Brasil liberará mosquitos transgénicos contra el dengue
El Gobierno autoriza el uso de machos de la especie transmisora modificados para que no puedan engendrar crías viables. La técnica entraña riesgos biológicos
FRANCHO BARÓN Rio de Janeiro 27 ABR 2014 - 20:04 CET
Brasil acaba de autorizar el uso de mosquitos Aedes aegypti genéticamente modificados con el propósito de dar un paso crucial en el combate contra estos insectos, principales transmisores de la enfermedad del dengue, que el año pasado padecieron 1,5 millones de personas en el país y provocó 545 muertes. La Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio), un órgano dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, aprobó el pasado 10 de abril por 16 votos a favor y uno en contra la comercialización de la variante macho OX513A de la especie, a la que se han introducido dos genes adicionales que les impiden tener crías viables. Con la manipulación genética, el mosquito puede procrear, pero sus descendientes morirán antes de llegar a la fase adulta, lo que puede reducir a su mínima expresión la población de Aedes aegypti. No obstante, algunas organizaciones alertan de que no existen pruebas científicas que avalen esta tesis y del riesgo biológico que podría suponer la erradicación del insecto.
La firma británica Oxitec será la encargada de poner en marcha la producción masiva de la variante modificada, después de tres años de experimentos en colaboración con la organización social brasileña Moscamed. La decisión del Gobierno brasileño se apoya en dos ensayos desarrollados en la localidad de Juazeiro, en el interior del Estado de Bahía, donde la puesta en libertad de estos mosquitos transgénicos ha logrado, según los investigadores, una disminución del 81% y del 93% de la población de la especie. Los ejemplares liberados sobreviven entre dos y cuatro días, de forma que la población crece al principio artificialmente de manera exponencial para después caer en picado. Los machos transgénicos no pican y solo las hembras tienen la capacidad de transmitir el dengue a los humanos.
La CTNBio ha alertado de que la liberación masiva de estos insectos debe ir acompañada de un control exhaustivo de la población de otra especie transmisora, la Aedes albopictus, “debido al riesgo de que esta ocupe el nicho ecológico generado por la supresión del Aedes aegypti”. Estas observaciones ya están en curso en un tercer experimento que se desarrolla en Jacobina, una localidad de 80.000 habitantes también enclavada en el Estado de Bahía, donde Moscamed está soltando millones de mosquitos transgénicos para analizar el comportamiento del albopictus. Según los investigadores, ya existen evidencias de que es necesario liberar 500 ejemplares transgénicos semanales por habitante para garantizar una disminución de la población de los Aedes.
“Como científica, no puedo afirmar que el riesgo sea cero, de la misma manera que una vacuna tampoco tiene una eficacia del 100%. Lo que sí puedo decir es que el proyecto funciona y que el potencial de este insecto genéticamente modificado es muy bueno. Es importante que tomemos algunas precauciones, como realizar todos los controles de calidad en la producción. No podemos lanzar al mercado mosquitos con deficiencias, o dejar escapar hembras. Sería como vender leche contaminada”, explica la bióloga molecular especializada en mosquitos e investigadora del proyecto Margareth Capurro.
Según el Ministerio de Sanidad, Brasil tiene 321 ciudades en situación de riesgo y 725 en estado de alerta ante una posible epidemia. Todos los años, en el periodo de lluvias registrado a partir de marzo, innumerables municipios brasileños entran en una suerte de histeria colectiva generada por la explosión del dengue, que provoca vómitos, fiebre y dolores musculares, y contra el que aún no existe ninguna vacuna de eficacia probada. La gran preocupación radica en que su variante hemorrágica puede llevar a la muerte. Por ahora, los únicos medios de prevención se resumen en evitar la acumulación de espacios de agua estancada (que se convierten en criaderos de Aedes aegypti), el uso de repelentes contra la picadura de insectos y la pulverización de pesticidas, una opción que puede entrañar riesgos para la salud humana.
Tras la luz verde de la CTNBio, que se limita a avalar la seguridad de la comercialización de los mosquitos transgénicos, la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) tendrá que aprobar el registro comercial del producto y controlar su salida al mercado.
Capurro asegura que la puesta en libertad del mosquito transgénico “no persigue la erradicación de la especie, sino la reducción de su población a niveles que minimicen la transmisión del dengue”. La científica recuerda que la misma especie, que tiene su origen en Singapur y llegó a Brasil a bordo de barcos y aviones, fue erradicada en el país americano en la década de los cincuenta del siglo pasado mediante el uso de insecticidas. Su reintroducción se produjo en los años ochenta.
Según el primer ejecutivo de Oxitec, Hadyn Parry, “el perfil medioambiental benéfico y su excelente eficacia comprobada hacen que el mosquito modificado sea una nueva y valiosa herramienta para complementar los esfuerzos de las autoridades sanitarias de todo el mundo en la lucha contra los mosquitos que transmiten el dengue”.
“No hay datos que demuestren que este mosquito reduzca la incidencia del dengue”, contradice Gabriel Fernandes, asesor de la organización brasileña de agricultura familiar y agroecología AS-PTA. “Ineficaces y peligrosos, los insectos transgénicos de Oxitec son un mal escaparate para las exportaciones británicas a Brasil. Un intento desesperado de apoyar la biotecnología británica y de recompensar a los inversores de capital de riesgo no debe cegar a los Gobiernos de Reino Unido y Brasil ante los riesgos de esta tecnología”, asegura Helen Wallace, directora de la organización británica GeneWatc.
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