OPIOIDES
El manejo del dolor, libre de adicciones en España
En España, el uso de opioides es medicinal y en un 98% de casos se prescriben en el sistema público de salud. En Estados Unidos hay más muertes por abuso de analgésicos opioides que por todas las drogas ilícitas.
Raquel Serrano | MADRID raquelserrano@unidadeditorial.es | 19/09/2016 00:00
''De entre todos los remedios que Dios ha puesto a nuestro alcance, nada más eficaz y potente que el opio", decía Thomas Sydenham, el Hipócrates inglés que rediseñó el láudano. Y es que los derivados del opio, y más actualmente los opioides o sustancias análogas, usados desde tiempos remotos, son los medicamentos de elección para el control del dolor agudo, oncológico y crónico benigno. Sin embargo, su manejo sigue presentando luces y sombras derivadas no sólo de sus efectos secundarios adversos, sino más bien, del potencial riesgo de adicción, fenómeno del que ya se ha dado la voz de alarma en Estados Unidos y que ha obligado a su presidente, Barack Obama, a impulsar ciertas medidas de control. En este país, se producen 44 muertes diarias por consumo de opioides legales, según los datos de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, más que las que se registran por drogas consideradas ilegales.
Contextos opuestos
La pregunta es si en España, donde el consumo de opioides ha aumentado en la última década, se puede correr la misma suerte a largo plazo. "El contexto español es completamente diferente al estadounidense, ligado a un uso indebido e inadecuado. Más que aumentar, en España se ha regulado y adaptado el consumo y la prescripción de analgésicos opioides a las necesidades reales", indica Concha Pérez, portavoz de la Sociedad Española del Dolor (SED) y jefa de la Unidad del Dolor en el Hospital de La Princesa, de Madrid, quien, no obstante, alaba "la honradez y valentía de la Administración estadounidense al reconocer el problema porque permiten que todos aprendamos de los errores y que se avance en el desarrollo de nuevos opioides más seguros".
La pregunta es si en España, donde el consumo de opioides ha aumentado en la última década, se puede correr la misma suerte a largo plazo. "El contexto español es completamente diferente al estadounidense, ligado a un uso indebido e inadecuado. Más que aumentar, en España se ha regulado y adaptado el consumo y la prescripción de analgésicos opioides a las necesidades reales", indica Concha Pérez, portavoz de la Sociedad Española del Dolor (SED) y jefa de la Unidad del Dolor en el Hospital de La Princesa, de Madrid, quien, no obstante, alaba "la honradez y valentía de la Administración estadounidense al reconocer el problema porque permiten que todos aprendamos de los errores y que se avance en el desarrollo de nuevos opioides más seguros".
Dos son los grandes elementos diferenciadores de la realidad estadounidense y española. En primer término, el modelo sanitario que en Estados Unidos es privado casi en su totalidad, a excepción de un pequeño porcentaje de hospitales de beneficencia, lo que se traduce en "una liberalización e inhibición a la hora de prescribir opioides, sin desdeñar el perfil un tanto compulsivo de la sociedad americana", apunta Ignacio Velázquez, coordinador del Grupo de Trabajo de Opioides de la SED y vicepresidente de la Sociedad Andaluza del Dolor.
Comparte esta idea Víctor Mayoral, miembro de la SED y especialista de la Unidad de Dolor del Hospital de Bellvitge, en Barcelona, así como en el Instituto Catalán de Oncología (ICO). A su juicio, la gran diferencia entre el problema que está afrontando Estados Unidos y España radica en el uso no medicinal del fármaco en Estados Unidos y la trazabilidad que hoy en día tenemos de los opioides en España. "Es cierto que se podría mejorar aún más el sistema en nuestro país, por ejemplo, con una historia clínica compartida por todo el Estado. Pero iniciativas que ya son una realidad en el ámbito autonómico, como la receta electrónica, son capaces de alertar de consumos abusivos y permiten la detección de errores en las pautas. Los profesionales, además, son conscientes de los efectos secundarios de los opioides y pueden ver conductas aberrantes".
Garantías de control
En España, afortunadamente, se ha tenido un control muy exhaustivo de la prescripción de opioides, en primer lugar con la ya desaparecida receta de estupefacientes y posteriormente con mejoras sucesivas e igual control, de forma que el 98 por ciento de las prescripciones de opioides se realizan en el sistema público de salud, lo que supone una "garantía de control, de eficacia y de asegurarnos que un paciente recibe opiodes cuando verdaderamente le hace falta". Así, los especialistas consideran que en España estamos a salvo de una "epidemia de opioides" para combatir el dolor, "al menos, a salvo del modelo indiscriminado estadounidense, aunque no es menos cierto que debemos elegir muy exhaustivamente al paciente al que le vamos a prescribir y administrar los opiodes", subraya Velázquez.
