OPERACIÓN PIONERA EN LA FJD
Cirugía exitosa para una fístula aorto-esofágica
Una compleja intervención quirúrgica, realizada en dos tiempos en la Fundación Jiménez Díaz (Madrid), repara con éxito la fístula aorto-esofágica en una paciente joven.
Sonia Moreno | 25/02/2015 13:39
La paciente Mª José Calderón con los cirujanos de la FJD Gonzalo Aldámiz-Echevarría, César Aparicio y Peter Vorwald. (José Luis Pindado)
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Una compleja intervención quirúrgica, realizada en dos tiempos en la Fundación Jiménez Díaz (Madrid), ha reparado con éxito una fístula aorto-esofágica en una paciente joven. Casi un año después de esta pionera cirugía, la enferma sigue una vida normal, tanto desde un punto de vista digestivo como cardiaco.
La comunicación anómala entre esófago y aorta se produjo en esta mujer de 44 años a la que hace años ya se había colocado una endoprótesis aórtica por una lesión causada por accidente de tráfico.Como se sabe por la literatura científica internacional sobre estos infrecuentes casos, en la fístula aorto-esofágica, las probabilidades de mortalidad son del 80 por ciento, derivadas fundamentalmente de complicaciones infecciosas en el mediastino o de una hemorragia digestiva exanguinante.
Para evitar ese desenlace, el equipo médico integrado por los servicios de Cirugía General, Cardiaca y Angiología y Cirugía Vascular de la Fundación Jiménez Díaz (FJD), consensuó con la enferma una pionera intervención.
A la vista de los resultados, la cirugía la ha alejado de un pronóstico fatal a la vez que ha asegurado su calidad de vida.
La intervención constó de dos partes: una primera donde se extirparon los dos órganos afectados (aorta y esófago) y una segunda, en la que se reconstruyó el aparato digestivo.
A la vista de los resultados, la cirugía la ha alejado de un pronóstico fatal a la vez que ha asegurado su calidad de vida.
La intervención constó de dos partes: una primera donde se extirparon los dos órganos afectados (aorta y esófago) y una segunda, en la que se reconstruyó el aparato digestivo.
Primero, los cirujanos retiraron la aorta torácica descendente y la sustituyeron por un tubo de pericardio bovino, en una operación que requirió circulación extracorpórea con hipotermia profunda, expone Gonzalo Aldámiz-Echevarría, jefe de Servicio de Cirugía Cardiaca.
En minutos
Con la paciente exanguinada, a 25 ºC de temperatura y en parada cardiaca, los cirujanos tenían una media hora para retirar la endoprótesis y reconstruir el cayado aórtico, para después actuar sobre la aorta torácica descendente y el esófago. En esa primera intervención y como medida transitoria, se abocó el esófago al cuello y se colocó una sonda en el intestino para que la paciente se pudiera alimentar.
Con la paciente exanguinada, a 25 ºC de temperatura y en parada cardiaca, los cirujanos tenían una media hora para retirar la endoprótesis y reconstruir el cayado aórtico, para después actuar sobre la aorta torácica descendente y el esófago. En esa primera intervención y como medida transitoria, se abocó el esófago al cuello y se colocó una sonda en el intestino para que la paciente se pudiera alimentar.
Unos meses más tarde, se efectuó la segunda intervención con la que se restablecía el tránsito esofágico. Para ello, los cirujanos, coordinados por Peter Vorwald, jefe de la Unidad de Cirugía Gastroesofágica de la FJD, utilizaron una plastia tubular gástrica: a partir del estómago, se creó un tubo estrecho de unos 30 cm de largo que se unió al esófago a la altura del cuello. De esta manera, se permite una alimentación sin sonda intestinal.
Como explica César Aparicio, jefe asociado de Cirugía Vascular, la casuística de cirugías similares para tratar fístulas aorto-esofágicas es escasa. En España, se sabe de una serie del Hospital Clínico de Valladolid, publicada en Angiología en mayo de 2013, con tres pacientes de entre 15 y 44 años: en uno se realizó un tratamiento conservador con antibióticos y los otros dos fueron operados, pero lamentablemente fallecieron los tres.
Las revisiones mundiales cuentan con apenas cien casos. A más de la mitad se les aplica una cirugía alternativa, que intenta sellar el esófago, poner otra prótesis, o bien directamente se desestima la operación por la situación del paciente. Aquí se registra una mortalidad del 90 por ciento al año.
En las 45 operaciones similares a esta primera intervención en España, la mortalidad desciende al 50 por ciento. Existe la posibilidad de colocar una nueva protésis impregnada en antibióticos; también se puede recurrir al injerto (de cadáver) criopreservado -"pero no parece dar los resultados deseables en arterias", comenta Aparicio- y finalmente, se utiliza, como se ha hecho aquí, prótesis de pericardio bovino. También recuerda que las publicaciones instan a ser lo más radicales que se pueda: "No sólo retirar la prótesis, sino todo el tejido infectado y el esófago".
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