INTERNACIONAL Informe del Congreso de EEUU
El síndrome de la Guerra del Golfo sigue siendo real 23 años después
El uso de armas químicas sigue afectando a 175.000 veteranos
No se publican cifras de mortalidad en estos soldados desde el año 2000
Se advierte por primera vez un aumento de tumores cerebrales
Los problemas psicológicos tras este conflicto son inferiores a otras guerras
Baterías antiáereas en el cielo de Bagdad en enero de 1991 PATRICK DE NOIRMONT Reuters
Entre 1990 y 1991, 700.000 militares estadounidenses fueron desplazados a Irak para combatir contra Sadam Husein tras la ocupación de Kuwait. En la operación 'Tormenta del Desierto' se lanzaron miles de ataques con armas químicas que no sólo tuvieron graves consecuencias en la población iraquí, sino que incluso mermaron la salud de los propios soldados estadounidenses. Veintitres años después del conflicto, muchos de ellos sufren aún las secuelas del llamado 'síndrome de la Guerra del Golfo', y el Congreso de EEUU denuncia la falta de información y seguimiento sobre muchas de las secuelas.
El comité de investigación creado por el Congreso sobre veteranos de la Guerra del Golfo (RACGWVI, según sus siglas en inglés), elabora periódicamente informes científicos sobre la salud y las secuelas de los soldados americanos que estuvieron en contacto con el gas sarin y otros gases tóxicos durante el conflicto. Y por primera vez desde 2008, acaba de actualizar sus conclusiones sobre los más de 175.000 veteranos afectados por este síndrome.
Dolor de cabeza, problemas de memoria, fatiga, dificultades respiratorias, enfermedades de la piel, molestias estomacales... El informe comienza recordando que el síndrome de la Guerra del Golfoestá reconocido como una enfermedad -después de muchos años de intentos por negarlo-, aunque las manifestaciones de este mal pueden variar de unos militares a otros.
Aunque hasta ahora ya se había relacionado el contacto de los soldados con productos como el bromuro de piridostigmina con problemas neurológicos y cognitivos, los autores de este nuevo informe amplían por primera vez al cáncer cerebral el abanico de secuelas de los veteranos de guerra.
Roberta White, de la Universidad de Boston y directora científica del informe, recuerda a lo largo de más de 123 páginas que este síndrome no tiene nada que ver con el estrés y la ansiedad psicológica derivada del conflicto, como inicialmente se tendió a pensar, negando la existencia del propio síndrome. De hecho, los casos de estrés postraumático y otras secuelas psicológicas entre los soldados que participaron en la Guerra del Golfo es inferior al que se ha observado en otros conflictos bélicos (en torno al 10%), mientras que los problemas físicos causados por las armas químicas se elevan a más del 25% de los veteranos (más de 175.000 estadounidenses, a los que otras fuentes suman unos 8.000 británicos).
El documento da por sentada la relación de causalidad entre productos como el ciclosarín (metilfosfonofluoridato de ciclohexilo), los incendios de los pozos de petróleo o los proyectiles de uranio empobrecido con los cambios físicos apreciados mediante resonancia magnética en el cerebro de los veteranos, que también sufren con más frecuencia que el resto de la población cáncer cerebral y de pulmón.
Lagunas de información
En cambio, y al mismo tiempo que sigue enumerando las evidencias sobre las secuelas de estos militares, los científicos encargados de estas revisiones periódicas, denuncian que -23 años después de la Guerra del Golfo- sigue sin conocerse con precisión la tasa de mortalidad de aquellos soldados o la incidencia de algunas enfermedades que se creen agravadas por el contacto con las neurotoxinas. "No se ha publicado información sobre mortalidad desde el año 2000", denuncian "y eso supone casi la mitad de los años que han pasado desde 1990". A juicio de White y su equipo, la información sobre mortalidad en los últimos años es "crucial para entender las consecuencias para la salud de la Guerra del Golfo y futuros conflictos" y pese a todas las recomendaciones "los esfuerzos federales para ello son seriamente inadecuados".
El documento recuerda que tampoco se ha investigado lo suficiente si esta población tiene mayor incidencia de trastornos como Parkinson, Alzheimer o esclerosis múltiple. Incluso en el caso de los miles deproyectiles de uranio empobrecido que se lanzaron desde el aire, los estudios se han llevado a cabo con grupos muy minoritarios y se desconoce su persistencia en el organismo y sus secuelas reales.
Por eso, también insta a las autoridades a reforzar la investigación con animales y sobre posibles tratamientos para aliviar el 'síndrome de la Guerra del Golfo', como la coenzima Q10 que ha demostrado eficacia en algunos estudios, la acupuntura o la presión positiva continua en las vías respiratorias durante la noche para aliviar la apnea del sueño.
Aunque del lado iraquí las secuelas de estos ataques están aún menos estudiadas, algunas fuentes calculan que hasta 100.000 civiles murieron como consecuencias indirectas de los ataques, sobre todo entre niños menores de cinco años.
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