La adecuada nutrición durante la colonización inicial en el neonato, clave para evitar enfermedades futuras
Londres (15-16/05/2013) - Paco Romero
• La nutrición durante las etapas iniciales de desarrollo del ser humano es crucial. Una correcta alimentación en este periodo, cuando se está produciendo la colonización inicial, es esencial para el establecimiento de la homeostasis de la inmunidad intestinal y para la prevención de la expresión posterior de la enfermedad
• Así se ha puesto de relieve en el transcurso de la 46ª Reunión Anual de la European Society of Paediatric Gastroenterology, Hepatology and Nutrition, celebrada del 8 al 11 de mayo en Londres
El paradigma de la carga de enfermedad en los países desarrollados ha cambiado drásticamente en las últimas décadas. Se ha pasado de enfermedades predominantemente infecciosas aenfermedades autoinmunes (autoinmunidad y alergia), debido a las alteraciones en el estilo de vida occidental (mejoras en la Sanidad, vacunación, uso de antibióticos y modificaciones en los hábitos alimenticios). Tal y como se ha subrayado en el transcurso de un simposio de Mead Johnson Nutrition, celebrado en la 46ª Reunión de la ESPGHAN, si bien estos cambios en el estilo de vida han sido eficaces en la reducción de la carga de la enfermedad infecciosa, también han provocado cambios en la inmunidad de la mucosa que conducen a respuestas inmunes aberrantes y a un cambio en la carga de la enfermedad.
"Se cree que la base principal para el cambio de carga de la enfermedad es una modificación en la colonización del tracto gastrointestinal, particularmente en el período neonatal", ha explicado el Dr. Allan Walker, profesor de Nutrición y Pediatría en la Facultad de Medicina de Harvard en Boston (EE.UU.). Para este experto, "la nutrición durante la colonización inicial juega un papel determinante en el establecimiento de la homeostasis de la inmunidad intestinal y la prevención de la expresión posterior de la enfermedad".
Asegurar una correcta colonización inicial
Hay importantes indicios de que la interrupción del proceso de colonización normal puede dar lugar a alteraciones en la relación simbiótica, que son necesarias para la homeostasis inmune. En concreto, y a modo de ejemplo, se sabe que los bebés nacidos por cesárea o los que reciben una cantidad excesiva de antibióticos perinatales tienen una colonización inicial inapropiada y una función inmune de la mucosa aberrante. Como consecuencia, más adelante durante la infancia expresan un aumento de la incidencia en el asma y en las enfermedades autoinmunes (por ejemplo, enfermedad celíaca).
Un componente importante de la colonización inicial es la dieta del niño. Tal y como destaca el Dr. Walker, "la leche materna contiene una variedad de oligosacáridos no digeribles que funcionan como probióticos que estimulan la proliferación de las bacterias bifidobacterias y lactobacilos que favorecen la salud y causan la fermentación de los oligosacáridos en los ácidos grasos de cadena corta". Estas bacterias favorables para la salud, añade este experto, "estimulan el aumento de la IgA (Inmunoglobulina A) secretora y la disminución de las citocinas inflamatorias, componentes importantes de la homeostasis inmune".
Evidencias tales como que la dieta a largo plazo puede modificar grandes familias de bacterias intestinales (phyla) en "enterotipos" específicos que afectan a la susceptibilidad del individuo a sufrir enfermedades inmunomediadas y metabólicas o que la bacteria bifidobacterias infantis segrega factores que estimulan la maduración de los genes de respuesta inmune innata y reducen la inflamación excesiva observada en casos de prematuridad, invitan a hacer una recomendación dietética clara. Como aconseja el Dr. Walker, "la alimentación más adecuada para los bebés prematuros debe consistir en leche materna complementada con probióticos, como bifidobacterias".
Alimentar al cerebro
Dando un paso más en este ámbito, y recalcando la estrecha y poco conocida interacción entre microbioma y cerebro, el prof. Stephen M. Collins, de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad McMaster en Hamilton (Canadá), presentó en este foro unos prometedores y sugerentes estudios de experimentación en animales que evidencian la existencia de un eje estómago-cerebro, estableciéndose un sistema de comunicación entre la microbiota y determinadas funciones cerebrales.
El eje intestino-cerebro es un sistema de comunicación neuro-humoral y bidireccional que permite la regulación neural central de todas las funciones gastrointestinales que transmiten de nuevo al cerebro información respecto al estado del intestino y su contenido luminal. Para el Dr. Collins, "la integridad de la microbiota intestinal es vital para la función intestinal normal, pero su influencia se extiende más allá del tracto gastrointestinal".
Existen pruebas que demuestran como la microbiota intestinal también influye en el desarrollo y función del cerebro, y que el cerebro puede, indirectamente, alterar la composición microbiana de los intestinos, apoyando así la integración de la microbiota en el eje intestino-cerebro.
