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Niños mal comedores podrían tener alteraciones físicas y mentales
Investigadores de Duke Medicine en Estados Unidos han descubierto que los niños considerados como mal comedores podrían presentar ansiedad o depresión.
Redacción | dmredaccion@diariomedico.com | 03/08/2015 08:00
Un nuevo estudio del Duke Medicine ha descubierto que niños mal comedores de forma moderada y severa a menudo tienen con problemas serios en la infancia como la depresión y la ansiedad que podrían necesitar intervención. El estudio se publicó en la revista Pediatrics.
Los investigadores revelaron que más del 20 por ciento de niños entre dos y seis años comen selectivamente. De estos, cerca al 18 por ciento fueron clasificados como mal comedores moderados. Los restantes, cerca del 3 por ciento, fueron clasificados como selectivos severos, tan restrictivos en la ingesta que limitó su capacidad para comer con otras personas.
Pero Nancy Zucker, directora del Centro Duke para desórdenes alimenticios, se pregunta: "¿Cuándo es verdaderamente un problema?". El estudio también descubrió que niños con comportamientos selectivos para comer tuvieron casi dos veces más probabilidad de desarrollar síntomas de ansiedad en los intervalos de seguimiento, y otros problemas mentales como depresión y ansiedad social. De hecho, en niños que son mal comedores severos la probabilidad de tener un diagnóstico de depresión fue dos veces mayor.
Necesidad de nuevas herramientas
"La discapacidad puede tomar diferentes formas. Puede afectar a la salud del niño, al crecimiento, al funcionamiento social, y a la relación paterno-filial. El niño puede sentirse como que nadie les cree, y los padres pueden sentir culpables por el problema".
Niños con patrones moderados y severos selectivos para comer reunirían criterios para un desorden alimenticio llamado Trastorno de consumo restrictivo o evitativo de la comida.
Zucker afirma que los hallazgos sugieren que los padres están en conflicto con la regularidad sobre la comida de los niños, lo que no es necesariamente resultado de la alimentación infantil, y las familias y sus médicos necesitan nuevas herramientas para dirigir el problema. Además algunos niños podrían tener intensificados los sentidos, lo que puede provocar que el olor, la textura y el sabor de ciertos alimentos pueden abrumar, causando rechazo y disgusto. Algunos niños podrían haber tenido una mala experiencia con determinados alimentos, y desarrollan ansiedad cuando prueban nuevas comidas o son forzados para intentar comerlo de nuevo.
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