Nuevo libro de Luis Hornstein | 27 AGO 18
Ser analista hoy
Una de las causas del actual malestar es la grieta entre la praxis de todos los días y una producción escrita redundante
Fuente: IntraMed
Desde hace décadas pretendo lograr un psicoanálisis contemporáneo. Apoyado en lecturas y colegas, fui compartiendo mi experiencia teórico-clínica en conferencias, seminarios, artículos y libros. Pero sobre todo, la fui poniendo a prueba en la clínica, que es mi trabajo de todos los días.
Una teoría compleja requiere una recreación intelectual constante. Sus simplificaciones son meramente tecnológicas, operativas, y suelen desembocar en un peligroso recetario técnico. Contra el dogmatismo no hay vacunas, apenas precauciones. Prioritario es cuidar a las nuevas camadas, generando espacios de producción donde desde el comienzo los “aprendices” se arriesguen a ser productores y protagonistas del avance del psicoanálisis.
El psicoanálisis no sólo consiente diversas líneas teóricas y diversas prácticas sino que sobrevive gracias a ellas. Winnicott, Klein, Lacan, Kohut, Piera Aulagnier, Green y muchos otros fueron y son imprescindibles. Lo instituyente repercute sobre la práctica y ésta cuestiona los fundamentos. Es una lectura crítica que reconoce distintos ejes conceptuales. Lectura que mantiene la interrogación constante.
Aunque parezca absurdo, o cómico, “psicoanalista clínico” y “psicoanalista teórico” son caballitos de batalla. Autodefensas. Los “teóricos” consideran que la única forma de establecer el análisis como ciencia es construyendo una elaboración conceptual con la clínica como invitada. A los “clínicos” les basta una teoría somera, apenas la indispensable para poder operar técnicamente. Así, la tendencia es que la teoría tienda a formalizarse como dogma y la práctica a ritualizarse como receta. Pero un psicoanálisis limitado a su práctica no puede sino degradarse en un pragmatismo empobrecedor y un psicoanálisis “teórico” deviene en un teoricismo autosuficiente, cuando no autista.
Analizar es escuchar con atención flotante, representar, fantasear, experimentar afectos, identificarse, recordar, autoanalizarse, contener, señalar, interpretar y construir. Siempre fue complejo. Siempre hemos convivido con lo impredictible, lo azaroso, el desorden; con el azar y el determinismo. Ahora somos más conscientes gracias a los filósofos de la complejidad. Un psiquismo totalmente determinado no podría albergar nada nuevo y un psiquismo totalmente abandonado al azar sería sólo desorden, no constituiría organización ni accedería a la historicidad.
Por eso la clínica debe ser abordada desde el paradigma de la complejidad. Sin negar los posibles desequilibrios neuroquímicos, siempre habrá la acción conjunta, que cuesta deslindar, de la herencia, la situación personal, la historia, los conflictos neuróticos y humanos, las condiciones histórico-sociales y las vivencias.
En la entrevista de Günther aspiro a ilustrar como en la iniciación de un análisis nos impregnamos de todo un mundo que nos es ajeno, un mundo de objetos, de deseos, de relaciones, de modalidades defensivas, de ideales. Intentamos crear (recrear) una atmósfera. Nos "familiarizamos" (literalmente) con la "historia oficial" del paciente, así como con aquella que construimos a partir de esos recuerdos fragmentarios, de esas repeticiones, del vivenciar actual, de la transferencia, de los sueños, de los síntomas, de los vínculos significativos, de los logros, de los proyectos.
La historia en el trabajo analítico no es un registro olvidado y congelado del pasado que convendría descifrar, sino que se construye en el tratamiento mismo apuntalándose en el pasado, apropiándose de él y transformándolo. Hablar de historia en psicoanálisis es una abstracción. Más bien habría que hablar de historias: historia identificatoria; historia vincular (cuáles han sido los objetos del pasado, del presente, relaciones entre ambos); historia del narcisismo (pasaje del Yo ideal al ideal del Yo, constitución del Yo); historia de la sexualidad (sexualidad infantil, adolescente, actual); historia sintomática; historia de acontecimientos; historia de duelos; historia de traumas, historia de sublimaciones.
