Casi el 10% de los niños nacidos en España son prematuros
El retraso de la edad de la maternidad y el incremento del uso de técnicas de fertilización han provocado un aumento importante del número de niños prematuros en las dos últimas décadas. Actualmente en España, uno de cada 13 niños nace antes de las 37 semanas de gestación, representando la causa del 75% de ingresos de neonatos en los hospitales españoles. «Un prematuro es un bebé todavía inmaduro, que no ha completado el desarrollo de sus órganos. Esto hace preciso el seguimiento del bebé para prevenir posibles secuelas», explica Pilar García, de laSociedad Española de Neonatología, integrada en la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Aunque las principales causas a las que se achaca el aumento de la prematuridad más frecuentemente son la edad de la madre y las técnicas de fertilización artificial, García advierte que no se pueden descartar «factores de riesgo socioambientales y de riesgo genético que influyen en la prematuridad». Así entre los ambientales, «es bien sabido que las infecciones, incluso las que se producen lejos del útero como las infecciones periodontales, pueden desencadenar un parto prematuro», asegura esta experta que recuerda que aproximadamente «el 80% de los partos prematuros tiene una infección concomitante».
El estrés y los hábitos tóxicos como el tabaco y otro tipo de drogas también son factores condicionantes ya que puede afectar al flujo sanguíneo placentario, pero también, apunta esta experta, «las alteraciones estructurales del útero también pueden ser causa de nacimiento prematuro». Por otra parte, añade, «se sabe que puede haber una predisposición genética y, así, las mujeres que han tenido un parto pretérmino presentan mayor riesgo de que el parto pretérmino se repita en gestaciones posteriores y las mujeres que fueron prematuras tienen más probabilidades de sufrir un parto pretérmino espontáneo».
El 80% de los partos prematuros tiene una infección concomitante
Habitualmente en estos niños las complicaciones empiezan inmediatamente después del parto, siendo frecuente «la necesidad de ventilación mecánica por el distress respiratorio, los problemas digestivos que dificultan la alimentación, la dificultad de termorregulación o la hipoglucemia –bajadas de azúcar- », señala García, aunque hay que diferenciar porque los problemas de salud está relacionada con la edad de gestación. «Así, los niños extremadamente prematuros, menos de 28 semanas, tienen mayores problemas que los que nacen más tarde: la incidencia de problemas es inversamente proporcional a la edad de gestación». Los más inmediatos al nacimiento son los propios de la «inmadurez de sus órganos» y así algunos precisan ayuda para poder «respirar -necesitan estar conectados a respiradores-, tienen dificultad para la alimentación -por lo tanto para nutrirlos hay que utilizar la vía parenteral para lograr un adecuado aporte calórico durante la primera etapa-, etc. «Sería –señala- difícil resumir en unas líneas todos los problemas por los que atraviesan estos niños; sin embargo es a largo plazo cuando se detectan las secuelas que pueden presentar y en ese sentido tienen con mayor frecuencia que los nacidos a término: problemas motores, sensoriales, cognitivos y de conducta, además de ser más vulnerables a los problemas respiratorios para los que precisan cuidados especiales».
Y, aunque se puede generalizar, reconoce García -habría que distinguir entre los muy prematuros y extremadamente prematuros de los moderadamente prematuros y los prematuros tardíos-, «sí es cierto los muy prematuros tienen con más frecuencia problemas de aprendizaje y de conducta en la etapa escolar y que tienen peores puntuaciones de cociente intelectual (CI ) que los nacidos a término».
Frecuente pero importante
Que la prematuridad sea algo más frecuente, «no es motivo para quitarle importancia», advierte por su parte Isabel Izquierdo, del Hospital La Fe de Valencia. Aunque los avances en el tratamiento prenatal y posnatal, así como en el farmacológico y en las nuevas tecnologías, han permitido mejorar la supervivencia y evitar muchas de las secuelas en los bebés, en los prematuros tardíos – los nacidos entre la 34 y 36 semanas y que suponen el 70% de los casos-, se ha visto que las alteraciones en el desarrollo aparecen en la edad escolar con mayor frecuencia que en niños nacidos a término. «Por ello, son importantes los programas de seguimiento y los controles clínicos que permitan detectar precozmente cualquiera de las dificultades», subraya esta experta.
De hecho, indica García, hay métodos que tratan de detectar el riesgo de que una madre tenga un niño prematuro que valora los factores descritos anteriormente junto a determinados marcadores bioquímicos pero no logran detectar la mayoría de los casos. «La prevención va a ir en función de la causa: existen tratamientos específicos como el cerclaje cervical en casos de incompetencia del cuello de útero, la administración de progesterona, el tratamiento de las infecciones, etc. Las madres sometidas a una fertiliación in vitro (FIV) deben ser controladas en las unidades de gestación de alto riesgo con un seguimiento más riguroso».
Muchas alteraciones fetales pueden diagnosticarse intraútero
Y recuerda la experta que hay muchas alteraciones fetales que pueden diagnosticarse intraútero mediante ecografía, monitorización de frecuencia cardiaca, estudio del flujo sanguíneo, detección de infecciones, etc. «Es importante que la gestación esté controlada adecuadamente por un especialista desde el primer trimestre».
En este sentido, señala, los avances en el tratamiento prenatal y posnatal, así como en el farmacológico y en las nuevas tecnologías, han sido determinantes. Actualmente «la supervivencia de los bebés prematuros nacidos en la semana 26 es superior al 80% y por encima de la semana 28 del 90%», recuerda la doctora García, mientras destaca que estos bebés pesan menos de 1 kg.
Entre los progresos más importantes destaca las evidencias del beneficio que tiene humanizar el entorno en el que están los bebés y que los padres sean partícipes en el desarrollo del niño. «El vínculo con el bebé hay que crearlo desde el primer momento, deben saber que son útiles para sus hijos, además supone parte de la integración psicológica de la situación», subraya la vocal de la Sociedad Española de Neonatología. En este sentido, la incorporación de las técnicas de cuidados centrados en el desarrollo y en la familia ha supuesto una mejora recalcable.
Humanizar el entorno
«Las unidades de neonatología buscan humanizar el entorno, se interviene sobre el macroambiente y el microambiente, teniendo siempre a los padres cerca», describe Izquierdo. «Intentamos reproducir una situación ambiental intraútero atendiendo especialmente a los cuidados posturales y la manipulación mínima, actuando sobre el dolor y medidas de confort; se evita la luz y el ruido, intervenciones todas ellas, que ayudan a favorecer neurodesarrollo del bebé. Promocionamos la lactancia materna, favorecemos el método canguro, es decir, el contacto piel con piel de los padres y el bebé ya desde la sala de partos y se favorece la integración de la familia mediante la política de ‘puertas abiertas’».
«El objetivo primordial de los cuidados neonatales es conseguir que los supervivientes lo hagan en las mejores condiciones posibles que les permitan un adecuado desarrollo», concluyen las doctoras García e Izquierdo.
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