La noticia de que el tratamiento con dexametasona reduce la mortalidad de COVID-19 entre los pacientes muy graves ha sido muy bien acogida. La misma se basa en un estudio coordinado por la Universidad de Oxford (Reino Unido), y ya hay expertos que ha advertido que hay varios aspectos del mismo que necesitan una evaluación crítica.
En concreto, Jan Tesarik, director de la clínica MARGen de Granada, advierte que hay que rebajar el nivel de expectativa. Dexametasona es un derivado sintético de hormonas corticoides, producidas por las glándula suprarrenales. La misma  se utiliza desde hace mucho tiempo para mitigar inflamación y reacciones alérgicas. “Sin embargo, al mismo tiempo el fármaco reduce las defensas del organismo contra las infecciones”.
De esa forma, el tratamiento con dexametasona estaría justificado para aliviar los síntomas inflamatorios cuando la infección responsable de la enfermedad puede ser controlada por un antibiótico o una vacuna. “Si la infección no está controlada por un antibiótico o una vacuna eficaz, la dexametasona, y otros fármacos de este tipo, reducen la defensa del organismo frente el virus y permiten su proliferación incontrolada”, reflexiona el experto.
Es por ello que el tratamiento con dexametasona puede ser útil en situaciones extremas. Por ejemplo, cuando el organismo no tiene ninguna defensa eficaz contra el intruso. En estos casos,  todas sus reacciones van de una manera ciega destruyendo todo tipo de células infectadas y provocando así un fallo multiorgánico. En otros casos, el tratamiento con dexametasona disminuye la defensa propia del organismo y agrava los síntomas del distrés respiratorio.

Evaluación objetiva de calidad del estudio sobre el tratamiento con dexametasona

Otra cuestión que analiza Jan Tesarik, es que falta una evaluación objetiva de calidad del estudio sobre el tratamiento con dexametasona. “Lo único que se ha filtrado es una compilación de datos, sin ninguna evaluación independiente de su fiabilidad”.
En estas circunstancias, lo recomendable es que considerar esta “filtración” con mucha cautela para no hacer daño a pacientes. “La dexametasona puede ser considerada para tratar pacientes en una situación desesperada. Pero no hay que utilizarla en casos más leves, en los que tratamientos más ligeros y sin riesgos, como la melatonina, tendrían que ser la primera opción”, concluye Tesarik.