era observado con cierto escepticismo por buena parte de la comunidad científica. Hoy en día, sin embargo, la inmunoterapia desempeña un papel importante en el tratamiento oncológico, según señala el director del Instituto de Salud de la London Metropolitan University, Christopher Branford-White, en unas declaraciones facilitadas por el laboratorio Chemo. “La principal ventaja de este tipo de estrategia es que hace blanco en antígenos tumorales específicos, lo cual implica menos toxicidad y menos efectos adversos en comparación con las terapias convencionales”, concluye Branford-White. Se tata, como otros "mabs" ya conocidos, de enseñar al sistema inmunitario a atacar a las células cancerosas. En concreto, se ha buscado un antígeno (un marcador) que está en la superficie de las células enfermas y solo en ellas. Con ello se produce una especie de vacuna: tras las inyecciones, los ganglios (sede del sistema inmunitario) fabrican los anticuerpos, que son específicos para ellos. Es, como se ve, un proceso similar al de las vacunas. Luego, esos anticuerpos, que circulan por la sangre, se encargarán de atacar las células cancerosas, ya que estas tienen el mismo marcador.
Este tipo de terapias -los mabs, anticuerpos monoclonales en inglés- son la última novedad en tratamientos personalizados oncológicos. Actúan sobre células específicas, y parten de células concretas, por lo que no atacan al resto del organismo. Es un abordaje novedoso del que ya hay algunos acasos muy exitosos (el trastuzumab para mama o el bevacizumab que se aprobó para el colorrectal y ahora se estudia en otros cánceres). Como todo tratamiento nuevo, se empieza aprobando para los casos más graves.
El sueño de “cronificar” esta enfermedad aún sigue en pie para Sigman y Gold. El objetivo en el futuro será extender el producto a otros tipos de cáncer.
Esta semana, gracias a aquel espíritu un tanto utópico, el equipo y los socios de Hugo Sigman y su esposa, la bioquímica Silvia Gold, presentarán en la reunión anual de la American Society of Clinical Oncology (ASCO) de Chicago el fruto que comenzaron a buscar hace 18 años: la vacuna terapéutica Vaxira® (racotumomab), una nueva opción de tratamiento para pacientes con cáncer de pulmón de células no pequeñas.
Este tipo de cáncer de pulmón es de los más letales de todos. Es poco habitual detectarlo en su fase inicial porque cuando los síntomas aparecen ya se encuentra en un periodo avanzado. Cada año surgen 1,61 millones de nuevos casos y acaba con la vida de 1,38 millones de personas (18,2% de todos los fallecimientos oncológicos), según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre los distintos tipos de cáncer de pulmón, el de células no pequeñas es el más frecuente, con un 70% de prevalencia.
Como muestra de su letalidad, se puede afirmar que, de una manera general, el 90% de las personas a las que se diagnostica un cáncer de pulmón no sobrevive más de cinco años. Esta enfermedad tiene diversas variedades, y, además, hay pocas pruebas que la detecten precozmente, informa Emilio de Benito. Y, en el caso de los tumores graves y resistentes a las terapias ya existentes, las perspectivas son aún peores: solo un 8% de las personas sobrevive actualmente dos años; con este nuevo tratamiento, el porcentaje llega al 24%, dice Sigman.
“Con este producto no se elimina el cáncer”, advierte Sigman, “pero se le da al enfermo la oportunidad de una sobrevida más larga; se triplica la cantidad de pacientes que sobreviven dos años después de iniciada su aplicación. Es el primer tratamiento nuevo para esta indicación que tienen disponible los oncólogos en los últimos 10 años”.
El producto es fruto de la asociación de un consorcio público-privado en el que han participado unos 90 investigadores. Por la parte privada destaca el laboratorio Chemo como principal impulsor. En el sector público participaron el Centro de Inmunología Molecular de La Habana y diversas instituciones argentinas. Hace unos cuatro años, Sigma volvió a necesitar alianzas para afrontar los estudios clínicos y optó por asociarse con un laboratorio de Brasil y otro de Indonesia. “A cambio de recibir ellos la licencia del producto nos ayudaron en la última etapa que es muy costosa”, señala.