La historia no es mera repetición, ni despliegue de lo ya contenido en el pasado. Incluye acontecimientos no predeterminados. El ruido, el azar, el otro, lo distinto son las fuentes de novedad y vías para el aumento de complejidad. No existen sólo sistemas cerrados y cerca del equilibrio sino también sistemas abiertos para los que el equilibrio significa la muerte. Postular el sujeto como un sistema abierto permite repensar la realidad. Los encuentros, vínculos, traumas y duelos autoorganizan al sujeto. La subjetividad solo es pensable inmersa en lo sociohistórico. Es producto de una interacción constante entre lo “biológico” y lo “social” a través de la cual se construye la historia.
Historizar la repetición es hacer, de la repetición, un recuerdo. Recordar desactualiza el pasado al temporalizarlo. Convertir la historia en pasado permite un futuro que no será pura repetición, sino que aportará la diferencia.
Se idealiza un psicoanalista objetivo, frustrante, distante, silencioso, espectador de un proceso unipersonal que se desarrolla únicamente en el paciente según ciertas etapas previsibles. Al psicoanálisis “clásico” se lo presentó como garante de la ortodoxia freudiana. Semejante exigencia mutila un análisis o abre las puertas a ese escepticismo al que tantos psicoanalistas se han precipitado (como siempre que se enuncia un ideal cuya realización práctica tropieza con obstáculos infranqueables).
Convengamos en que lo inanalizable de ayer hoy es analizable o un poco más analizable. Es cierto que una lectura insuficiente de Freud descuidaba las patologías narcisistas. Es cierto que los primeros que aceptaron el desafío de encararlas fueron maltratados. Postularon la predominancia de la organización dual narcisista por sobre la organización triangular edípica, allí donde en 2013 postulé coexistencia. Algo de la resistencia a las patologías narcisistas tiene que ver con que en ellas al analista se le solicita algo más. Su potencialidad simbolizante no solo debe recuperar lo existente, sino producir lo que nunca estuvo. Tarea que se designa, prejuiciosamente, como prótesis.
“Clínica” es el conjunto de prácticas y saberes con que lidiamos no solo con enfermedades y “trastornos” sino con el sufrimiento (el evitable y el inevitable). ¿Quiénes nos consultan? Generalizaré: personas con incertidumbre sobre las fronteras entre el yo y los otros; con multiplicidad de sufrimientos, síntomas y estereotipos caracteriales; con fluctuaciones intensas en la autoestima; con vulnerabilidad a las heridas narcisísticas; con gran dependencia de los otros o imposibilidad de establecer relaciones significativas; con intensas angustias y temores; con apatía, con trastornos del sueño y del apetito, con desesperanza, con hipocondría, con crisis de ideales y valores y con diversidad de síntomas corporales.
No otra cosa que la clínica, las contribuciones teóricas freudianas y posfreudianas, y el horizonte epistemológico nutren las teorizaciones. Solo confrontando el Zeitgeist [espíritu de la época] de Freud con el de nuestro tiempo construiremos un psicoanálisis contemporáneo del presente.
Dr. Luis Hornstein
Residente de psiquiatría en CEMIC. Asesor y coautor del Plan de Salud Mental de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, jefe: Dr. Mauricio Goldenberg (1968-1971). Codirector junto al Dr. Mauricio Goldenberg del Centro de Estudios Psicoanalíticos de Caracas (1978-1983). Miembro fundador y actual presidente de la Sociedad Psicoanalítica del Sur (S.P.S.). Presidente de la Fundación para la Investigación de la Depresión (FUNDEP). Profesor invitado de postgrado en diversas instituciones del país y del exterior. Autor de numerosos artículos y capítulos de libros publicados en revistas nacionales y extranjeras. Entre sus libros figuran “Teoría de las ideologías y psicoanálisis” (Kargieman); “Introducción al psicoanálisis” (Trieb); “Cura psicoanalítica y sublimación” (Nueva Visión); “Cuerpo, Historia, Interpretación” (comp.) (Paidós); “Práctica psicoanalítica e historia” (Paidós); “Narcisismo” (Paidós); “Intersubjetividad y Clínica” (Paidós); “Proyecto terapéutico” (comp.) (Paidós); “Las depresiones” Paidós. Premio Konex de Platino 2006: Psicoanálisis.
Una teoría compleja requiere una recreación intelectual constante. Sus simplificaciones son meramente tecnológicas, operativas, y suelen desembocar en un peligroso recetario técnico. Contra el dogmatismo no hay vacunas, apenas precauciones. Prioritario es cuidar a las nuevas camadas, generando espacios de producción donde desde el comienzo los “aprendices” se arriesguen a ser productores y protagonistas del avance del psicoanálisis.