Diversos estudios apoyan la hipótesis de que el microbioma influye en cerebro y el comportamiento. Se ha observado, por ejemplo, que ratones sometidos a estrés o depresión muestran alteraciones en la composición microbiana de los intestinos. "Esto se debe a los cambios inducidos por el estrés en la fisiología intestinal que alteran el micro-entorno bacteriano, lo que resulta en un cambio adaptativo en la composición microbiana", argumenta el Dr. Collins. Para este experto, "los estudios experimentales en ratones nos indican que la microbiota intestinal es crítica para la expresión de las anomalías de comportamiento que resultan en estrés de la vida temprana y apoyan la existencia de un eje microbioma-intestino-cerebro bidireccional".
"Se cree que la base principal para el cambio de carga de la enfermedad es una modificación en la colonización del tracto gastrointestinal, particularmente en el período neonatal", ha explicado el Dr. Allan Walker, profesor de Nutrición y Pediatría en la Facultad de Medicina de Harvard en Boston (EE.UU.). Para este experto, "la nutrición durante la colonización inicial juega un papel determinante en el establecimiento de la homeostasis de la inmunidad intestinal y la prevención de la expresión posterior de la enfermedad".
Asegurar una correcta colonización inicial
Hay importantes indicios de que la interrupción del proceso de colonización normal puede dar lugar a alteraciones en la relación simbiótica, que son necesarias para la homeostasis inmune. En concreto, y a modo de ejemplo, se sabe que los bebés nacidos por cesárea o los que reciben una cantidad excesiva de antibióticos perinatales tienen una colonización inicial inapropiada y una función inmune de la mucosa aberrante. Como consecuencia, más adelante durante la infancia expresan un aumento de la incidencia en el asma y en las enfermedades autoinmunes (por ejemplo, enfermedad celíaca).
Un componente importante de la colonización inicial es la dieta del niño. Tal y como destaca el Dr. Walker, "la leche materna contiene una variedad de oligosacáridos no digeribles que funcionan como probióticos que estimulan la proliferación de las bacterias bifidobacterias y lactobacilos que favorecen la salud y causan la fermentación de los oligosacáridos en los ácidos grasos de cadena corta". Estas bacterias favorables para la salud, añade este experto, "estimulan el aumento de la IgA (Inmunoglobulina A) secretora y la disminución de las citocinas inflamatorias, componentes importantes de la homeostasis inmune".
Evidencias tales como que la dieta a largo plazo puede modificar grandes familias de bacterias intestinales (phyla) en "enterotipos" específicos que afectan a la susceptibilidad del individuo a sufrir enfermedades inmunomediadas y metabólicas o que la bacteria bifidobacterias infantis segrega factores que estimulan la maduración de los genes de respuesta inmune innata y reducen la inflamación excesiva observada en casos de prematuridad, invitan a hacer una recomendación dietética clara. Como aconseja el Dr. Walker, "la alimentación más adecuada para los bebés prematuros debe consistir en leche materna complementada con probióticos, como bifidobacterias".
Alimentar al cerebro
Dando un paso más en este ámbito, y recalcando la estrecha y poco conocida interacción entre microbioma y cerebro, el prof. Stephen M. Collins, de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad McMaster en Hamilton (Canadá), presentó en este foro unos prometedores y sugerentes estudios de experimentación en animales que evidencian la existencia de un eje estómago-cerebro, estableciéndose un sistema de comunicación entre la microbiota y determinadas funciones cerebrales.
El eje intestino-cerebro es un sistema de comunicación neuro-humoral y bidireccional que permite la regulación neural central de todas las funciones gastrointestinales que transmiten de nuevo al cerebro información respecto al estado del intestino y su contenido luminal. Para el Dr. Collins, "la integridad de la microbiota intestinal es vital para la función intestinal normal, pero su influencia se extiende más allá del tracto gastrointestinal".
Existen pruebas que demuestran como la microbiota intestinal también influye en el desarrollo y función del cerebro, y que el cerebro puede, indirectamente, alterar la composición microbiana de los intestinos, apoyando así la integración de la microbiota en el eje intestino-cerebro.
Diversos estudios apoyan la hipótesis de que el microbioma influye en cerebro y el comportamiento. Se ha observado, por ejemplo, que ratones sometidos a estrés o depresión muestran alteraciones en la composición microbiana de los intestinos. "Esto se debe a los cambios inducidos por el estrés en la fisiología intestinal que alteran el micro-entorno bacteriano, lo que resulta en un cambio adaptativo en la composición microbiana", argumenta el Dr. Collins. Para este experto, "los estudios experimentales en ratones nos indican que la microbiota intestinal es crítica para la expresión de las anomalías de comportamiento que resultan en estrés de la vida temprana y apoyan la existencia de un eje microbioma-intestino-cerebro bidireccional".
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