“Durante todos estos años, cada vez que nos entrevistaban teníamos miedo de infundir demasiadas esperanzas en los pacientes”, indica Silvia Gold. “No prometíamos nada. Pero el año pasado ya lo presentamos en la reunión anual de ESMO (The European Society for Medical Oncology), en Viena. Y esta semana lo haremos en Chicago. El producto ya está aprobado en Cuba y se espera que en los próximos meses empiece a estar disponible allá. En Argentina saldrá al mercado en julio. Y ya está licenciado en 25 países de América, Asia y Europa. Para el resto del mundo, la licencia la tiene Chemo. En donde el proceso de aprobación se encuentra más próximo a comenzar es en Brasil, México, Indonesia, Uruguay y Turquía”, concluye Gold.
Un consorcio latinoamericano lanza el producto tras presentarlo en los congresos europeo y americano
“La vacuna consiste en una inyección intradérmica que se aplica en la piel, en la capa más superficial de la dermis”, subraya Sigman. Se administran cinco dosis cada 14 días. Después, una por mes hasta completar 15. Y luego se requiere un refuerzo trimestral. En Argentina el coste lo cubrirá el Estado o los seguros médicos. En otros países, el tratamiento saldrá por unos 20.000 o 30.000 dólares al año (de 15.000 a 23.000 euros). “Los nuevos productos de este tipo están al doble de este costo”, aclara Sigman.
El proyecto comenzó hace 18 años durante una reunión del matrimonio argentino con el director del Centro de Inmunología Molecular de La Habana, Agustín Lage. “Había antecedentes de un equipo que trabajó en Estados Unidos en un proyecto parecido, pero no prosperó. Nosotros comenzamos con muy poca consciencia del esfuerzo económico y los recursos humanos que íbamos a necesitar”, indica Sigman. “Hicimos un plan de trabajo de cinco años. Firmamos un convenio que tenía plazos y etapas y al cabo de ese tiempo el producto iba a estar registrado y lanzado. Al terminar ese periodo vimos que aquello no era viable. Pero teníamos algo. Y dijimos: ‘¿Seguimos o no seguimos?”, explica Silvia Gold.
“Era un sentimiento épico por ver si en países como los nuestros, donde no existe una tradición de descubrimiento de productos, éramos capaces de abordar esta aventura. Y por otra parte, queríamos probar un abordaje distinto al cáncer; porque como médicos veíamos que muchos pacientes no podían tratarse esta enfermedad a causa de los efectos secundarios de los tratamientos. Nuestro sueño era detener la enfermedad y que el paciente sufriera lo menos posible”, comenta Sigman.
Hace 18 años el tratamiento inmunológico contra el cáncer era observado con cierto escepticismo por buena parte de la comunidad científica. Hoy en día, sin embargo, la inmunoterapia desempeña un papel importante en el tratamiento oncológico, según señala el director del Instituto de Salud de la London Metropolitan University, Christopher Branford-White, en unas declaraciones facilitadas por el laboratorio Chemo. “La principal ventaja de este tipo de estrategia es que hace blanco en antígenos tumorales específicos, lo cual implica menos toxicidad y menos efectos adversos en comparación con las terapias convencionales”, concluye Branford-White. Se tata, como otros "mabs" ya conocidos, de enseñar al sistema inmunitario a atacar a las células cancerosas. En concreto, se ha buscado un antígeno (un marcador) que está en la superficie de las células enfermas y solo en ellas. Con ello se produce una especie de vacuna: tras las inyecciones, los ganglios (sede del sistema inmunitario) fabrican los anticuerpos, que son específicos para ellos. Es, como se ve, un proceso similar al de las vacunas. Luego, esos anticuerpos, que circulan por la sangre, se encargarán de atacar las células cancerosas, ya que estas tienen el mismo marcador.
Este tipo de terapias -los mabs, anticuerpos monoclonales en inglés- son la última novedad en tratamientos personalizados oncológicos. Actúan sobre células específicas, y parten de células concretas, por lo que no atacan al resto del organismo. Es un abordaje novedoso del que ya hay algunos acasos muy exitosos (el trastuzumab para mama o el bevacizumab que se aprobó para el colorrectal y ahora se estudia en otros cánceres). Como todo tratamiento nuevo, se empieza aprobando para los casos más graves.
El sueño de “cronificar” esta enfermedad aún sigue en pie para Sigman y Gold. El objetivo en el futuro será extender el producto a otros tipos de cáncer.
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