PIONERA EN EL DIAGNÓSTICO DE VIH
Un 'tsunami' social que llegó a España hace 35 años
Caterina Mieras, la dermatóloga que detectó el primer caso de sida en España, cuenta cómo fue la época en la que el VIH era algo desconocido.
Sonia Moreno. Madrid | soniamb@diariomedico.com | 28/11/2016 00:00
La dermatóloga y miembro del PSC Caterina Mieras. (Jaume Cosialls)
La dermatóloga Caterina Mieras diagnosticó el primer caso de sida en España hace siete lustros. Aquella experiencia supuso un "impacto brutal" a nivel científico, social y personal, que empezó con un paciente ingresado en el Hospital Valle de Hebrón, de Barcelona, en el que no alcanzaban un diagnóstico. "Yo trabajaba entonces como consultora de Dermatología en el Servicio de Medicina Interna. Este paciente, joven y muy grave, tenía unas manchas en la piel y me lo remitieron". Mieras sospechó entonces que se trataba de un sarcoma de Kaposi infrecuente, del tipo que ya había visto en algunos enfermos trasplantados inmunodeprimidos.
Haciendo gala de un buen olfato clínico supo relacionarlo con los casos de pacientes homosexuales que empezaban a fallecer en Nueva York con una inmunodepresión inexplicable, afectados por neumonía oportunista, y en algunos de los cuales, también se habían visto esos sarcomas.
El paciente del Valle de Hebrón falleció, según reveló la autopsia, por una toxoplasmosis cerebral. El caso se publicó en The Lancet -"otra compañera y yo pusimos 3.000 pesetas para que nos lo tradujeran bien al inglés"- y fue el del primer afectado por el VIH en España.
"Tardamos en ver el origen vírico; se hablaba del popper, una sustancia que se empleaba en las relaciones homosexuales, como posible causa". Mieras diagnosticó otros dos pacientes en los siguientes dos años.
Entonces estaba en estrecho contacto, "telefónico", con un grupo de dermatólogos italianos que investigaban la presencia de partículas víricas en los sarcomas. Así, participó con un trabajo sobre los linfocitos CD4 y CD8 en una reunión, en 1983 en Nápoles, a la que también asistieron científicos del Instituto Pasteur.
"Los americanos estaban como locos por contactar con médicos que tuvieran pacientes europeos con esta nueva enfermedad. Los franceses aportaron las muestras de ganglios de pacientes al grupo de Robert Gallo, que, más tarde, se apropió de la paternidad del hallazgo del virus".
La dermatóloga recuerda que en el momento en que finalmente se identificó al virus, la vía de transmisión y el largo tiempo de incubación, sintió vértigo. "Era presenciar la llegada de un tsunami". Como buena activista -es miembro del PSC-, se implicó en la información sobre el nuevo síndrome y cómo prevenirlo. No obstante, llegó un punto en que vio claro que no quería dedicarse solo al sida: "En aquella época era muy duro tener que decir a los padres en la misma consulta que su hijo era homosexual y que se iba a morir pronto".
Mieras dice que nunca sintió miedo. "Lo había, si bien he de decir que tampoco noté en ningún momento que mis compañeros se retrajeran". Probablemente, argumenta, porque la medicina, como la política, es vocacional.
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