ELABORAN RECUBRIMIENTOS BIODEGRADABLES PARA CONSERVAR ALIMENTOS
Investigadores de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán, de la UNAM, trabajan en la elaboración de empaques biodegradables que alarguen el tiempo de vida de frutas frescas y hortalizas, así como de aquellas mínimamente procesadas (desinfectadas, listas para consumirlas), sin modificar su calidad nutricional.
Con base en extractos acuosos y etanólicos de plantas como la damiana, orégano, romero, sangre de dragón, tomillo y hoja sen, combinados con un material polimérico (mucílago de nopal, grenetina, entre otros), se consiguen estos recubrimientos, los cuales mejoran la apariencia de frutas y hortalizas cuando son sumergidas en dichos extractos acuosos.
De acuerdo con la doctora María Andrea Trejo Márquez, profesora-investigadora de la FES Cuautitlán y miembro del proyecto, la tecnología del envasado activo busca aumentar la vida útil de los alimentos, sin alterar su calidad nutricional, tal y como se pretende lograr con los recubrimientos biodegradables comestibles que este equipo de investigadores produce.
Asimismo, este tipo de biodegradables aumentan la seguridad microbiológica y mejoran las propiedades organolépticas de los alimentos, esto con la adición de un polímero. Respecto a la selección y uso de plantas desérticas, la también responsable del Laboratorio de Poscosecha de Productos Vegetales, explicó que este tipo de plantas contiene compuestos antifúngicos que son utilizados en el recubrimiento o envase activo; una característica que garantizará el aislamiento del alimento ante la presencia de alguna enfermedad.
Esta cualidad en plantas como el orégano, tomillo o romero, no sólo mantiene inocuas a las frutas y demás alimentos que son tapados con el recubrimiento creado por los científicos de la mencionada casa de estudios, sino que evita el uso de fungicidas químicos y conservadores.
Además de estas propiedades, la doctora Trejo Márquez añadió que los envases o recubrimientos activos están compuestos por aditivos naturales que son capaces de absorber etileno, dióxido de carbono u oxígeno que las frutas y hortalizas consiguen durante su vida de poscosecha, una condición que puede transformarse en una barrera que retrase el metabolismo o inhiba el crecimiento fúngico de los alimentos.
Los recubrimientos desarrollados por el grupo de investigadores de la FES Cuautitlán han sido aplicados en frutas como fresas, zarzamoras, ciruelas, naranjas y mangos, que han sido mínimamente procesadas y listas para su consumo. Y en el caso de hortalizas, las verdolagas. Tanto frutas como hortalizas son introducidas en los compuestos bioactivos y así se obtienen alimentos libres de microbios.
“En el caso de las zarzamoras y las verdolagas, luego de ser expuestas a nuestros recubrimientos, pueden comerse incluso sin ser lavadas posteriormente, con la seguridad de que están libres de contaminantes”, concluyó la investigadora.
De acuerdo con la doctora María Andrea Trejo Márquez, profesora-investigadora de la FES Cuautitlán y miembro del proyecto, la tecnología del envasado activo busca aumentar la vida útil de los alimentos, sin alterar su calidad nutricional, tal y como se pretende lograr con los recubrimientos biodegradables comestibles que este equipo de investigadores produce.
Asimismo, este tipo de biodegradables aumentan la seguridad microbiológica y mejoran las propiedades organolépticas de los alimentos, esto con la adición de un polímero. Respecto a la selección y uso de plantas desérticas, la también responsable del Laboratorio de Poscosecha de Productos Vegetales, explicó que este tipo de plantas contiene compuestos antifúngicos que son utilizados en el recubrimiento o envase activo; una característica que garantizará el aislamiento del alimento ante la presencia de alguna enfermedad.
Esta cualidad en plantas como el orégano, tomillo o romero, no sólo mantiene inocuas a las frutas y demás alimentos que son tapados con el recubrimiento creado por los científicos de la mencionada casa de estudios, sino que evita el uso de fungicidas químicos y conservadores.
Además de estas propiedades, la doctora Trejo Márquez añadió que los envases o recubrimientos activos están compuestos por aditivos naturales que son capaces de absorber etileno, dióxido de carbono u oxígeno que las frutas y hortalizas consiguen durante su vida de poscosecha, una condición que puede transformarse en una barrera que retrase el metabolismo o inhiba el crecimiento fúngico de los alimentos.
Los recubrimientos desarrollados por el grupo de investigadores de la FES Cuautitlán han sido aplicados en frutas como fresas, zarzamoras, ciruelas, naranjas y mangos, que han sido mínimamente procesadas y listas para su consumo. Y en el caso de hortalizas, las verdolagas. Tanto frutas como hortalizas son introducidas en los compuestos bioactivos y así se obtienen alimentos libres de microbios.
“En el caso de las zarzamoras y las verdolagas, luego de ser expuestas a nuestros recubrimientos, pueden comerse incluso sin ser lavadas posteriormente, con la seguridad de que están libres de contaminantes”, concluyó la investigadora.
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