Eficaces como los inyectables
Los orales, nuevo reto para la individualización en EM
Los nuevos orales para la esclerosis múltiple (EM) han demostrado que son, como mínimo, comparables a los inyectables clásicos (interferones y el acetato de glatirámero) en la reducción de la tasa de recaídas, las lesiones medidas por resonancia magnética (RM) y la progresión a la discapacidad.
Naiara Brocal Carrasco | Vienanaiara.brocal@unidadeditorial.es | 06/05/2013 00:00
Los nuevos orales para la esclerosis múltiple (EM) han demostrado que son, como mínimo, comparables a los inyectables clásicos (interferones y el acetato de glatirámero) en la reducción de la tasa de recaídas, las lesiones medidas por resonancia magnética (RM) y la progresión a la discapacidad. Giancarlo Comi, de la Universidad Vita-Salute San Raffaele, de Milán (Italia), señala que así lo demuestran los últimos ensayos comparativos Bravo (laquinimod), Tenere (teriflunamida) y Confirm (dimetilfumarato) en la formas recurrentes-remitentes de la EM.
Comi, ponente en una jornada sobre EM organizada por Teva en Viena el 26 y 27 de abril, afirma que la adición de las nuevas terapias incrementa la probabilidad de individualizar la terapia, pero que en esta decisión, hay que tener en cuenta que algunos orales se asocian a serios efectos adversos.
La elección del medicamento requiere un balance del beneficio-riesgo en el que se tengan en cuenta factores como su eficacia a corto y largo plazo, su seguridad, tolerancia y necesidad de monitorización. Comi se muestra partidario de que se "golpee la enfermedad desde el principio", porque reservar fármacos potentes para últimas líneas podría ofrecer toxicidades y poco beneficio.
En esta línea, propuso un algoritmo de decisión, incluyendo medicamentos bajo la evaluación de la EMA. En primera línea, si el pronóstico es favorable, sitúa al interferón, el glatirámero, el laquinimod y la teriflunamida. En caso de mal pronóstico, se pasaría a natalizumab (según la determinación del virus JC), fingolimod o dimetilfumarato, o la terapia de inducción con alemtuzumab.
Un factor determinante será la gravedad y la evolución de la enfermedad para apostar por medicamentos eficaces pero con mayores toxicidades, corrobora Óscar Fernández, jefe de Neurología del Hospital Carlos Haya, de Málaga. En esta decisión destaca la aportación de los biomarcadores de RM, líquido cefalorraquídeo y clínicos. "Estamos aprendiendo a manejar el concepto de beneficio-riesgo". La vía oral ofrece una mayor comodidad y tolerabilidad, al eliminar el trastorno y las reacciones del pinchazo, lo que a juicio de Fernández, redundará en una mayor adherencia y por tanto, eficacia. Aun así, entiende que los inyectables clásicos muestran una buen eficacia y tolerabilidad en alrededor de un 50 por ciento de pacientes, "con lo que no se espera que haya un cambio brusco de unos a otros".
La EM es una enfermedad beneficiada por la investigación. "Anualmente se publican unos 3.500 artículos científicos", sostiene. Este interés ha derivado en un arsenal cada vez más abultado y "que ya está permitiendo controlar la enfermedad en muchos pacientes".
Comi, ponente en una jornada sobre EM organizada por Teva en Viena el 26 y 27 de abril, afirma que la adición de las nuevas terapias incrementa la probabilidad de individualizar la terapia, pero que en esta decisión, hay que tener en cuenta que algunos orales se asocian a serios efectos adversos.
La elección del medicamento requiere un balance del beneficio-riesgo en el que se tengan en cuenta factores como su eficacia a corto y largo plazo, su seguridad, tolerancia y necesidad de monitorización. Comi se muestra partidario de que se "golpee la enfermedad desde el principio", porque reservar fármacos potentes para últimas líneas podría ofrecer toxicidades y poco beneficio.
En esta línea, propuso un algoritmo de decisión, incluyendo medicamentos bajo la evaluación de la EMA. En primera línea, si el pronóstico es favorable, sitúa al interferón, el glatirámero, el laquinimod y la teriflunamida. En caso de mal pronóstico, se pasaría a natalizumab (según la determinación del virus JC), fingolimod o dimetilfumarato, o la terapia de inducción con alemtuzumab.
Un factor determinante será la gravedad y la evolución de la enfermedad para apostar por medicamentos eficaces pero con mayores toxicidades, corrobora Óscar Fernández, jefe de Neurología del Hospital Carlos Haya, de Málaga. En esta decisión destaca la aportación de los biomarcadores de RM, líquido cefalorraquídeo y clínicos. "Estamos aprendiendo a manejar el concepto de beneficio-riesgo". La vía oral ofrece una mayor comodidad y tolerabilidad, al eliminar el trastorno y las reacciones del pinchazo, lo que a juicio de Fernández, redundará en una mayor adherencia y por tanto, eficacia. Aun así, entiende que los inyectables clásicos muestran una buen eficacia y tolerabilidad en alrededor de un 50 por ciento de pacientes, "con lo que no se espera que haya un cambio brusco de unos a otros".
La EM es una enfermedad beneficiada por la investigación. "Anualmente se publican unos 3.500 artículos científicos", sostiene. Este interés ha derivado en un arsenal cada vez más abultado y "que ya está permitiendo controlar la enfermedad en muchos pacientes".
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