PEDIATRÍA | ¿Cuándo tratar la fiebre?
Termómetros, aliados de la fiebrefobia
- Además de la temperatura, ha que valorar el estado general del niño
María Valerio | Madrid
Actualizado sábado 17/03/2012 04:48 horas
El doctor Luis Santos, jefe de Pediatría en el Hospital de Denia, es uno de los que admite su añoranza del mercurio; "eran los termómetros que mejor iban, los echo de menos", confiesa entre bromas. Sin embargo, más allá de las muchas alternativas que hay en el mercado hoy en día, lanza un mensaje tranquilizador a los padres: "No hay que obsesionarse con la temperatura. Hay patologías banales con casi 40 ºC y cosas graves con menos fiebre", explica.
Por eso, lo importante es saber valorar el estado general del niño, más que si tiene fiebre o no. "Un niño puede tener 38,2ºC o 38,9ºC según el momento, sin que esa diferencia tenga importancia". A lo largo del día, además, la temperatura corporal sufre pequeñas oscilaciones, y es normal que suba si el niño ha estado jugando o haciendo ejercicio.
Coincide con él su colega Antonio Jurado, jefe de Pediatría del Hospital Carlos Haya de Málaga, "si el niño tiene 39ºC, pero está jugando tranquilamente, no es necesario tratar la fiebre".
Ambos pediatras recuerdan de hecho que la fiebre es un mecanismo de defensa del organismo contra las infecciones por lo que, por norma general (y en contra de lo que muchos padres piensan), "no hay que tratarla". Jurado apunta las excepciones a esa regla: "que el niño esté decaído, irritable, que tenga dificultades para respirar o que rechace el alimento. Ojo, eso no quiere decir que coma menos, porque también los adultos tenemos menos apetito si tenemos gripe". Es decir, resume, que haya "algo más" además de la fiebre. Un 'algo' que define como esa "sensación de enfermedad".
Cuando sea necesario recurrir a la medicación para bajar la temperatura, Jurado recomienda paracetamol o ibuprofeno ("si alternamos aumenta el riesgo de errores e intoxicaciones") a las dosis recomendadas por el pediatra, y mejor por vía oral que en supositorios ("porque la vía rectal tiene una absorción muy irregular").
Y añade otras recomendaciones para mejorar el bienestar del pequeño:
- mantener al niño bien hidratado, que beba abundantes líquidos
- tenerle poco abrigado, en una habitación con una temperatura agradable
- utilizar paños de agua fría en las extremidades y la frente
- bañarle en agua a su misma temperatura corporal (nunca en agua fría)
- evitar las friegas con alcohol, que se absorbe por la piel y puede causar intoxicaciones.
PEDIATRÍA | Termómetros
Por eso, lo importante es saber valorar el estado general del niño, más que si tiene fiebre o no. "Un niño puede tener 38,2ºC o 38,9ºC según el momento, sin que esa diferencia tenga importancia". A lo largo del día, además, la temperatura corporal sufre pequeñas oscilaciones, y es normal que suba si el niño ha estado jugando o haciendo ejercicio.
Coincide con él su colega Antonio Jurado, jefe de Pediatría del Hospital Carlos Haya de Málaga, "si el niño tiene 39ºC, pero está jugando tranquilamente, no es necesario tratar la fiebre".
Ambos pediatras recuerdan de hecho que la fiebre es un mecanismo de defensa del organismo contra las infecciones por lo que, por norma general (y en contra de lo que muchos padres piensan), "no hay que tratarla". Jurado apunta las excepciones a esa regla: "que el niño esté decaído, irritable, que tenga dificultades para respirar o que rechace el alimento. Ojo, eso no quiere decir que coma menos, porque también los adultos tenemos menos apetito si tenemos gripe". Es decir, resume, que haya "algo más" además de la fiebre. Un 'algo' que define como esa "sensación de enfermedad".
Cuando sea necesario recurrir a la medicación para bajar la temperatura, Jurado recomienda paracetamol o ibuprofeno ("si alternamos aumenta el riesgo de errores e intoxicaciones") a las dosis recomendadas por el pediatra, y mejor por vía oral que en supositorios ("porque la vía rectal tiene una absorción muy irregular").
