La violencia machista sobrevive en las parejas más jóvenes
Cada vez más adolescentes acuden a centros de atención para mujeres maltratadas
Las nuevas tecnologías emergen como arma de control
Los expertos urgen a prevenir con educación
La violencia machista no es solo un problema de parejas casadas, como creen muchos adolescentes, que siguen perpetuando estos comportamientos con relaciones enfermizas. Tras años de avances en igualdad, los expertos alertan de que falla la educación y de que sigue dominando una visión romántica del amor en la que las chicas lo aguantan todo, seducidas por una figura dominante y protectora. Según los sociólogos, los adolescentes se saben la teoría y racionalmente rechazan la violencia, pero alertan de que el nivel de machismo es demasiado elevado para una generación que ha crecido en el siglo XXI.
Los centros de atención a malos tratos coinciden en que cada vez son más jóvenes las chicas que acuden a pedir ayuda. Las causas judiciales por este motivo aumentan entre los más jóvenes, según la Fiscalía de Menores. Aunque la mayoría de las víctimas adolescentes tienen entre 15 y 17 años, los puntos especializados llegan a recibir a niñas de 12 y 13. “En estas edades estamos luchando contra el amor, no contra el maltratador”, anuncia Natividad Hernández Claverie, psicóloga responsable de los grupos más jóvenes de la Comisión para la Investigación de Malos tratos a mujeres, una ONG que da apoyo a víctimas de violencia machista desde los años setenta. Hernández Claverie explica que en las terapias con las jóvenes se profundiza primero en sus sentimientos hacia estas situaciones; y luego en el qué significa el comportamiento machista. “Llaman confusas, tristes pero sin saber lo que les pasa”, apunta Diana Díaz, subdirectora de Teléfono de la Fundación Anar, que atiende por esta vía a menores en situación de riesgo y que detecta la violencia contra adolescentes como un problema emergente.
Soledad Cazorla, fiscal de sala delegada contra la Violencia de Género, se muestra “perpleja” ante el fenómeno: “Me produce sorpresa que roles que entendíamos que eran del pasado se puedan repetir en gente muy joven que suponíamos que había asumido su dignidad”. El 25% de las mujeres atendidas en el Centro Municipal para la Igualdad 8 de marzo de Fuenlabrada (Madrid) eran menores de 25 años, frente al 23% del año anterior. Hace tres años que las llamadas a Anar por violencia machista aumentan de forma sostenida: en 2012 registraron un 15% más que en el año anterior. En Andalucía se presentaron 78 denuncias por violencia de género contra menores de edad a lo largo de 2012; una cifra que, según el Instituto Andaluz de la Mujer, supera a las de periodos anteriores. Y cada año la media de edad es inferior al anterior.
Son tres ejemplos, pero el reparto de competencias de los centros de atención especializados —municipales, autonómicos y estatales, además de fundaciones, centros privados y otras organizaciones— dificulta dibujar un mapa sobre la violencia de género entre las jóvenes de todo el país. Solo se desglosan por edad las víctimas mortales y las órdenes de protección dictadas por los juzgados, en este caso, a los maltratadores (un 2% del total en 2012 frente al 1,6% de 2011). De las 32.242 mujeres que sufrieron malos tratos en 2011, 571 tenían menos de 18 años, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). El año pasado, por primera vez desde 2004, una menor de 16 años murió a manos de su pareja o expareja: una niña de 13 años en El Salobral (Albacete), asesinada a tiros por un hombre con quien había mantenido un romance. Como en uno de cada dos casos registrados, el agresor era mayor de edad. Se suma otra víctima de 19 y seis en la franja de los 20. La semana pasada, una estudiante de León fue estrangulada por su novio y una chica de 26, acuchillada en Álava. A principios de mayo, una adolescente de Madrid acudió al hospital con cortes en el torso que le había provocado su pareja, a quien intentó encubrir.
