Domingo 19 de mayo de 2013 | Publicado en edición impresa
Ciencia a lo loco
La risa es salud
Genera empatía, activa diversas zonas del cerebro, ayuda a que las personas se sientan mejor consigo mismas y con los demás: a reírse, entonces, que parte de la evolución también se juega en eso
Y usted, ¿de qué se ríe? Nada más alejado de la ciencia que una buena carcajada, ¿verdad? No: basta con entrar a un laboratorio, o pasearse por los pasillos de un congreso para comprobar que la risa es, también, una parte cotidiana de la vida de los investigadores. A veces es mucho más: es nada menos que su objeto de estudio.
Así se descubrió que hay áreas cerebrales específicas que se activan en situaciones graciosas, y que reciben los nombres nada divertidos de giro inferior frontal izquierdo o lóbulo temporal posterior. El asunto es hay chistes que no se basan en la ambigüedad de las palabras, y así Bekinschtein y sus cómplices descubrieron una red de zonas del cerebro que se activan cuando se decodifica si algo es o no gracioso y si esa gracia depende de los diversos significados que se puedan dar a las palabras.
Suponemos, además, que tanto voluntarios como investigadores rieron de lo lindo, y entonces vale la pena preguntar qué es eso de la risa. Pues bien: hay estudios de muchos años que investigan la aparición de risas espontáneas o en respuesta a estímulos (chistes, cosquillas). Los monos son cosquillosos y emiten algo parecido a la risa. Seguramente nosotros también lo heredamos, aunque luego le dimos a ese fenómeno tan extraño un significado más social que ayuda a que nos unamos a otros individuos. Un experto en el tema es Robert Provine, que discrimina entre risitas nerviosas, divertidas o incluso sin motivo aparentemente -y estas últimas son, extrañamente, de las más reídas. Nos reímos ya a los pocos meses de vida, en general frente a situaciones de sorpresa ("¿Dónde etá el bebé? ¡Acá táaaaa!") y esta respuesta nos hace sentir bien -de hecho se relaciona con el sistema de recompensa en el cerebro-. Y luego seguimos haciéndolo toda la vida, a veces con otros, a veces de otros, a veces sin darnos cuenta, como una especie de muletilla inconsciente mientras hablamos.
Escuchen a Led Zeppelin: y los bosques se harán eco de la risa... como si el ja, ja, ja fuera algo que se repite sin parar. Efectivamente, la risa es contagiosa: algo pasa en nuestro cerebro al ver a alguien reír, que activa el área motora que controla los músculos de la cara que causan sonrisas y carcajadas. Se cree que las famosas neuronas espejo -esas que nos permiten empatía con el otro- tienen mucho que ver en esta infección jocosa. Tal vez este contagio tenga algún significado evolutivo: estoy contigo, me río contigo, no hay nada por qué pelear y podemos andar juntos de parranda. Claro que a veces la risa puede ser una epidemia, como la que ocurrió en Tanzania en la década de 1960, cuando las carcajadas nacieron en una escuela y se expandieron irrefrenablemente por el país durante meses. Y no fue nada divertido.
Finalmente, queda por comprobar el viejo lema de que la risa es salud. Ya lo decía sabiamente Pablo Neruda: Quítame el pan, si quieres, quítame el
aire, pero no me quites tu risa. Manos a los chistes: en un experimento de hace unos años, se descubrió que el mirar programas cómicos (como Saturday Night Live) puede bajar la presión arterial y -aunque muy poquito- los niveles de colesterol. Y el buen reidor hasta podría enfermarse menos. A reír, que se acaba el mundo. Jo, jo jo..
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