Mitos y realidades de la hipnosis
Este concepto siempre ha estado rodeado de leyendas esotéricas
Existen sociedades científicas e investigaciones que estudian el poder de esta práctica
Su eficacia se ha demostrado en trastornos como la ansiedad, la depresión o el tabaquismo
“Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso! ¿Sugestionar?, ¡qué fácil, rápido y barato!” (Ramón y Cajal)
Si no es un trance, ¿qué es? Una de las definiciones más comprensibles es la de Robert Fisher: “es un estado de la mente en el que la gente puede entrar y salir con frecuencia sin necesidad de ser hipnotizado. Es como ir al cine y olvidarse del ruido de las palomitas, de la conversación de los otros y del runrún del aire acondicionado, porque la atención se centra en la película”.
– ‘La maldición del escorpión de jade’, de Woody Allen.
– ‘El gabinete del doctor Caligari’, de Robert Wiene.
– ‘Freud, pasión secreta’, de John Huston.
– ‘Trabajo basura’, de Mike Judge.
– ‘Inconscientes’, de Joaquim Oristrell.
2. LIBROS
Dos manuales que tratan el tema de forma rigurosa:
– ‘Hipnosis’, de Antonio Capafons. Editorial Síntesis.
– ‘Hipnosis en el siglo XXI’, de Héctor González Ordi. Editorial Grupo 5.
En una pequeña práctica de grupo con alumnos de primero de la carrera de Psicología es fácil conseguir que muchos de ellos (alrededor de 80) respondan a sencillas sugestiones. Pueden notar que una parte del cuerpo les pesa mucho o, por el contrario, sentir que flota. Experimentar que una mano se queda pegada a la otra. Sentir cómo el cuerpo se balancea solo. O pueden empezar a salivar cuando se les hace entrar en una historia donde el protagonista es un jugoso limón.
Con la hipnosis se puede ir mucho más allá. Se puede conseguir que un sujeto alucine, que vea un elefante delante de él. O por el contrario, que experimente una alucinación negativa, que la mesa que tiene enfrente desaparezca de su vista. De la mente de la persona hipnotizada también se puede eliminar información. Como si utilizáramos una goma de borrar, se puede extraer el número cinco de su cerebro. De tal forma, que cuando se le pide que cuente sus dedos uno a uno, empieza: uno, dos, tres, cuatro, seis, siete, ocho, nueve, diez y once. Y se queda perplejo de tener ¡once dedos!
“Pocas terapias en la historia de la medicina han disfrutado simultáneamente de tan amplio renombre y
tan extensa condena como la hipnosis”
(Lewis R. Wolberg)
También se puede conseguir, en algunos casos, que los sujetos hipnotizados experimenten “regresiones” a la infancia o a la juventud. La pregunta clave es: ¿realmente la memoria se incrementa o son solo imaginaciones? Es cierto que la hipnosis puede provocar la evocación de recuerdos olvidados, pero a veces la imaginación también pone su sal. Para comprobarlo se comparan las descripciones que relatan los sujetos de esos episodios infantiles con las de sus padres, y en muchos casos existen discordancias. “Recuerdo mi quinto cumpleaños en el piso de la calle de Pérez Galdós perfectamente. Los muebles, la gente que había…”. Y después, el familiar corrige esta nítida visión, argumentando que en esa época ya se habían mudado a otra casa. A los psicólogos nos les importa demasiado que esos recuerdos no sean fieles a la realidad, porque lo que afecta al sujeto no es lo que le pasó realmente, sino su recuerdo, esa invención o experiencia subjetiva.
Son muchas las patologías o trastornos en los que la hipnosis ha mostrado su eficacia: ansiedad, depresión, fobias, tabaquismo, asma, trastornos dermatológicos, síndrome del colon irritable, náuseas y vómitos en la quimioterapia, sometimiento a procedimientos médicos estresantes, dismenorrea, dolor crónico, quemaduras, estrés postraumático… A veces se aplica como un elemento más del tratamiento.
“El sujeto hipnotizado no es un agente pasivo, robotizado por las órdenes del hipnotizador”
(Héctor González Ordi)
Para que a uno lo hipnoticen, lo primero que tiene que hacer es querer. No pasa como en las películas. Si una persona se niega, no hay forma de hipnotizarla. Además, hay que tener capacidad de atención, es decir, debe poder centrarse exclusivamente en las palabras del hipnotizador, si no, no será posible la hipnosis. Y, en tercer lugar, debe dejarse llevar. Si durante la sesión de hipnosis empezamos a pensar: “no noto nada”, “esto es una tontería…”, será difícil hipnotizarnos. El espíritu crítico lo hemos de guardar en el bolsillo, porque de otra manera ocurre como con una película: no nos dejaremos atrapar por el argumento.
Uno… los párpados le pesan… nota cómo poco a poco se le van cerrando los ojos…
Dos… mientras la pesadez en los párpados es cada vez más intensa, una profunda sensación de relajación invade su cuerpo.
Tres… cierra los ojos y se sumerge en un estado de paz y felicidad…
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