Aunque el goteo no cesa y no deja de preocupar la violencia física, la forma más habitual de malos tratos entre jóvenes es el dominio psicológico, según detectan los especialistas: el control sobre la ropa que se ponen las novias, su maquillaje, las amistades con las que salen o dónde pasan el tiempo. Y aquí, las nuevas tecnologías emergen como una nueva herramienta de vigilancia. “Ejercen un control agobiante para las chicas. A través de Whatsapp o Facebook pueden saber en todo momento dónde están, qué están haciendo y con quién. Las hostigan pidiéndoles pruebas: si dicen que están viendo la televisión, les piden qué película echan en un canal, y si les cuentan que están en el baño, las obligan a tirar de la cadena para demostrarlo. Esto es algo que no pasa con las víctimas más mayores”, explica Susana Martínez Nobo, presidenta de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, que aclara que pese a que estos medios también están al alcance de los mayores, no los usan tanto. Este atosigamiento se dispara en el momento de la ruptura, cuando el acosador utiliza cualquier mecanismo para mantener el control sobre su expareja. Otra de las modalidades del acoso a través de Internet consiste en difundir imágenes privadas, insultos o humillaciones en las redes sociales. “Puso una foto mía en sujetador en Tuenti y la repartió por todo el colegio. Dijo que era una broma que le hacía a todas sus novias”, contaba por teléfono a Anar una chica de 15 años, como consta en el informe de esta institución.
El comportamiento de los jóvenes en sus primeras parejas funciona principalmente por imitación. Actúan de manera análoga a sus referentes, entre los que destacan su familia, su entorno social y los medios de comunicación, especialmente la televisión. “Internet, el cine, las series... nos hacen asumir ciertos roles y normalizar la violencia. Historias como Crepúsculo o Cincuenta sombras de Grey son muy nocivas porque hacen pensar a las chicas que pueden con los malotes”, considera Soledad Ruiz, directora del Instituto Andaluz de la Mujer, que hace seis meses puso en marcha un programa de atención psicológica para adolescentes maltratadas que atendió a 30 chicas en el primer trimestre del año. Siguen pesando todavía 21 siglos de sociedades machistas.
Los chicos, según los expertos consultados, ya no son el lobo ibérico, pero siguen reproduciendo la desigualdad. “El machismo está muy arraigado en una parte del inconsciente colectivo, aunque cada vez menos en el comportamiento”, sostiene Consuelo Madrigal, fiscal de sala de Menores, que define la violencia de género como una “patología social”, más que individual. “La educación en la igualdad afecta a algunos aspectos, pero no cala en todos porque hay hombres que aún necesitan construir su identidad a partir del dominio y de la posesión sobre la mujer”, añade.
A la inseguridad y la falta de autoestima, se le suma una falta de referentes, especialmente para los chicos. “Tarzán ha dejado de ser el héroe y ahora es muy difícil decir quién lo es. Estamos en un momento de polarización en que se ha asumido el empoderamiento de la mujer en la sociedad, pero todavía no se acaba de admitir que es necesario cierto desempoderamiento de los hombres”, alega Hilario Sáez, sociólogo de Hombres para la Igualdad. Lo que sí constata en talleres en los institutos es que hay adolescentes que se siguen declarando machistas: “Para mandar entre hombres, hay que distinguirse de las mujeres y de los niños. A esa edad, hay que ser el más fuerte y eso se va haciendo mediante pruebas de masculinidad. Tienen mucha presión y el que más habla, habla por los demás. Siempre se le suman otros que quieren ser identificados con el fuerte”, cuenta.
La concepción romántica del amor es por donde se cuela el machismo en las relaciones reales. Hace sentir a las jóvenes que tienen una especie de contrato de por vida con su pareja y que si él es violento, es porque se lo merecen; lo que aumenta la sensación de culpabilidad. A ellos les obliga a demostrar celos y dominio para reafirmar su amor. Así lo reflejan testimonios tan antiguos como el que contaba a Anar una chica de 16 años: “El otro día me dijo: ‘Me voy a suicidar si no te veo. Me quito la vida si no estás conmigo”. El 67% de las jóvenes que llaman a esta fundación no son conscientes de que sufren violencia de género.
Noemí Parra, sexóloga y una de las coordinadoras del Programa por los Buenos Tratos de Canarias, cree que además de igualdad hay que dar formación sexual, amorosa y de gestión de conflictos. “Los adolescentes tienen muchas dificultades para establecer los límites entre lo aceptable y lo inaceptable”, zanja. Según cuenta, está trabajando con dos chicos de 13 años que le tocaron el culo a una niña: “Forma parte de un juego, y no entienden que están accediendo a un cuerpo que no quiere ser tocado. Están probando los límites, porque tienen que demostrar que se están haciendo mayores y reproducen todos los estereotipos”. Algunos más mayores también han acudido “muy agobiados” para que les ayuden a controlar los celos.
