El tabaquismo es uno de los principales factores de riesgo del asma. Según los datos que maneja la Organización Mundial de la Salud, el 40 por ciento de los niños son fumadores pasivos; una cifra que baja al 37 por ciento según un estudio de la Sociedad Española de Neumología Pediátrica (SENP).
Porcentaje arriba o abajo, lo cierto es que el humo del tabaco en suspensión influye negativamente en el sistema respiratorio de los niños, máxime en el de los aquejados por asma. Con estos datos y algunos de estudios previos, un nuevo estudio ha analizado la influencia del consumo pasivo de tabaco en los niños y su relación con la incidencia de crisis asmáticas y problemas respiratorios.
La investigación, realizada por el equipo del Pediatría del Hospital Universitario Gregorio Marañón, en Madrid, es un análisis retrospectivo de 365 muestras de niños, de entre 4 y 16 años, que entre los años 2011 y 2015 tuvieron que ser ingresados en el centro hospitalario madrileño por una crisis asmática.
Entre los principales datos arrojados por el estudio destaca que el 41 por ciento de los niños ingresados a consecuencia de una crisis asmática eran fumadores pasivos, y sus crisis de asma presentaban una mayor gravedad, especialmente cuando el padre era el fumador de la familia.
El perfil de los niños que participaron en el estudio es de menores con 5 años de media, el 65 por ciento era niños, el 45 por ciento tenía un diagnóstico previo de asma y la duración media de la estancia hospitalaria no superó los cuatro días. Del total de los niños que eran fumadores pasivos, en el 19 por ciento de los casos, los dos progenitores eran fumadores; en el 14 por ciento lo era solo el padre; en el 6 por ciento, la madre; y en el 2 por ciento, otros familiares.
Crisis asmáticas
Entre las principales características que presentaba el grupo de los niños que eran fumadores pasivos están: una menor saturación de oxígeno al ingreso, mayor puntuación en la escala de gravedad de crisis asmática, peores parámetros de función pulmonar y más visitas al servicio de Urgencias en los meses previos al ingreso.
En relación a las crisis asmáticas, estas fueron más graves en el caso de los chavales cuyo padre era el fumador versus la madre u otro familiar. Un dato que, pese a que históricamente se ha asociado más al papel de la madre fumadora, en este caso, se apunta como posibles factores diferenciales a la cantidad y el tipo de tabaco.
Los pequeños fumadores pasivos también presentaron más casos previos de bronquiolitis (68 por ciento frente a 56) o de broncoespasmo (80 por ciento frente a 65), de forma significativa.
Factor de riesgo evitable
La nueva investigación, además, ha desvelado que, aunque en los pacientes estudiados inciden otros potenciales factores de riesgo, el tabaquismo pasivo es un factor de riesgo independiente en la alteración de la función pulmonar del asma; y este junto a la atopia se asociaron a una mayor gravedad de las crisis. Por tanto, se tuvo como referencia que la ausencia de tabaquismo pasivo fue un factor de protección independiente de alteración de función pulmonar.
Los datos de esta investigación han sido publicados en una carta científica titulada “Impacto del tabaquismo pasivo en la función pulmonar y gravedad del asma en la población pediátrica”, en ‘Archivos de Bronconeumología’, la revista de la Sociedad Española de Neumología Pediátrica (SENP). Y cuyos autores concluyen alegando que el tabaquismo indirecto es un factor de riesgo evitable y una de las principales causas de agravamiento del asma. “Conociendo que la calidad de vida de estos niños puede verse agravada de manera importante, consideramos fundamental insistir en medidas preventivas del tabaquismo pasivo en el medio familiar”, se destaca en la publicación.