La corteza cerebral, también conocida como la “sustancia gris”, es la parte externa del cerebro donde residen las capacidades cognitivas, la capacidad de pensar, de procesar información, la memoria y la atención. Es una capa altamente compleja y plegada, relativamente fina, que permite albergar gran número de neuronas. Avanzar en su conocimiento supone también avanzar en diversas enfermedades mentales.
Con este objetivo, un nuevo trabajo colaborativo a nivel mundial (360 científicos de 184 instituciones), en el que ha participado el equipo del CIBER de Salud Mental (CIBERSAM) ha permitido en el grado de conocimiento sobre el mapa genético que determina la estructura de las regiones claves de la corteza cerebral humana.
El trabajo, que se ha publicado en la revista Science, ha permitido realizar un amplio metaanálisis que asocia datos genómicos con datos de las resonancias cerebrales de 51.665 personas pertenecientes a 60 cohortes.
En palabras de Benedicto Crespo-Facorro en el Hospital Universitario Virgen del Rocío, IBiS, Universidad de Sevilla, “se realizó un estudio que demostrase la influencia genética en la estructura del cerebro y también en cómo pensamos y nos comportamos los seres humanos”.  En este sentido, “estos hallazgos representan un hito en el camino para conocer cómo la variabilidad genética marca diferencias en la estructura cerebral que a la postre nos pone en riesgo de padecer algunas enfermedades mentales”.
Correlaciones genéticas
De esta forma, los resultados han mostrado tanto correlaciones genéticas (306 variantes genéticas) como causalidad bidireccional entre la superficie total de la corteza cerebral y la función cognitiva y los logros educativos de las personas. Además, han revelado correlaciones genéticas entre la superficie total de la corteza y la enfermedad de Parkinson, pero no se encontró relación de causalidad en este aspecto.
Sobre esta cuestión, Katrine Grasby de la Universidad de California del Sur (EE.UU), también autora del trabajo, agregaba que “encontramos que las variantes genéticas asociadas a tener una menor superficie cortical, o menor plegamiento de la misma, también contribuyen a un riesgo mayor de depresión, insomnio y trastorno de déficit de atención e hiperactividad”.
Así la experta concluía que, usando la información de la RM y la genética es posible predecir un tercio de las diferencias en la estructura cortical entre individuos con variantes genéticas.