Las chicas que sufren la violencia, “están sometidas a mucha confusión, se debaten entre el amor y el miedo”, explica Hernández Claverie, que asegura que, con las mujeres más jóvenes, lo que mejor funciona es la terapia de grupo. “Ellas no ven lo que les pasa, porque confunden los celos con el amor, pero sus amigas se lo hacen ver: ‘¿Pero cómo estás con ese cabrón?’, le dicen, porque una vez que se dan cuenta, se convierten en salvadoras”, relata.
Los recortes, sin embargo, atacan también a este ámbito. De cinco psicólogas, la comisión contra los malos tratos se quedó con dos en 2011 por falta de fondos. “Cada vez que queremos mandar a alguna chica a un servicio de apoyo tenemos que llamar para asegurarnos de que aún está ahí. Muchos cierran de un día para otro”, afirman desde el departamento de servicios sociales de Anar. El Gobierno ha recortado un 21% en programas de prevención y un 18% en políticas de igualdad.
Pese a que la Secretaría de Estado de Igualdad se muestra “preocupada” por esta situación, de momento, todo son promesas. Aseguran que antes del verano se pondrá en marcha una nueva estrategia nacional contra la violencia de género con un presupuesto de 1.000 millones de euros hasta el final de la legislatura (en 2016) y medidas específicas para chicas adolescentes. Las fuentes de Igualdad consultadas anuncian también que se ampliará la prevención del machismo dentro del Plan de Infancia y se diseñará una aplicación para teléfonos móviles con toda la información sobre los distintos grados de violencia de género y los recursos disponibles en la Administración.
La Organización Mundial de la Salud acredita que los programas educativos en países desarrollados funcionan para frenar el machismo. Pero estos programas están desapareciendo en España. La reforma educativa eliminará la asignatura de Educación para la Ciudadanía —la única que contenía contenidos sobre igualdad de género— y los seminarios sobre estas materias se están extinguiendo, algo que preocupa a los expertos. “La vacuna contra la violencia es la educación, y hay que luchar en el ámbito preventivo para evitar que se reproduzcan los comportamientos machistas porque cuando actuamos la justicia o la policía, el daño ya está hecho”, opina Inmaculada Montalbán, presidenta del Observatorio de Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial.
Desde los noventa “se percibe una incorporación del valor igualdad, pero un análisis con preguntas más indirectas resalta que el comportamiento no lo tienen interiorizado”, aclara Fernando Fernández-Llebrez, profesor de la Universidad de Granada y autor del estudio Cambios y persistencias en la igualdad de género de los y las jóvenes en España (1990-2010), junto a Francisco Camas, publicado por el Instituto de la Juventud en 2012.
“Hay un elemento de continuidad de las jóvenes con las mujeres de otras generaciones: la concepción de que no vale la pena polemizar cuando hay un problema de pareja”, aclara Fernández-Llebrez. La forma de enfrentarse a la violencia de género es enseñar valores universales para chicos y chicas, “que pueden estar muy instruidos, pero muy poco educados en los valores”, apunta Cazorla. “No hay que buscar en los chicos un sentimiento de culpa, sino de responsabilidad, porque eso es lo que les llevará a actuar. Si no, los chavales lo verán como una agresión y sacarán las garras”, aclara el politólogo.
Un informe realizado en 2012 por la Universidad Complutense de Madrid y el Ministerio de Sanidad desvela el machismo que arrastran los universitarios: un 11% de ellos afirma haber ejercido malos tratos (insultos, humillación, control o agresión) y, de ellos, otro 11% lo han hecho en más de una relación. Entre las chicas, muestra que un 12% de ellas se ha sentido obligada a conductas sexuales en las que no quería participar, un 10% ha visto cómo su pareja la aislaba de sus amistades, un 8% ha vivido una situación de control hasta el mínimo detalle, un 6% ha recibido insultos con frecuencia y un 4% reconoce que su pareja le ha pegado. A pesar de esto, solo el 1,5% de las llamadas que recibió el 016 —teléfono gratuito del ministerio de atención a maltratadas— eran de estudiantes.
El programa contra la violencia de Fuenlabrada se basa en la colaboración entre diferentes instituciones. “Las tutoras de los institutos nos derivan muchos casos. Cuando notan un cambio en la forma de actuar de las alumnas, les preguntan y ellas lo cuentan. Normalmente dicen que tienen una ‘relación complicada”, apunta Blanca Vergara, responsable de la atención de las más jóvenes. Para lograr esta coordinación es necesario formar también al profesorado en cuestiones de igualdad. “El instituto es un observatorio privilegiado porque las chicas acuden cada día”, asegura.
