El 23 % de la población española es obesa
El cálculo matemático no sirve para tratar y resolver la obesidad
Más que el desequilibrio entre gasto e ingesta, hay unos 12 factores etiológicos implicados. Su origen multifactorial exige individualizar el abordaje para diseñar una estrategia eficaz.
Maria R. Lagoa. La coruña | dmredaccion@diariomedico.com | 25/07/2013 18:18
Javier Salvador Rodríguez ()
La obesidad continúa aumentando en España y su tasa asciende casi al 23 por ciento de la población, siendo una de las más altas de Europa. Las campañas y esfuerzos por combatirla no están surtiendo efecto. Salvador señaló al desequilibrio entre ingesta y gasto como la causa predominante. No obstante, también desgranó hasta 12 factores etiológicos implicados. Sin duda esta variedad supone un obstáculo para diseñar una estrategia realmente eficaz. "Son muchos elementos en juego, no es algo sencillo ni matemático, no se trata solo de restar lo que quemas a lo que comes", subrayó Salvador.
En la mayoría de los países ha aumentado la ingesta calórica. Ésta está regulada por señales complejas procedentes del tubo digestivo, páncreas, tejido adiposo -que secreta un gran número de sustancias, la mayoría perjudiciales- y del sistema nervioso central. La grelina es la única señal digestiva que estimula la ingesta. La respuesta del organismo a la sobreingesta no es homogénea. En parte puede depender de factores genéticos. De hecho hay estudios en marcha que parecen indicar que determinados genotipos se asocian con una mayor ingesta y con alteraciones en las hormonas que controlan el apetito y la saciedad.
Así, por ejemplo, se ha descubierto que alteraciones del gen FTO están presentes en el 60 por ciento de las personas obesas. No obstante, Salvador ha matizado que las causas genéticas no suelen ser responsables de grandes ganancias de peso salvo en el caso de la obesidad monogénica. Además, la epigenética -el efecto de las circunstancias ambientales en la expresión de los genes (entorno, alimentación, actividad física, etc.)- tiene potencial relevancia en su desarrollo.
termogénesis
Uno de los hallazgos más recientes es que en los humanos el tejido adiposo pardo -cuyas células son metabólicamente activas en términos de gasto calórico y en comparación con los adipocitos blancos- se activa por el frío induciendo gasto calórico. La activación no es homogénea en todas las personas pero se sabe que puede estimularse con el frío incluso en individuos en los que no se detecta en primera instancia. Por todo ello, se ha convertido en una diana del tratamiento: "Debe mantenerse la investigación en este terreno con el fin de aumentar la termogénesis, lo que facilitará el tratamiento de la obesidad".
Otras influencias
Salvador ha otorgado una gran importancia a la falta de sueño: "Dormir menos de siete horas favorece estos trastornos al afectar a las hormonas que controlan el apetito y la saciedad. De hecho, la apnea del sueño, muy frecuente en la obesidad con un IMC mayor de 35 en varones y mujeres menopáusicas, puede participar de estos mecanismos".
Existe una relación bidireccional entre obesidad y enfermedades psiquiátricas, en las que aumenta la grasa abdominal y algunas de las terapias potencian el efecto. La tasa de obesidad es mayor entre los occidentales que entre los orientales, y más frecuente en la tercera edad. No obstante, más allá de la raza y la edad, el estrés también es un potencial generador de obesidad abdominal, y algunas alteraciones hormonales como el hipotiroidismo o el hipogonadismo favorecen la enfermedad. Parece que la deficiencia de vitamina D también podría contribuir, aunque aún no está establecido.
Por otra parte, la microbiota intestinal es otro agente implicado en la obesidad y en sus complicaciones metabólicas a través de la modulación de algunos nutrientes, la lipogénesis hepática, etc. Algunas bacterias favorecen el ahorro energético y la alimentación es un potencial modulador de la microbiota".
Los estudios epidemiológicos sugieren que algunas sustancias químicas presentes en pesticidas y determinados plásticos, como el bisfenol A o los ftalatos, pueden estar relacionados aunque existen dudas sobre los mecanismos implicados. Por último, han de tenerse en cuenta los factores socioeconómicos y culturales, como la educación nutricional, los precios de los alimentos saludables, los transportes o la posibilidad que ofrecen las ciudades para hacer actividad física.
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