¿EXISTEN AMORES ETERNOS?
“Y vivieron felices para siempre”, dicen los cuentos de hadas, pero en la vida real ¿tienen las personas la capacidad necesaria para mantener una relación que incluya intimidad, pasión y compromiso de largo plazo?, pregunta Rolando Díaz Loving, investigador de la Facultad de Psicología (FP) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Biológicamente, el ser humano se inclina a estar relacionado con muchas personas, pero la cultura y la sociedad indican que lo adecuado es la monogamia. “De ahí la importancia de replantear la forma de entender qué es una pareja”, resalta el especialista.
Los encuentros tan encendidos que se describen en novelas y películas no pueden seguir con el mismo ímpetu indefinidamente, así que para generar vínculos duraderos hemos aprendido a dosificar la pasión y el romance. Es así como la gente llega a los 80 años y aún desea tomarse de la mano, o anhela reencontrarse tras haber resuelto otras cuestiones de la vida.
Cuestión de instintos
Cada ser vivo tiene una tendencia sustantiva y fundamental: transmitir sus cromosomas. Para ello, al igual que muchos organismos, el humano vincula los actos específicos de este proceso con estímulos placenteros, y para ello, se vale de neurotransmisores que lo mueven a repetir ciertas conductas, buscar oportunidades para el sexo y así perpetuar genes.
“No obstante, tener hijos no basta, pues a diferencia de otros animales, el hombre por sí mismo es deficiente para defenderse; carece de colmillos afilados o garras para repeler ataques, y por ello, para sobrevivir, precisa de sus semejantes”, expone Díaz Loving.
De esta manera, se evidencia otro aspecto clave para los humanos: la necesidad de protegerse. Este aspecto, junto con el ímpetu de reproducción, explica por qué las parejas, incluso a veces contra todos los pronósticos, se mantienen juntas.
¿Cuánto dura el enamoramiento?
Para los psicólogos evolutivos la duración es de tres a cuatro meses. “En este lapso, los neurotransmisores como la dopamina, las endorfinas y la oxitocina mantenían a los sujetos en euforia el tiempo necesario como para que los encuentros sexuales posibilitaran un embarazo. A esto seguía un periodo de apego de dos o tres años, ahora favorecido por la serotonina, que promovía estados de ánimo más reposados en los que el varón brindaba compañía y protección a su mujer e hijos”, explica Díaz Loving.
Sin embargo, añade el investigador, la existencia humana no se rige por guiones o esquemas, y el día a día, nos demuestra que hay personas que permanecen juntas por mucho tiempo, en tanto otras lo hacen apenas por días.
¿Monógamos por naturaleza?
Se nos ha repetido que lo correcto es tener a una persona a nuestro lado y serle fiel, y casi nadie lo cuestiona, pero esta idea nace, por una parte, con el surgimiento de tres religiones: el cristianismo, el judaísmo y el islam —cuyo énfasis está en controlar la conducta de los individuos—, y por la otra, con la aparición del concepto de propiedad privada y, por ende, con la necesidad de heredar bienes a quien lleva nuestra sangre, señala Díaz Loving.
La monogamia nació de la concentración de las riquezas en las mismas manos, las de un hombre, y del deseo de transmitir esas riquezas por herencia a los hijos de éste, excluyendo a los de cualquier otro.
Si un instinto prevalece en nosotros —sin importar género— es el de la biodiversidad, señaló Díaz Loving, “y encuestas alrededor del mundo lo demuestran. Al preguntar ‘¿cuántas parejas sexuales te gustaría tener a lo largo de la vida?’, en promedio ellos responden que 20, mientras que ellas, cinco. Ambos ven a la monogamia como algo poco apetecible, simplemente hay cuestiones biológicas y culturales que se entremezclan para crear patrones de conducta que nos llevan a estar con un solo individuo”.
Sociedad en cambio
¿Qué hacer para estar con una sola persona y permanecer a su lado por siempre? La clave es ver si el otro posee las características necesarias para entablar el tipo de relación deseada.
“En efecto, lo ideal sería que, en vez de caer en el caos, determináramos —desde el principio— si el sujeto que nos interesa tiene inclinaciones afines a las nuestras. Así, quien desee estar con muchas parejas, coincidirá con alguien similar, y el que quiera sólo una, la formará con un compañero que busque lo mismo”, responde el investigador.
Ahora bien, si en cada vínculo de pareja hay una serie de instintos repetitivos, inevitables y, además, explicables por la ciencia, la pregunta que surge es ¿en realidad existe el amor?
En definitiva sí, concluye Díaz Loving, “la biología sólo nos da parámetros de comportamiento, es decir, nos dice qué es y no factible; pero el amor va más allá, porque al mismo tiempo que es una posibilidad natural humana, es una elaboración cultural de cómo entendemos esas necesidades para, a partir de ahí, elaborar algo diferente con ellas”.
Fuente: UNAM
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