“La transmisión de principios de igualdad es un entramado muy sutil”, declara la abogada Ángela Cerrillos, presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis: “Me aterra ver cómo hijas de clientas mías reproducen y amplifican modelos que a su edad tendrían que estar enterrados”.
Los centros de atención a malos tratos coinciden en que cada vez son más jóvenes las chicas que acuden a pedir ayuda. Las causas judiciales por este motivo aumentan entre los más jóvenes, según la Fiscalía de Menores. Aunque la mayoría de las víctimas adolescentes tienen entre 15 y 17 años, los puntos especializados llegan a recibir a niñas de 12 y 13. “En estas edades estamos luchando contra el amor, no contra el maltratador”, anuncia Natividad Hernández Claverie, psicóloga responsable de los grupos más jóvenes de la Comisión para la Investigación de Malos tratos a mujeres, una ONG que da apoyo a víctimas de violencia machista desde los años setenta. Hernández Claverie explica que en las terapias con las jóvenes se profundiza primero en sus sentimientos hacia estas situaciones; y luego en el qué significa el comportamiento machista. “Llaman confusas, tristes pero sin saber lo que les pasa”, apunta Diana Díaz, subdirectora de Teléfono de la Fundación Anar, que atiende por esta vía a menores en situación de riesgo y que detecta la violencia contra adolescentes como un problema emergente.
Soledad Cazorla, fiscal de sala delegada contra la Violencia de Género, se muestra “perpleja” ante el fenómeno: “Me produce sorpresa que roles que entendíamos que eran del pasado se puedan repetir en gente muy joven que suponíamos que había asumido su dignidad”. El 25% de las mujeres atendidas en el Centro Municipal para la Igualdad 8 de marzo de Fuenlabrada (Madrid) eran menores de 25 años, frente al 23% del año anterior. Hace tres años que las llamadas a Anar por violencia machista aumentan de forma sostenida: en 2012 registraron un 15% más que en el año anterior. En Andalucía se presentaron 78 denuncias por violencia de género contra menores de edad a lo largo de 2012; una cifra que, según el Instituto Andaluz de la Mujer, supera a las de periodos anteriores. Y cada año la media de edad es inferior al anterior.
Son tres ejemplos, pero el reparto de competencias de los centros de atención especializados —municipales, autonómicos y estatales, además de fundaciones, centros privados y otras organizaciones— dificulta dibujar un mapa sobre la violencia de género entre las jóvenes de todo el país. Solo se desglosan por edad las víctimas mortales y las órdenes de protección dictadas por los juzgados, en este caso, a los maltratadores (un 2% del total en 2012 frente al 1,6% de 2011). De las 32.242 mujeres que sufrieron malos tratos en 2011, 571 tenían menos de 18 años, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). El año pasado, por primera vez desde 2004, una menor de 16 años murió a manos de su pareja o expareja: una niña de 13 años en El Salobral (Albacete), asesinada a tiros por un hombre con quien había mantenido un romance. Como en uno de cada dos casos registrados, el agresor era mayor de edad. Se suma otra víctima de 19 y seis en la franja de los 20. La semana pasada, una estudiante de León fue estrangulada por su novio y una chica de 26, acuchillada en Álava. A principios de mayo, una adolescente de Madrid acudió al hospital con cortes en el torso que le había provocado su pareja, a quien intentó encubrir.
Aunque el goteo no cesa y no deja de preocupar la violencia física, la forma más habitual de malos tratos entre jóvenes es el dominio psicológico, según detectan los especialistas: el control sobre la ropa que se ponen las novias, su maquillaje, las amistades con las que salen o dónde pasan el tiempo. Y aquí, las nuevas tecnologías emergen como una nueva herramienta de vigilancia. “Ejercen un control agobiante para las chicas. A través de Whatsapp o Facebook pueden saber en todo momento dónde están, qué están haciendo y con quién. Las hostigan pidiéndoles pruebas: si dicen que están viendo la televisión, les piden qué película echan en un canal, y si les cuentan que están en el baño, las obligan a tirar de la cadena para demostrarlo. Esto es algo que no pasa con las víctimas más mayores”, explica Susana Martínez Nobo, presidenta de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, que aclara que pese a que estos medios también están al alcance de los mayores, no los usan tanto. Este atosigamiento se dispara en el momento de la ruptura, cuando el acosador utiliza cualquier mecanismo para mantener el control sobre su expareja. Otra de las modalidades del acoso a través de Internet consiste en difundir imágenes privadas, insultos o humillaciones en las redes sociales. “Puso una foto mía en sujetador en Tuenti y la repartió por todo el colegio. Dijo que era una broma que le hacía a todas sus novias”, contaba por teléfono a Anar una chica de 15 años, como consta en el informe de esta institución.