Y añade otras recomendaciones para mejorar el bienestar del pequeño:
- mantener al niño bien hidratado, que beba abundantes líquidos
- tenerle poco abrigado, en una habitación con una temperatura agradable
- utilizar paños de agua fría en las extremidades y la frente
- bañarle en agua a su misma temperatura corporal (nunca en agua fría)
- evitar las friegas con alcohol, que se absorbe por la piel y puede causar intoxicaciones.
PEDIATRÍA | Termómetros
Nostálgicos del mercurio
Ilustración de Luis Parejo
- Los termómetros digitales en la axila, la opción más aconsejada
- Más allá del tipo de termómetro, lo mejor es no obsesionarse con la fiebre
María Valerio | Madrid
Actualizado sábado 17/03/2012 04:47 horas
Con permiso de los ecologistas, son muchos los padres que añoran los viejos (y fiables) termómetros de mercurio. Los pediatras recomiendan ahora los modelos electrónicos aunque, por encima de todo, aconsejan a los padres no obsesionarse con la fiebre y aprender a valorar el estado general del niño.
Desde 2007, los termómetros de mercurio están prohibidos en la Unión Europea por los riesgos derivados de este metal pesado sobre la salud y el medio ambiente. También la Academia estadounidense de Pediatría los desaconseja por el riesgo de que se rompan.
Por eso, aunque muchas familias aún conservan el viejo termómetro de mercurio en casa ("como oro en paño"), la alternativa más extendida y recomendad para medir la fiebre en niños son los termómetros digitales, que ofrecen la temperatura en un lector digital en unos pocos minutos.
Para una correcta lectura, los fabricantes recomiendan que el aparato no haya estado expuesto al sol o a altas temperaturas, borrar las lecturas previas de la pantalla y no hacer la medición si el niño está muy abrigado o se acaba de bañar. Una vez colocado en la axila, es importante que el termómetro toque la piel y no la ropa; también conviene revisar la pila, porque pueden dar falsas mediciones si se está agotando.
Ana Luna, supervisora de Recursos Materiales de Enfermería en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, confirma la diferencia de medio grado que suele existir entre el mercurio y algunos modelos digitales. "Y ese medio grado puede ser importante en los casos más graves, en los que un pico de fiebre nos obliga a pedir un análisis de sangre", explica. En casa, apunta, lo ideal sería tener un par de termómetros para poder comparar en caso de duda.
La axila y el recto son pues los lugares más recomendados. "Lo que se busca es la temperatura central, porque el niño puede tener fiebre y las manos o pies fríos", explica Santos, que acumula 30 años de experiencia. Para eso, el recto es la vía más precisa, aunque para los padres que no se atrevan a introducir el termómetro a su pequeño por miedo a hacerle daño o porque no se esté quieto, la axila es lo más aproximado y menos invasivo. Los que opten por la vía rectal deben tener en cuenta que arroja medio grado más que por vía cutánea.
Las otras alternativas son la frente o el oído, aunque Santos advierte que para este último se exige cierta pericia porque hace falta apuntar al tímpano y no sólo a la piel, "levantando la oreja hacia arriba y hacia atrás". Tal vez por eso, los termómetros timpánicos suelen ser los más utilizados en los servicios de Pediatría de los hospitales, entre otras razones porque gracias a los capuchones desechables resultan también más asépticos y arrojan el resultado en apenas unos segundos. Que sean también más caros suele alejarlos del botiquín de casa; quienes los usen deben saber que también miden medio grado más que la axila y que son poco precisos en niños menores de tres meses porque su conducto auditivo es corto y estrecho.
Existen además, otros modelos que utilizan una tira plástica flexible que se coloca en la frente (en algunos casos sin necesidad si quiera de contacto con la piel), aunque los pediatras consultados por ELMUNDO.es coinciden en que son menos precisos. "Puede ser, por ejemplo, que el niño haya estado recostado sobre ese lado de la cara y eso eleve la medida", apunta un especialista. "Casi sólo sirven para confirmar la sensación cutánea que puede tener un padre al tocar la frente con la mano", apunta Jurado.