En España, afortunadamente, se ha tenido un control muy exhaustivo de la prescripción de opioides, en primer lugar con la ya desaparecida receta de estupefacientes y posteriormente con mejoras sucesivas e igual control, de forma que el 98 por ciento de las prescripciones de opioides se realizan en el sistema público de salud, lo que supone una "garantía de control, de eficacia y de asegurarnos que un paciente recibe opiodes cuando verdaderamente le hace falta". Así, los especialistas consideran que en España estamos a salvo de una "epidemia de opioides" para combatir el dolor, "al menos, a salvo del modelo indiscriminado estadounidense, aunque no es menos cierto que debemos elegir muy exhaustivamente al paciente al que le vamos a prescribir y administrar los opiodes", subraya Velázquez.
Pérez considera, en este sentido, que el profesional que maneja el dolor no solo debería conocer cuáles son los fármacos que mejorarían su proceso, funcionalidad y calidad de vida. Tampoco ha de perder de vista el perfil de cada paciente en cuanto a posibilidades o no de adicción o de dependencia física y/o psíquica a opioides, patrón en el que actualmente trabaja el Grupo de Opioides de la SED, centrado sobre todo en unidades del dolor.
A su juicio, "la experiencia nos está demostrando que la administración de opioides potentes de larga duración no se relaciona con adicción. Ésta aparece más asociada a fentanilos de absorción rápida (mucosa, nasal o sublingual) que ofrecen un rápido y gran beneficio a los pacientes". Sin embargo, "la monitorización detecta si la adicción se está produciendo, por lo que es fácil revertir la situación", aclara Velázquez.
Otro aspecto que jugaría a favor en el control del uso abusivo de opiáceos en España es que la población sigue teniendo una opinión negativa de ellos, indica Inmaculada Failde, profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública y directora del Observatorio del Dolor de la Universidad de Cádiz.
Los datos de un informe elaborado por esta institución sobre una muestra de 1.300 personas alertan de que un 47,6 por ciento de la población teme a los efectos secundarios de los opioides, aunque el 85,3 por ciento aceptaría un tratamiento con ellos en el caso de que ese médico se los recetara, siendo la confianza hacia éste la principal razón para tomarlo, así como la ausencia de otras alternativas.
Formación, una clave
Para Emilio Blanco, coordinador fundacional del Grupo de Dolor de Semergen y miembro de la SED, solo una amplia formación, tanto en atención primaria como especializada, asegura un manejo adecuado del dolor con opioides. La clave es realizar una "valoración correcta del dolor y extender las recomendaciones sobre su uso a primaria y al resto de especialidades".
Para Emilio Blanco, coordinador fundacional del Grupo de Dolor de Semergen y miembro de la SED, solo una amplia formación, tanto en atención primaria como especializada, asegura un manejo adecuado del dolor con opioides. La clave es realizar una "valoración correcta del dolor y extender las recomendaciones sobre su uso a primaria y al resto de especialidades".
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El consumo de AINE es 'la verdadera epidemia' en España
A pesar de los imprevisibles y graves efectos secundarios que puede acarrear el consumo, continuado y elevado, de antiinflamatorios no esteroideos (AINE), España es uno de los países con mayor incremento en el consumo y prescripción de este grupo farmacológico. "Esta es la verdadera epidemia", sentencia Ignacio Velázquez, quien indica que entre los años 2000 y 2012 se ha registrado "un aumento del 27 por ciento en su prescripción". Paralelamente, se ha producido un aumento en el consumo de gastroprotectores como los inhibidores de la bomba de protones (IBP) y anti-H2.
Velázquez considera que no se trata de estigmatizar a los antiinflamatorios, ya que son sustancias de suma utilidad y eficacia en el manejo del dolor, sino de que su empleo se lleve a cabo con su indicación precisa y con limitaciones en el tiempo. "Deben prescribirse, por supuesto, siempre que exista dolor con componente inflamatorio y a corto plazo. Nunca más de un mes de tratamiento. Existen pacientes con tratamientos incluso que se alargan más de un año, lo cual entraña riesgos innecesarios".
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