El comportamiento de los jóvenes en sus primeras parejas funciona principalmente por imitación. Actúan de manera análoga a sus referentes, entre los que destacan su familia, su entorno social y los medios de comunicación, especialmente la televisión. “Internet, el cine, las series... nos hacen asumir ciertos roles y normalizar la violencia. Historias como Crepúsculo o Cincuenta sombras de Grey son muy nocivas porque hacen pensar a las chicas que pueden con los malotes”, considera Soledad Ruiz, directora del Instituto Andaluz de la Mujer, que hace seis meses puso en marcha un programa de atención psicológica para adolescentes maltratadas que atendió a 30 chicas en el primer trimestre del año. Siguen pesando todavía 21 siglos de sociedades machistas.
Los chicos, según los expertos consultados, ya no son el lobo ibérico, pero siguen reproduciendo la desigualdad. “El machismo está muy arraigado en una parte del inconsciente colectivo, aunque cada vez menos en el comportamiento”, sostiene Consuelo Madrigal, fiscal de sala de Menores, que define la violencia de género como una “patología social”, más que individual. “La educación en la igualdad afecta a algunos aspectos, pero no cala en todos porque hay hombres que aún necesitan construir su identidad a partir del dominio y de la posesión sobre la mujer”, añade.
A la inseguridad y la falta de autoestima, se le suma una falta de referentes, especialmente para los chicos. “Tarzán ha dejado de ser el héroe y ahora es muy difícil decir quién lo es. Estamos en un momento de polarización en que se ha asumido el empoderamiento de la mujer en la sociedad, pero todavía no se acaba de admitir que es necesario cierto desempoderamiento de los hombres”, alega Hilario Sáez, sociólogo de Hombres para la Igualdad. Lo que sí constata en talleres en los institutos es que hay adolescentes que se siguen declarando machistas: “Para mandar entre hombres, hay que distinguirse de las mujeres y de los niños. A esa edad, hay que ser el más fuerte y eso se va haciendo mediante pruebas de masculinidad. Tienen mucha presión y el que más habla, habla por los demás. Siempre se le suman otros que quieren ser identificados con el fuerte”, cuenta.
La concepción romántica del amor es por donde se cuela el machismo en las relaciones reales. Hace sentir a las jóvenes que tienen una especie de contrato de por vida con su pareja y que si él es violento, es porque se lo merecen; lo que aumenta la sensación de culpabilidad. A ellos les obliga a demostrar celos y dominio para reafirmar su amor. Así lo reflejan testimonios tan antiguos como el que contaba a Anar una chica de 16 años: “El otro día me dijo: ‘Me voy a suicidar si no te veo. Me quito la vida si no estás conmigo”. El 67% de las jóvenes que llaman a esta fundación no son conscientes de que sufren violencia de género.
Noemí Parra, sexóloga y una de las coordinadoras del Programa por los Buenos Tratos de Canarias, cree que además de igualdad hay que dar formación sexual, amorosa y de gestión de conflictos. “Los adolescentes tienen muchas dificultades para establecer los límites entre lo aceptable y lo inaceptable”, zanja. Según cuenta, está trabajando con dos chicos de 13 años que le tocaron el culo a una niña: “Forma parte de un juego, y no entienden que están accediendo a un cuerpo que no quiere ser tocado. Están probando los límites, porque tienen que demostrar que se están haciendo mayores y reproducen todos los estereotipos”. Algunos más mayores también han acudido “muy agobiados” para que les ayuden a controlar los celos.
Las chicas que sufren la violencia, “están sometidas a mucha confusión, se debaten entre el amor y el miedo”, explica Hernández Claverie, que asegura que, con las mujeres más jóvenes, lo que mejor funciona es la terapia de grupo. “Ellas no ven lo que les pasa, porque confunden los celos con el amor, pero sus amigas se lo hacen ver: ‘¿Pero cómo estás con ese cabrón?’, le dicen, porque una vez que se dan cuenta, se convierten en salvadoras”, relata.