Dicho todo esto, el doctor Jurado resume la situación así: admitiendo que los de mercurio eran los más fiables (y contaminantes), hoy por hoy los termómetros digitales son la opción más aconsejable en casa. "Son cómodos, rigurosos en su medida, rápidos, y pueden utilizarse en los sitios más fiables, como la axila, el recto o incluso la ingle".
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2012/03/16/noticias/1331917474.html
Desde 2007, los termómetros de mercurio están prohibidos en la Unión Europea por los riesgos derivados de este metal pesado sobre la salud y el medio ambiente. También la Academia estadounidense de Pediatría los desaconseja por el riesgo de que se rompan.
Por eso, aunque muchas familias aún conservan el viejo termómetro de mercurio en casa ("como oro en paño"), la alternativa más extendida y recomendad para medir la fiebre en niños son los termómetros digitales, que ofrecen la temperatura en un lector digital en unos pocos minutos.
Para una correcta lectura, los fabricantes recomiendan que el aparato no haya estado expuesto al sol o a altas temperaturas, borrar las lecturas previas de la pantalla y no hacer la medición si el niño está muy abrigado o se acaba de bañar. Una vez colocado en la axila, es importante que el termómetro toque la piel y no la ropa; también conviene revisar la pila, porque pueden dar falsas mediciones si se está agotando.
Ana Luna, supervisora de Recursos Materiales de Enfermería en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, confirma la diferencia de medio grado que suele existir entre el mercurio y algunos modelos digitales. "Y ese medio grado puede ser importante en los casos más graves, en los que un pico de fiebre nos obliga a pedir un análisis de sangre", explica. En casa, apunta, lo ideal sería tener un par de termómetros para poder comparar en caso de duda.
Dónde ponerlo
Otra cuestión está en donde poner el termómetro al niño. La vieja imagen de un pequeño con el mercurio colgando de la boca es "cosa de películas", como dice el doctor Luis Santos, jefe de Pediatría en el Hospital de Denia. "Para que la temperatura de la boca sea correcta, ésta tiene que estar cerrada todo el tiempo, y si el niño llora o tose, el resultado ya no vale", explica por su parte Antonio Jurado, jefe de Pediatría del Hospital Carlos Haya de Málaga.La axila y el recto son pues los lugares más recomendados. "Lo que se busca es la temperatura central, porque el niño puede tener fiebre y las manos o pies fríos", explica Santos, que acumula 30 años de experiencia. Para eso, el recto es la vía más precisa, aunque para los padres que no se atrevan a introducir el termómetro a su pequeño por miedo a hacerle daño o porque no se esté quieto, la axila es lo más aproximado y menos invasivo. Los que opten por la vía rectal deben tener en cuenta que arroja medio grado más que por vía cutánea.
Las otras alternativas son la frente o el oído, aunque Santos advierte que para este último se exige cierta pericia porque hace falta apuntar al tímpano y no sólo a la piel, "levantando la oreja hacia arriba y hacia atrás". Tal vez por eso, los termómetros timpánicos suelen ser los más utilizados en los servicios de Pediatría de los hospitales, entre otras razones porque gracias a los capuchones desechables resultan también más asépticos y arrojan el resultado en apenas unos segundos. Que sean también más caros suele alejarlos del botiquín de casa; quienes los usen deben saber que también miden medio grado más que la axila y que son poco precisos en niños menores de tres meses porque su conducto auditivo es corto y estrecho.
Existen además, otros modelos que utilizan una tira plástica flexible que se coloca en la frente (en algunos casos sin necesidad si quiera de contacto con la piel), aunque los pediatras consultados por ELMUNDO.es coinciden en que son menos precisos. "Puede ser, por ejemplo, que el niño haya estado recostado sobre ese lado de la cara y eso eleve la medida", apunta un especialista. "Casi sólo sirven para confirmar la sensación cutánea que puede tener un padre al tocar la frente con la mano", apunta Jurado.
Dicho todo esto, el doctor Jurado resume la situación así: admitiendo que los de mercurio eran los más fiables (y contaminantes), hoy por hoy los termómetros digitales son la opción más aconsejable en casa. "Son cómodos, rigurosos en su medida, rápidos, y pueden utilizarse en los sitios más fiables, como la axila, el recto o incluso la ingle".
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2012/03/16/noticias/1331917474.html
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