Los fundamentos no son dogmas sino ideas-fuerza, ideas para producir ideaUna de las causas del actual malestar es la grieta entre la praxis de todos los días y una producción escrita redundante. En los intercambios clínicos no se habla de lo que se hace sino de lo que se debe hacer. La clínica actual nos lleva a conjugar rigor metapsicológico y plasticidad técnica en lugar de técnica rígida y ambiguos fundamentos. Los fundamentos no son dogmas sino ideas-fuerza, ideas para producir ideas. Tengamos una buena relación con la teoría, que no es un objeto inerte y puede atropellarnos. Los atropellos se llaman “teoricismos”. Y una buena relación con la práctica, tan necesitada de un sinceramiento. Hablemos con los psicoanalistas practicantes. Ellos tienen la responsabilidad de poner en acto la virtualidad de las teorías. Son sus palabras y sus silencios los que alivian o “curan” a un sujeto sufriente.
El psicoanálisis no sólo consiente diversas líneas teóricas y diversas prácticas sino que sobrevive gracias a ellas. Winnicott, Klein, Lacan, Kohut, Piera Aulagnier, Green y muchos otros fueron y son imprescindibles. Lo instituyente repercute sobre la práctica y ésta cuestiona los fundamentos. Es una lectura crítica que reconoce distintos ejes conceptuales. Lectura que mantiene la interrogación constante.
Aunque parezca absurdo, o cómico, “psicoanalista clínico” y “psicoanalista teórico” son caballitos de batalla. Autodefensas. Los “teóricos” consideran que la única forma de establecer el análisis como ciencia es construyendo una elaboración conceptual con la clínica como invitada. A los “clínicos” les basta una teoría somera, apenas la indispensable para poder operar técnicamente. Así, la tendencia es que la teoría tienda a formalizarse como dogma y la práctica a ritualizarse como receta. Pero un psicoanálisis limitado a su práctica no puede sino degradarse en un pragmatismo empobrecedor y un psicoanálisis “teórico” deviene en un teoricismo autosuficiente, cuando no autista.
Analizar es escuchar con atención flotante, representar, fantasear, experimentar afectos, identificarse, recordar, autoanalizarse, contener, señalar, interpretar y construir. Siempre fue complejo. Siempre hemos convivido con lo impredictible, lo azaroso, el desorden; con el azar y el determinismo. Ahora somos más conscientes gracias a los filósofos de la complejidad. Un psiquismo totalmente determinado no podría albergar nada nuevo y un psiquismo totalmente abandonado al azar sería sólo desorden, no constituiría organización ni accedería a la historicidad.
Por eso la clínica debe ser abordada desde el paradigma de la complejidad. Sin negar los posibles desequilibrios neuroquímicos, siempre habrá la acción conjunta, que cuesta deslindar, de la herencia, la situación personal, la historia, los conflictos neuróticos y humanos, las condiciones histórico-sociales y las vivencias.
En la entrevista de Günther aspiro a ilustrar como en la iniciación de un análisis nos impregnamos de todo un mundo que nos es ajeno, un mundo de objetos, de deseos, de relaciones, de modalidades defensivas, de ideales. Intentamos crear (recrear) una atmósfera. Nos "familiarizamos" (literalmente) con la "historia oficial" del paciente, así como con aquella que construimos a partir de esos recuerdos fragmentarios, de esas repeticiones, del vivenciar actual, de la transferencia, de los sueños, de los síntomas, de los vínculos significativos, de los logros, de los proyectos.
La historia en el trabajo analítico no es un registro olvidado y congelado del pasado que convendría descifrar, sino que se construye en el tratamiento mismo apuntalándose en el pasado, apropiándose de él y transformándolo. Hablar de historia en psicoanálisis es una abstracción. Más bien habría que hablar de historias: historia identificatoria; historia vincular (cuáles han sido los objetos del pasado, del presente, relaciones entre ambos); historia del narcisismo (pasaje del Yo ideal al ideal del Yo, constitución del Yo); historia de la sexualidad (sexualidad infantil, adolescente, actual); historia sintomática; historia de acontecimientos; historia de duelos; historia de traumas, historia de sublimaciones.
La historia no es mera repetición, ni despliegue de lo ya contenido en el pasado. Incluye acontecimientos no predeterminados. El ruido, el azar, el otro, lo distinto son las fuentes de novedad y vías para el aumento de complejidad. No existen sólo sistemas cerrados y cerca del equilibrio sino también sistemas abiertos para los que el equilibrio significa la muerte. Postular el sujeto como un sistema abierto permite repensar la realidad. Los encuentros, vínculos, traumas y duelos autoorganizan al sujeto. La subjetividad solo es pensable inmersa en lo sociohistórico. Es producto de una interacción constante entre lo “biológico” y lo “social” a través de la cual se construye la historia.
