SALUD GLOBAL EN LOS CLIMAS CÁLIDOS
Vacunas: hay que eliminar la nevera de la ecuación
Preparación del equipo (bolsas de hielo, nevera...) para el mantenimiento de la cadena de frío. JEAN HEREU MSF
Las vacunas se encuentran entre las herramientas más importantes para proteger la salud de los niños. Y sin embargo, a pesar de su poder para proteger la vida de los jóvenes, las vacunas también son extremadamente difíciles de utilizar en los países en desarrollo. La mayoría de las vacunas deben conservarse entre 2 y 8° C o se echan a perder. El almacenamiento, transporte y gestión de las mismas en condiciones en los lugares donde trabaja Médicos Sin Fronteras (MSF) son algunos de nuestros mayores retos logísticos.
En los países ricos, donde la electricidad fiable para la refrigeración está disponible fácilmente, las vacunas son fáciles de transportar y almacenar dentro de este rango estricto de temperatura. Pero en el mundo en desarrollo, particularmente en países cálidos como los de África subsahariana, esto es habitualmente imposible o muy difícil. La electricidad puede ser inestable y las temperaturas en países como Chad pueden superar los 45°C, muy por encima del límite de seguridad.
Para conservar las vacunas en la temperatura adecuada, mantenemos una cadena de frío, de refrigeración, a través de cada paso del viaje, desde la fábrica hasta los niños que las requieren.
Comienza en un almacén, como el que Médicos Sin Fronteras posee en Bruselas. Cargamos los envíos al terreno en camiones frigoríficos forrados de hielo como protección extra ante posibles descensos de energía. Las vacunas son trasladadas en avión y no en barcos de carga dado que el transporte aéreo es más rápido que el envío por mar, lo que reduce el riesgo de una ruptura de la cadena de frío.
Un equilibrio delicado
Cuando las vacunas llegan a su país de destino, son trasladadas a frigoríficos en un almacén de MSF. Allí, logística prepara los pedidos y los envíos con destino a los centros de vacunación. Empaquetan los envíos en neveras repletas de bolsas de hielo y equipadas con sensores especiales de temperatura. A su llegada, los sensores nos dicen si las vacunas sufrieron temperaturas demasiado calientes o frías a lo largo del camino.
Normalmente llevamos las vacunas a las zonas rurales en vehículos con tracción en las cuatro ruedas. Cuando los caminos son intransitables o se reducen a meros senderos trasladamos el cargamento a las motocicletas para llegar a los lugares de vacunación o las acarreamos a pie.
"Cuanto más cerca del paciente, más complicado se convierte el transporte", dice Malcolm Townsend, logista de la cadena de frío de MSF. "Por ejemplo, grandes cajas frías son llevadas a mano por caminos duros, en los que a veces hay que retirar la vegetación - o cruzar ríos - para llegar a los sitios de vacunación."
Si tenemos éxito en la conservación de la temperatura adecuada, las vacunas llegan intactas. Las usaremos para inmunizar a cientos de niños durante varios días en lo que se conoce como una campaña de vacunación. Las campañas de vacunación se organizan normalmente contra enfermedades como el sarampión, la fiebre amarilla o la meningitis, pero hay otras enfermedades que se tratan cada vez más con campañas a gran escala.
La cadena de frío es costosa de conducir y el resultado es difícil de controlar. Si el sistema falla, las vacunas se echan a perder por sobrecalentamiento o congelación. Y para las clínicas en los países en desarrollo, las cuales deben almacenar vacunas durante semanas o meses hasta que son utilizadas, la cadena de frío pasivo - cajas forradas de hielo, en otras palabras - no pueden compensar la falta de refrigeración.
Lo que se necesita es una solución que saque la nevera fuera de la ecuación.
Mientras que trabajar para fortalecer la cadena de frío es importante, MSF también aboga por otra alternativa: se centra en las vacunas en sí mismas.Solicitamos a las compañías farmacéuticas que desarrollen vacunas que sean más fáciles de usar, con mayor tolerancia al calor de forma que podamos conservarlas sin refrigeración. También queremos que los fabricantes recopilen datos que muestren lo bien que se comportan sus vacunas fuera de la cadena de frío para, a continuación, usar esa información para realizar recomendaciones de almacenamiento lo más flexibles posibles. Se sabe que algunas vacunas son menos sensibles que otros y pueden permanecer, potencialmente, sin refrigeración ciertos periodos de tiempo.
Sólo se ha aprobado hasta ahora una vacuna para su uso fuera de la cadena de frío. Se trata de una vacuna llamada MenAfriVac para la meningitis A que fue desarrollada especialmente para el conocidocinturón de la meningitis de África donde la enfermedad es común y donde las temperaturas son altas. A partir de estudios sobre la vacuna realizadas en su entorno real, se encontró que MenAfriVac permanecía con la misma eficacia en una cadena flexible en frío que sin refrigeración en períodos cortos de tiempo. Mediante la eliminación de una cadena que tiene una cuantía alta, el coste para vacunar a una persona se redujo a la mitad. Lo mejor de todo, la cadena de frío flexible nos permite llegar a más niños.
En MSF también hemos comenzado a recoger nuestros propios datos. Epicentre, el centro de investigación de MSF, realizó un estudio en Chad en el que analizó una vacuna basada en el toxoide tetánico para conocer su efectividad sin refrigerar. La vacuna permaneció fuera de la cadena de frío durante 30 días soportando temperaturas de hasta 40° C. Los resultados mostraron que los participantes del estudio que recibieron esta vacuna alcanzaron niveles adecuados de protección contra el tétanos.
Hoy, uno de cada cinco niños en el mundo se quedan sin vacunar cada año: más de 22 millones en total. Con vacunas tolerantes a altas temperaturas, ministerios de salud y organizaciones humanitarias como MSF se podría facilitar protección vital a un número mayor de niños, especialmente a los más difíciles de llegar.
Por Bárbara Saitta, referente de Vacunas de Médicos Sin Fronteras
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