jueves, 1 de agosto de 2013

Lápiz y papel, mercromina para las heridas

Lápiz y papel, mercromina para las heridas

Lápiz y papel, mercromina para las heridas

Un estudio demuestra que expresar por escrito los sentimientos acelera el proceso de cicatrización

Una antigua máquina de escribir. / craig van der lende

Coger lápiz y papel, o un teclado, y convertir los sentimientos en palabras es para muchos un alivio emocional, sobre todo cuando se han vivido episodios traumáticos. La escritura sirve en ciertos momentos de la vida como terapia. Esto no es nuevo, numerosos estudios realizados en las tres últimas décadas lo demuestran. Psicólogos y psiquiatras incorporan la redacción como método de alivio emocional de sus pacientes. Pero una investigación reciente de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda) ha constatado que escribir ayuda, además, a acelerar la cicatrización de las heridas físicas.

Elizabeth Broadbent, psicóloga del departamento de medicina que ha dirigido el estudio ‘Escritura expresiva y curación de heridas en personas mayores’, publicado en el número de julio de Psychosomatic Medicine, asevera que la escritura funciona como cicatrizante cuando versa sobre eventos tristes “o los sentimientos más profundos de la persona”. De momento lo han probado en adultos de 64 a 97 años. A los 49 participantes se les hizo una biopsia que dejó una herida en sus brazos, se les pidió que escribieran durante 20 minutos al día y cada cuatro o cinco días, los investigadores fotografiaron sus lesiones hasta que curaron. Una mitad relataba en un papel sus pensamientos, experiencias traumáticas y emociones, y la otra escribía sobre sus planes del día evitando mencionar aspectos sentimentales. A los once días, un 76,2% de integrantes del primer grupo ya había curado la herida, frente al 42,1% del segundo.

La explicación a este fenómeno es que “el estrés y la depresión están relacionados con una curación de las heridas más lenta”, dice el informe. “Hasta ahora solo se había investigado cómo se puede reducir ese estrés en personas mayores con ejercicio físico”, continúa el documento que apunta que los achaques de la edad pueden dificultar este tipo de terapia. Sin embargo, “una alternativa factible puede ser la escritura expresiva, que es breve, fácil de administrar y barata”, subrayan los autores. “Creemos que puede ser útil, pero para su aplicación necesitamos testar la escritura expresiva en otro tipo de heridas”, advierte por correo electrónico Broadbent.

 

Consejos para la escritura terapéutica

El profesor James W. Pennebaker, de la Universidad de Texas, ha investigado durante dos décadas cómo la escritura expresiva puede ayudar a curar heridas emocionales. Estos son sus consejos:
  • Buscar un momento y lugar en el que no vaya a ser molestado ni interrumpido
  • Escribir de forma continua durante al menos 20 minutos
  • No se preocupe por la ortografía o la gramática, no importa. Recuerde que lo que escriba es solo para usted
  • Escribir sobre algo muy personal e importante. Este es el momento para ello. No se quede en la superficie, sea sincero
  • Trate solo de acontecimientos o eventos que realmente pueda afrontar ahora

María Ángeles Muñoz, psicóloga en una clínica madrileña, aplica este tipo de terapia a sus pacientes. “Cuando una persona está deprimida su sistema inmunológico también lo está”, explica. Por eso, cualquier ayuda para reducir la depresión, el estrés, los sentimientos de tristeza o agobio, revierte en un mejor estado físico de la persona, añade. “Con la escritura hacemos un vaciado, exteriorizamos ideas nocivas que rondan el pensamiento”, apunta.

En este sentido, ¿qué diferencia hay entre redactar y hablar? “Verbalizarlo también es importante, pero normalmente hay un interlocutor que va a intentar aconsejarnos o consolarnos. Eso no pasa cuando escribimos. En un papel, que sabemos que nadie va leer, solemos ser más sinceros y puede resultar más terapéutico. Cuando uno menciona aquello que no puede ser nombrado, se libera”, dice la experta. En estos casos en los que se relata episodios traumáticos o sensaciones negativas, Muñoz recomienda incluso tirar el papel, o mandar a la papelera de reciclaje el texto. “Si no lo haces y lo vuelves a leer, reconectas con esos sentimientos”, argumenta.

