Se trata de la principal causa de discapacidad y la cuarta causa de muerte en adultos. Es un problema serio que, diagnosticado y tratado correctamente en las primeras horas de evolución, puede resolverse en muchos casos.
De acuerdo con Marquevich, existen distintos tipos de ACV: “En la mayoría de los casos (80%) es isquémico lo cual significa que un coágulo se aloja en las arterias y detiene el flujo de sangre al cerebro. Es un infarto de cerebro. En el caso del ataque cerebral hemorrágico lo que lo provoca es la ruptura de un vaso sanguíneo, y la formación de un hematoma en el tejido cerebral, este es el conocido como derrame cerebral”.
¿Cuáles son los síntomas típicos de ataque cerebral? • Debilidad súbita en alguna parte del cuerpo (cara, brazo, pierna). Esto implica no poder mantener un brazo en alto, por ejemplo. • Dificultades para hablar. • Confusión repentina. • Aparición brusca de mareos e inestabilidad. • Alteraciones súbitas en la visión o visión borrosa súbita. • Dolor de cabeza intenso y de aparición repentina.
Se debe considerar que habitualmente no causan dolor y pueden pasar inadvertidos y desaparecer a los pocos minutos. El 30% de las personas que sufren estas advertencias tienen riesgo de presentar un evento mayor posterior. Es fundamental reconocer los síntomas y consultar inmediatamente. Los efectos de un ataque cerebral que no se tratan a tiempo pueden afectar la vida y las actividades de los seres queridos
“Si se reconocen uno de estos síntomas ES HORA DE ACTUAR”, agrega el Dr. Pablo Pratesi, jefe del servicio de Terapia Intensiva del Hospital Universitario Austral. "Cada minuto que pasa los efectos del ACV empeoran. Si no se tratan a tiempo, pueden causar problemas muy serios como discapacidad, perdida de memoria, problemas de comportamiento y del habla", advierte.
Un solo síntoma es suficiente para buscar ayuda El ACV lo puede cambiar todo. Se debe llamar al servicio de emergencias al 107. Ante la sospecha de que un ser querido está teniendo un ACV no se debe al doctor, ni manejar al hospital. Lo mejor que pueden hacer es llamar al 107.
“Se sabe que por cada minuto de isquemia, por cada minuto que un área del cerebro no recibe oxigeno, se mueren 2 millones de neuronas. Perder tiempo es perder cerebro”, aclara la Dra. Marquevich.
De acuerdo con el tratamiento, el Dr. José Antonio Bueri, jefe del servicio de Neurología cuenta que en el Hospital Universitario Austral los profesionales están capacitados con todos los medios necesarios para tratar el Ataque Cerebral contando con un equipo que encabeza, especializado para el tratamiento.
Factores de riesgo y prevención Los factores que pueden aumentar el riesgo de accidente cerebrovascular incluyen el sexo (los hombres son más propensos a tener ACV que las mujeres, pero las mujeres son más propensas a morir por ACV que los hombres), la edad (más de 55 años de edad) e historia familiar de accidente cerebrovascular.
Entre las condiciones médicas que pueden incrementar el riesgo se incluyen la hipertensión, la alteración de los lípidos sanguíneos (colesterol y/o triglicéridos elevados), la enfermedad carotídea, la diabetes, antecedentes de infartos de corazón, las arritmias cardíacas, enfermedades de las válvulas del corazón y trastornos hematológicos.
Existe una prevención primaria (para aquellas personas que no han tenido un ACV y desean extremar los cuidados para no correr ese riesgo) y una prevención secundaria (para aquellas personas que han tenido un ACV y desean extremar los cuidados para no correr el riesgo de un nuevo ataque cerebral).
Ciertos estilos de vida pueden aumentar el riesgo de accidente cerebrovascular, por ejemplo el tabaquismo, el uso de algunos anticonceptivos (especialmente en mayores de 35 años y fumadoras), el uso a largo plazo de la terapia de reemplazo hormonal (por ejemplo para el manejo de la menopausia), la inactividad física (sedentarismo), la obesidad y el abuso de drogas.
No solo quien sufre el ACV se ve afectado. Estar al cuidado de una persona que ha sufrido un ataque cerebral es una actividad sumamente dificultosa, que usualmente supone una carga de estrés emocional y físico. Pueden generarse cambios en las relaciones familiares, cambios emocionales (tristeza, ansiedad), problemas de salud (depresión, inconvenientes articulares vinculados a la movilización del paciente), cambios en la calidad de vida (menor tiempo para actividades recreativas y personales), problemas económicos y laborales.
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