La proteína tirosina fosfatasa 1B (PTP1B) podría jugar un papel clave en el eje intestino-hígado en ratones con esteatohepatitis no alcohólica (NASH). Así lo establece un nuevo estudio publicado en la revista ‘Molecular Metabolism‘, que ha identificado un papel protector de la deficiencia de PTP1B frente al cambio en el microbioma intestinal durante la NASH acompañado con una menor permeabilidad de la barrera intestinal.
EL mismo ha sido elaborado por el grupo de CIBERDEM liderado por Ángela Mª Martínez Valverde en el Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Sols. “La esteatohepatitis no alcohólica se caracteriza por un componente proinflamatorio robusto tanto a nivel hepático como sistémico, junto con un microbioma intestinal específico de la enfermedad”, han expuesto los investigadores, quienes han comentado cómo PTP1B desempeña un papel distinto en las células inmunes y no inmunes.
Asimismo, han expuesto que estudiar en mayor profundidad los mecanismos responsables de la mejora del fenotipo en los ratones deficientes de PTP1B con esta patología del hígado podría ayudar a determinar su posible valor terapéutico.
Cambios en la microbiota intestinal
En concreto, el estudio describe que en la esteatohepatitis no alcohólica se producen una serie de cambios en la microbiota intestinal y en los niveles de los ácidos biliares y del péptido GLP-1 en suero. “Estudiamos las características intestinales y la permeabilidad de la barrera en ratones de genotipo salvaje y deficientes en la enzima PTP1B alimentados con una dieta estándar o deficiente en colina y metionina durante 4 semanas como modelo experimental de NASH”, declaraba Valverde.
De hecho, en el estudio se observó que, a pesar del fenotipo proinflamatorio de los ratones con deficiencia global de PTP1B, estos ratones estaban parcialmente protegidos contra las alteraciones en la microbiota intestinal durante la NASH y presentaban una mejor integridad de la barrera intestinal y, por tanto, menos permeabilidad bajo esta condición patológica. Cabe recordar además que  estudios, realizados en organoides de intestino, han puesto en evidencia que la inhibición de PTP1B induce un aumento en la secreción de GLP-1 lo que podría contribuir a la protección intestinal observada en el modelo ‘in vivo’.
Así, se concluye que la proteína inhibe las cascadas de señalización proinflamatorias de manera que en el contexto del intestino su deficiencia desencadena la secreción de GLP-1 por las células enteroendocrinas.