James W. Pennebaker, profesor en el departamento de psicología de la Universidad de Texas, e investigador en la materia, coincide en señalar que “saber que otros no lo van a leer hace que la persona sea menos sincera, piense demasiado en los lectores y poco en lo que verdaderamente quiere contar”. El experto afirma por correo electrónico que “escribir un blog público es probablemente menos beneficioso”. En sus primeros años de investigación, el psicólogo estaba interesado en cómo las personas que tienen poderosos secretos son más propensas a sufrir problemas de salud. Así, centró sus estudios en encontrar una manera para que la gente compartiera esos secretos. "Cuando das a las personas la oportunidad de escribir sobre los trastornos emocionales que a menudo experimentan, mejora su salud”, afirma.

“El proceso cognitivo de organizar lo que uno piensa para escribirlo, tiene un efecto calmante. Puede producir relajación física, bajada de la presión arterial, caída del ritmo de respiración y mejora del sueño, según los estudios”, afirma Nancy P. Morgan, directora del programa de Artes y Humanidades del Centro Oncológico Integral Lombardi, de la Universidad de Georgetown, en Whasington. La investigadora ha implementado la escritura expresiva en ese centro para investigar sus efectos. Para su investigación pedía a los pacientes que cada semana respondieran a preguntas tales como: ¿Qué juegos te gustaban cuando eras niño? También que escribieran sobre una persona que les hubiera ayudado a superar una crisis. “Este tipo de historias tienen un componente emocional”, explica. “Las personas que dijeron que el proceso de escribir les había ayudado a sentirse mejor respecto a su enfermedad, también reportaron mejoras físicas en las encuestas de seguimiento.
La conexión entre ambos aspectos era muy importante”, subraya Morgan.

Para Nuria, de 33 años y enferma de lupus, escribir sus sentimientos, sus dolores y padecimientos en Internet fue “un alivio”. Tras un año “tumbada en el sofá, sin trabajo y hundida”, decidió relatar su historia. Lo bueno y, sobre todo, lo malo. Al principio escribía pequeñas notas en un papel a su pareja. “Me costaba comunicarme con él. Cuando tienes una persona delante y le dices lo malhumorada o dolorida que estás, piensas que te está juzgando, que no te comprende”, recuerda. Con el tiempo dio el salto a la Red con su blog Tulupuesesmilupus, aunque mantenía su identidad en secreto. Era un desahogo que la sacó de la desidia y la ayudaba a expulsar de su cabeza pensamientos oscuros. “Cuando escribes estás solo contigo mismo y te sueltas”, reconoce. Pronto ese espacio se transformó en una vía para comunicarse con otros enfermos, “personas que te comprenden y no te sientes solo”.

Muchos enfermos buscan desahogo pero también compañía en la Red. “En un diario personal me lo quedaría yo y lo que me hace bien es saber que alguien me va a entender”, afirma Paula Bornachea, de 28 años y que tiene esclerosis múltiple diagnosticada desde 2008. En busca de esa comprensión, creó su blog ‘Una de cada mil’, en el que relata cómo es vivir con su enfermedad. También forma parte de redpacientes.com, una red social para que personas que padecen distintas enfermedades conecten entre sí y cuenten sus experiencias.

Pero cuando se utiliza la escritura como terapia para superar un trauma, superar el estrés o la depresión, el profesor Pennebaker considera que “escribir de una manera rutinaria es menos beneficioso”. “Es mejor hacerlo cuando te estás sintiendo mal o tienes una herida que sanar”, opina. En un papel o un ordenador, da igual, pero preferiblemente para uno mismo y que el relato verse sobre “cualquier evento o asunto importante en la vida de la persona”.

El profesor de psicología de la Universidad de Texas ha llegado a esta conclusión tras veinte años de investigación sobre la materia, también tras el atentado del 11 de Marzo de 2004 en Atocha (Madrid). En aquel estudio, publicado junto a Itziar Fernández, profesora en la UNED, y Darío Páez, de la Universidad del País Vasco, en International Journal of Clinical and Health Psychology en 2009, concluyeron que “la confrontación de hechos traumáticos, mediante expresión tanto verbal como escrita, tiene efectos positivos sustanciales en personas con dificultades para verbalizar sus emociones”.

Las investigaciones están ahí, aunque todavía queda mucho terreno por explorar respecto a la escritura terapéutica, los expertos coinciden en señalar que, en los malos momentos, el boli y el papel pueden ser excelentes compañeros para el desahogo. Las pautas son tan fáciles como ponerse, ser sinceros y, por supuesto, no preocuparse por la gramática. Lo que importa es lo de dentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario