Alerta entre los científicos por una colecta para curar a parapléjicos
La terapia, que falló en monos, la ha diseñado una investigadora del CSIC
El objetivo es conseguir 700.000 euros para ensayar el tratamiento en cinco personas
Autoridades sanitarias temen que se esté dando falsas esperanzas a los pacientes
Jaime Prats Valencia31 MAR 2012 - 20:44 CET5
El 6 de marzo, los 710.000 seguidores de David Villa en Twitter recibieron el siguiente mensaje: “¿Conoces ya @Proyecto Lázarus? Es posible que haya cura para las lesiones medulares”. El delantero de la selección española se refería a una iniciativa surgida desde Valencia que pretende reunir 700.000 euros, la cantidad necesaria, según sus impulsores, para aplicar en cinco personas con paraplejia las investigaciones desarrolladas por la científica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Almudena Ramón.
El objetivo es tratar de devolverles la movilidad —no lo ha consegido nadie— mediante una terapia quirúrgica que consiste en usar células del propio paciente y que a Ramón le dió resultado en ratas, pero no pudo demostrarlo en monos. Esta campaña trae de cabeza a altos cargos sanitarios de la Comunidad Valenciana y responsables del CSIC. Temen que se estén recaudando fondos de forma poco transparente y que mediante expectativas irreales se esté abusando de la buena voluntad de personas parapléjicas, sus familiares y amigos.
El Proyecto Lázarus es una asociación impulsada por José Molina, el padre de un joven que quedó tetrapléjico tras un accidente de esquí. “Confío plenamente en los trabajos de Almudena Ramón, no porque quiera creer, sino porque los he contrastado con círculos médicos”, comenta Molina. La asociación se define como una plataforma de apoyo a la Fundación Investigación en Regeneración del Sistema Nervioso (IRSN)-Senda de Esperanza, cuyo patronato integran mayoritariamente pacientes con paraplejia y de la que es secretario Eduardo Ruiz, persona muy próxima a Almudena Ramón (que no está lesionado). IRSN es la receptora de las ayudas y la que, según recoge en su página web, ha diseñado la aplicación clínica del tratamiento. “Nuestro interés se centra en que los notables avances científicos conseguidos pueden aplicarse en una terapia curativa de forma segura y rápida”, sostienen en Internet. Y añaden: “Nosotros sí que podemos y tenemos la solución”.
En el CSIC, la gran institución de investigación pública española, no comparten en absoluto este optimismo, según fuentes cercanas a la entidad. Ramón tiene plaza en el Instituto de Biomedicina de Valencia, dependiente de este organismo, donde es directora de la Unidad de Regeneración Neural. Pero el CSIC está al margen de la iniciativa destinada a operar a las cinco personas. No solo eso, el Comité de Ética del CSIC está sobre el asunto y le preocupa la dimensión que está tomando el Proyecto Lázarus y la implicación de Ramón como científica de referencia.
Eduardo Ruiz cree que las dudas que levanta el proyecto de la Fundación IRSN se explican por la “endogamia del sistema”. “Nuestra terapia está basada en los resultados científicos obtenidos por Almudena Ramón y otros investigadores. Hay más de 80 artículos que avalan estos trabajos, en ratas, perros, cerdos y primates”.
En una conversación con este diario —“Almudena Ramón está de baja y no puede hablar”—, el secretario del patronato de IRSN añade que cuentan con el visto bueno de un comité de ética de investigación clínica y que una entidad internacional fiscalizará desde la selección de los lesionados medulares hasta el resultado final. Sin embargo, comenta que no puede hacer públicos su nombre, ni el de los neurocirujanos, especialistas en lesión medular, psicólogos o especialistas en cultivos celulares que colaboran en el proyecto. “Lo haremos en el instante en el que se comience a reclutar a los pacientes”.
Eduardo Ruiz sostiene que no es necesaria la experimentación previa en primates. Ni que alimenten falsas expectativas: “No hemos dicho que vayamos a curar a nadie, sino que trabajamos por una cura”.
Más allá de las grandes dudas que suscita la iniciativa en el seno del CSIC, las relaciones entre la investigadora y el consejo no pasan por un buen momento. La institución ha abierto un expediente sancionador que comporta una suspensión de cuatro meses de empleo y sueldo. Dos por omitir a colaboradores en la firma de un artículo y otros dos por manifestaciones en contra del CSIC y por desobediencia hacia el anterior responsable del Instituto de Biomedicina de Valencia-CSIC. La sanción está pendiente de ejecutar, ya que es recurrible. “Almudena Ramón no ha sido sancionada por el CSIC”, sostiene Eduardo Ruiz.
Un recelo similar al que está instalado en el CSIC sienten altos cargos sanitarios de la Generalitat valenciana consultados. No solo expresan una “gran preocupación” por la dimensión que está tomando la campaña y las falsas expectativas que transmiten. Además, advierten de que la terapia requeriría el visto bueno de las autoridades sanitarias de la Generalitat y el ministerio, que no tienen, lo que contradice el argumento de la fundación IRSN: “Esta terapia no es un medicamento y no requiere realizar un ensayo clínico”.
Almudena Ramón también despierta desconfianza entre relevantes personalidades de la comunidad científica. “Es típico de ella dirigirse a los pacientes y pedirles dinero, o crear asociaciones, lo que muestra una falta de ética total”, comenta Manuel Nieto Sampedro, director del grupo de plasticidad neural del Instituto de Neurobiología Ramón y Cajal del CSIC y de la unidad de investigación del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. “Sin tener resultados en monos es osado saltar a humanos”, añade.
Jesús Ávila, investigador principal del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, coincide con su colega: “Los trabajos deben hacerse siguiendo unas normas claras; hay que buscar la financiación competitiva para que se pueda comprobar si los proyectos tienen consistencia o no”.
En el año 2000, Almudena Ramón publicó en Neuron un prometedor trabajo sobre regeneración medular al conseguir que ratas parapléjicas recuperaran la movilidad. Para ello recurrió a unas células que se encuentran en el bulbo olfatorio, una región frontal del cerebro. La investigadora cultivó y trató estas células (denominadas de glía envolvente olfatoria) en el laboratorio, y las aplicó en la zona de la lesión medular.
Tras este éxito, Ramón comenzó a preparar un ensayo similar en macacos. Lo puso en marcha en el Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF) de Valencia y terminó en escándalo. La dirección del CIPF decidió paralizarlo y sacrificar al mono al que practicó un autotrasplante de células de glía. El motivo que se expuso fue el sufrimiento que mostraba el animal. Ramón replicó que el macaco presentaba signos de mejoría. El entonces director del CIPF, Rubén Moreno, llegó a prohibir el acceso de la investigadora al centro. La investigadora denunció a Moreno por unas acusaciones que fueron desestimadas por el juez. No es el único conflicto que ha tenido con sus jefes. Ramón ha denunciado por acoso laboral al anterior y al actual responsable del IBV-CSIC. En ningún caso se le dio la razón.
Almudena Ramón ha seguido publicando trabajos, pero ninguno de la relevancia del artículo de Neuron de hace 12 años. Algunos “no están mal”, como los que firma junto al científico estadounidense Reggie Edgarton, de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA), según apunta un investigador del CSIC que no desea que se le identifique. Pero, “en absoluto son un aval suficiente para dar el salto a humanos”.
El objetivo es tratar de devolverles la movilidad —no lo ha consegido nadie— mediante una terapia quirúrgica que consiste en usar células del propio paciente y que a Ramón le dió resultado en ratas, pero no pudo demostrarlo en monos. Esta campaña trae de cabeza a altos cargos sanitarios de la Comunidad Valenciana y responsables del CSIC. Temen que se estén recaudando fondos de forma poco transparente y que mediante expectativas irreales se esté abusando de la buena voluntad de personas parapléjicas, sus familiares y amigos.
El Proyecto Lázarus es una asociación impulsada por José Molina, el padre de un joven que quedó tetrapléjico tras un accidente de esquí. “Confío plenamente en los trabajos de Almudena Ramón, no porque quiera creer, sino porque los he contrastado con círculos médicos”, comenta Molina. La asociación se define como una plataforma de apoyo a la Fundación Investigación en Regeneración del Sistema Nervioso (IRSN)-Senda de Esperanza, cuyo patronato integran mayoritariamente pacientes con paraplejia y de la que es secretario Eduardo Ruiz, persona muy próxima a Almudena Ramón (que no está lesionado). IRSN es la receptora de las ayudas y la que, según recoge en su página web, ha diseñado la aplicación clínica del tratamiento. “Nuestro interés se centra en que los notables avances científicos conseguidos pueden aplicarse en una terapia curativa de forma segura y rápida”, sostienen en Internet. Y añaden: “Nosotros sí que podemos y tenemos la solución”.
En el CSIC, la gran institución de investigación pública española, no comparten en absoluto este optimismo, según fuentes cercanas a la entidad. Ramón tiene plaza en el Instituto de Biomedicina de Valencia, dependiente de este organismo, donde es directora de la Unidad de Regeneración Neural. Pero el CSIC está al margen de la iniciativa destinada a operar a las cinco personas. No solo eso, el Comité de Ética del CSIC está sobre el asunto y le preocupa la dimensión que está tomando el Proyecto Lázarus y la implicación de Ramón como científica de referencia.
Eduardo Ruiz cree que las dudas que levanta el proyecto de la Fundación IRSN se explican por la “endogamia del sistema”. “Nuestra terapia está basada en los resultados científicos obtenidos por Almudena Ramón y otros investigadores. Hay más de 80 artículos que avalan estos trabajos, en ratas, perros, cerdos y primates”.
En una conversación con este diario —“Almudena Ramón está de baja y no puede hablar”—, el secretario del patronato de IRSN añade que cuentan con el visto bueno de un comité de ética de investigación clínica y que una entidad internacional fiscalizará desde la selección de los lesionados medulares hasta el resultado final. Sin embargo, comenta que no puede hacer públicos su nombre, ni el de los neurocirujanos, especialistas en lesión medular, psicólogos o especialistas en cultivos celulares que colaboran en el proyecto. “Lo haremos en el instante en el que se comience a reclutar a los pacientes”.
Eduardo Ruiz sostiene que no es necesaria la experimentación previa en primates. Ni que alimenten falsas expectativas: “No hemos dicho que vayamos a curar a nadie, sino que trabajamos por una cura”.
Más allá de las grandes dudas que suscita la iniciativa en el seno del CSIC, las relaciones entre la investigadora y el consejo no pasan por un buen momento. La institución ha abierto un expediente sancionador que comporta una suspensión de cuatro meses de empleo y sueldo. Dos por omitir a colaboradores en la firma de un artículo y otros dos por manifestaciones en contra del CSIC y por desobediencia hacia el anterior responsable del Instituto de Biomedicina de Valencia-CSIC. La sanción está pendiente de ejecutar, ya que es recurrible. “Almudena Ramón no ha sido sancionada por el CSIC”, sostiene Eduardo Ruiz.
Un recelo similar al que está instalado en el CSIC sienten altos cargos sanitarios de la Generalitat valenciana consultados. No solo expresan una “gran preocupación” por la dimensión que está tomando la campaña y las falsas expectativas que transmiten. Además, advierten de que la terapia requeriría el visto bueno de las autoridades sanitarias de la Generalitat y el ministerio, que no tienen, lo que contradice el argumento de la fundación IRSN: “Esta terapia no es un medicamento y no requiere realizar un ensayo clínico”.
Es típico de ella dirigirse a los pacientes para pedirles dineroManuel Nieto Sampedro es director de la unidad de investigación del hospital de Parapléjicos de Toledo
Jesús Ávila, investigador principal del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, coincide con su colega: “Los trabajos deben hacerse siguiendo unas normas claras; hay que buscar la financiación competitiva para que se pueda comprobar si los proyectos tienen consistencia o no”.
En el año 2000, Almudena Ramón publicó en Neuron un prometedor trabajo sobre regeneración medular al conseguir que ratas parapléjicas recuperaran la movilidad. Para ello recurrió a unas células que se encuentran en el bulbo olfatorio, una región frontal del cerebro. La investigadora cultivó y trató estas células (denominadas de glía envolvente olfatoria) en el laboratorio, y las aplicó en la zona de la lesión medular.
Tras este éxito, Ramón comenzó a preparar un ensayo similar en macacos. Lo puso en marcha en el Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF) de Valencia y terminó en escándalo. La dirección del CIPF decidió paralizarlo y sacrificar al mono al que practicó un autotrasplante de células de glía. El motivo que se expuso fue el sufrimiento que mostraba el animal. Ramón replicó que el macaco presentaba signos de mejoría. El entonces director del CIPF, Rubén Moreno, llegó a prohibir el acceso de la investigadora al centro. La investigadora denunció a Moreno por unas acusaciones que fueron desestimadas por el juez. No es el único conflicto que ha tenido con sus jefes. Ramón ha denunciado por acoso laboral al anterior y al actual responsable del IBV-CSIC. En ningún caso se le dio la razón.
Almudena Ramón ha seguido publicando trabajos, pero ninguno de la relevancia del artículo de Neuron de hace 12 años. Algunos “no están mal”, como los que firma junto al científico estadounidense Reggie Edgarton, de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA), según apunta un investigador del CSIC que no desea que se le identifique. Pero, “en absoluto son un aval suficiente para dar el salto a humanos”.
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