Los recortes, sin embargo, atacan también a este ámbito. De cinco psicólogas, la comisión contra los malos tratos se quedó con dos en 2011 por falta de fondos. “Cada vez que queremos mandar a alguna chica a un servicio de apoyo tenemos que llamar para asegurarnos de que aún está ahí. Muchos cierran de un día para otro”, afirman desde el departamento de servicios sociales de Anar. El Gobierno ha recortado un 21% en programas de prevención y un 18% en políticas de igualdad.
Pese a que la Secretaría de Estado de Igualdad se muestra “preocupada” por esta situación, de momento, todo son promesas. Aseguran que antes del verano se pondrá en marcha una nueva estrategia nacional contra la violencia de género con un presupuesto de 1.000 millones de euros hasta el final de la legislatura (en 2016) y medidas específicas para chicas adolescentes. Las fuentes de Igualdad consultadas anuncian también que se ampliará la prevención del machismo dentro del Plan de Infancia y se diseñará una aplicación para teléfonos móviles con toda la información sobre los distintos grados de violencia de género y los recursos disponibles en la Administración.
La Organización Mundial de la Salud acredita que los programas educativos en países desarrollados funcionan para frenar el machismo. Pero estos programas están desapareciendo en España. La reforma educativa eliminará la asignatura de Educación para la Ciudadanía —la única que contenía contenidos sobre igualdad de género— y los seminarios sobre estas materias se están extinguiendo, algo que preocupa a los expertos. “La vacuna contra la violencia es la educación, y hay que luchar en el ámbito preventivo para evitar que se reproduzcan los comportamientos machistas porque cuando actuamos la justicia o la policía, el daño ya está hecho”, opina Inmaculada Montalbán, presidenta del Observatorio de Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial.
Desde los noventa “se percibe una incorporación del valor igualdad, pero un análisis con preguntas más indirectas resalta que el comportamiento no lo tienen interiorizado”, aclara Fernando Fernández-Llebrez, profesor de la Universidad de Granada y autor del estudio Cambios y persistencias en la igualdad de género de los y las jóvenes en España (1990-2010), junto a Francisco Camas, publicado por el Instituto de la Juventud en 2012.
“Hay un elemento de continuidad de las jóvenes con las mujeres de otras generaciones: la concepción de que no vale la pena polemizar cuando hay un problema de pareja”, aclara Fernández-Llebrez. La forma de enfrentarse a la violencia de género es enseñar valores universales para chicos y chicas, “que pueden estar muy instruidos, pero muy poco educados en los valores”, apunta Cazorla. “No hay que buscar en los chicos un sentimiento de culpa, sino de responsabilidad, porque eso es lo que les llevará a actuar. Si no, los chavales lo verán como una agresión y sacarán las garras”, aclara el politólogo.
Un informe realizado en 2012 por la Universidad Complutense de Madrid y el Ministerio de Sanidad desvela el machismo que arrastran los universitarios: un 11% de ellos afirma haber ejercido malos tratos (insultos, humillación, control o agresión) y, de ellos, otro 11% lo han hecho en más de una relación. Entre las chicas, muestra que un 12% de ellas se ha sentido obligada a conductas sexuales en las que no quería participar, un 10% ha visto cómo su pareja la aislaba de sus amistades, un 8% ha vivido una situación de control hasta el mínimo detalle, un 6% ha recibido insultos con frecuencia y un 4% reconoce que su pareja le ha pegado. A pesar de esto, solo el 1,5% de las llamadas que recibió el 016 —teléfono gratuito del ministerio de atención a maltratadas— eran de estudiantes.
El programa contra la violencia de Fuenlabrada se basa en la colaboración entre diferentes instituciones. “Las tutoras de los institutos nos derivan muchos casos. Cuando notan un cambio en la forma de actuar de las alumnas, les preguntan y ellas lo cuentan. Normalmente dicen que tienen una ‘relación complicada”, apunta Blanca Vergara, responsable de la atención de las más jóvenes. Para lograr esta coordinación es necesario formar también al profesorado en cuestiones de igualdad. “El instituto es un observatorio privilegiado porque las chicas acuden cada día”, asegura.
“La transmisión de principios de igualdad es un entramado muy sutil”, declara la abogada Ángela Cerrillos, presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis: “Me aterra ver cómo hijas de clientas mías reproducen y amplifican modelos que a su edad tendrían que estar enterrados”.
La violencia machista sobrevive en las parejas más jóvenes
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