Historizar la repetición es hacer, de la repetición, un recuerdo. Recordar desactualiza el pasado al temporalizarlo. Convertir la historia en pasado permite un futuro que no será pura repetición, sino que aportará la diferencia.
Se idealiza un psicoanalista objetivo, frustrante, distante, silencioso, espectador de un proceso unipersonal que se desarrolla únicamente en el paciente según ciertas etapas previsibles. Al psicoanálisis “clásico” se lo presentó como garante de la ortodoxia freudiana. Semejante exigencia mutila un análisis o abre las puertas a ese escepticismo al que tantos psicoanalistas se han precipitado (como siempre que se enuncia un ideal cuya realización práctica tropieza con obstáculos infranqueables).
“Clínica” es el conjunto de prácticas y saberes con que lidiamos no solo con enfermedades y “trastornos” sino con el sufrimientoNo sé si algún colega se llama a sí mismo analista “clásico”. Los clásicos que conozco parecen alérgicos o fóbicos a cualquier implicación subjetiva. Si en eso consiste ser clásico, es mejor no serlo, porque precisamente es la implicación subjetiva la que multiplica potencialidades y disponibilidades en la escucha, y entonces proporciona una caja de resonancia (historizada e historizante) a la escucha.
Convengamos en que lo inanalizable de ayer hoy es analizable o un poco más analizable. Es cierto que una lectura insuficiente de Freud descuidaba las patologías narcisistas. Es cierto que los primeros que aceptaron el desafío de encararlas fueron maltratados. Postularon la predominancia de la organización dual narcisista por sobre la organización triangular edípica, allí donde en 2013 postulé coexistencia. Algo de la resistencia a las patologías narcisistas tiene que ver con que en ellas al analista se le solicita algo más. Su potencialidad simbolizante no solo debe recuperar lo existente, sino producir lo que nunca estuvo. Tarea que se designa, prejuiciosamente, como prótesis.
“Clínica” es el conjunto de prácticas y saberes con que lidiamos no solo con enfermedades y “trastornos” sino con el sufrimiento (el evitable y el inevitable). ¿Quiénes nos consultan? Generalizaré: personas con incertidumbre sobre las fronteras entre el yo y los otros; con multiplicidad de sufrimientos, síntomas y estereotipos caracteriales; con fluctuaciones intensas en la autoestima; con vulnerabilidad a las heridas narcisísticas; con gran dependencia de los otros o imposibilidad de establecer relaciones significativas; con intensas angustias y temores; con apatía, con trastornos del sueño y del apetito, con desesperanza, con hipocondría, con crisis de ideales y valores y con diversidad de síntomas corporales.
No otra cosa que la clínica, las contribuciones teóricas freudianas y posfreudianas, y el horizonte epistemológico nutren las teorizaciones. Solo confrontando el Zeitgeist [espíritu de la época] de Freud con el de nuestro tiempo construiremos un psicoanálisis contemporáneo del presente.
Luis Hornstetin
Dr. Luis Hornstein
Residente de psiquiatría en CEMIC. Asesor y coautor del Plan de Salud Mental de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, jefe: Dr. Mauricio Goldenberg (1968-1971). Codirector junto al Dr. Mauricio Goldenberg del Centro de Estudios Psicoanalíticos de Caracas (1978-1983). Miembro fundador y actual presidente de la Sociedad Psicoanalítica del Sur (S.P.S.). Presidente de la Fundación para la Investigación de la Depresión (FUNDEP). Profesor invitado de postgrado en diversas instituciones del país y del exterior. Autor de numerosos artículos y capítulos de libros publicados en revistas nacionales y extranjeras. Entre sus libros figuran “Teoría de las ideologías y psicoanálisis” (Kargieman); “Introducción al psicoanálisis” (Trieb); “Cura psicoanalítica y sublimación” (Nueva Visión); “Cuerpo, Historia, Interpretación” (comp.) (Paidós); “Práctica psicoanalítica e historia” (Paidós); “Narcisismo” (Paidós); “Intersubjetividad y Clínica” (Paidós); “Proyecto terapéutico” (comp.) (Paidós); “Las depresiones” Paidós. Premio Konex de Platino 2006: Psicoanálisis.
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