Nuevo libro de dos médicos escritores | 12 OCT 20
Tu palabra, mi voz
Cuentos, relatos y algo de poesía
Reseña de “Tu palabra, mi voz”
Un libro es siempre una buena noticia y que un libro sea la excusa para un encuentro es, sencillamente, maravilloso. Tuve el enorme privilegio de realizar mi formación como médico pediatra en el Hospital de Niños de Córdoba. Allí conocí a Cipriano Eduardo Rougier, un referente indiscutible, tanto en lo profesional como en lo humano. Un espejo en el cual me he mirado y me miro muchas veces. Hoy la vida me regala esta posibilidad de compartir con él otra de nuestras pasiones, la escritura. Le agradezco de corazón el permitirme acompañarlo en este nuevo desafío.
¿Qué es un libro sino un sueño? ¿Quién es alguien que escribe sino un soñador incurable? Precisamente esto nos une con Cipriano, la bella locura de hilvanar palabras que reflejen en el papel nuestro sentir. En Tu palabra Mi voz, vamos a encontrar un Cipriano diferente que además de escribir poesía, donde se encuentra muy cómodo, se arriesga a un estilo diferente como es la prosa con cuentos y relatos sobre personajes entrañables para él y adorables para el lector.
Imágenes de una provincianía que se resiste estoicamente al paso del tiempo. Una mano tendida, tibia, franca. Un autor que se muestra tal cual es con los recuerdos y la vida misma a flor de piel. Su palabra pasa a ser mi voz y mi voz su palabra en un intercambio inagotable de sensaciones, ilustradas por dibujos de Mario Vélez gran artista gráfico cruzdelejeño.
La amistad que me une a Cipriano se plasma en este libro que se puede leer tanto de un lado como del otro, del derecho y del revés sin que esto signifique cambiar la perspectiva del sentimiento. La voz y la palabra que pretende llegar a ustedes no con la pretensión desmedida de ser celebrada sino con el ruego silencioso de ser perdonada.
César Leo Kronwitter
Fragmentos del libro
LOS DÍAS GRISES
Los días grises, me pueden.
En esa circunstancia más, si estoy en mi estudio o en un bar/café amable, tengo la sensación de que el ambiente me rodea, cual útero tibio y de a poco me invade una gran paz interior y soy capaz de quedar, horas, en ese estado.
Los días grises me pueden.
Es un momento muy sensible; percibo el corazón a flor de piel y, de repente, sin que yo lo convoque comienza a desfilar por mi mente lo que fue y es mi vida. Arranca desde el vamos hasta el mismísimo ahora.
Los días grises, me pueden.
El paso del tiempo, aliado necesario y fundamental, siempre, deja en superficie, las vivencias más cálidas, las que son una verdadera caricia para alma, las otras subyacen un escalón más abajo, no obstante, aunque cueste e incomode, hay que hacerlas visibles y enfrentarlas.
Los días grises, me pueden.
Confieso que, para mí, son días muy apreciados pues permiten hacer un afinado interior; repasar el equipaje, desechar desperdicios, ubicar o reubicar alguna prenda u objeto que por inestable se halla desacomodado o medio velado.
Los días grises, me pueden.
Después de todo ello, la cosa queda más clara y me permite apreciar, con alguna certidumbre, cuán poco o mucho queda, aún, por resolver.
Cipriano Eduardo Rougier
Ojos color cielo
El partido se juega en plena siesta de sábado. No cualquier siesta. Una siesta del mes de diciembre en donde el sol está empecinado en calcinar todo lo que se mueve dentro del rectángulo irregular de treinta y cinco por doce metros, terreno que ocupa la canchita del barrio. Desde lejos, la bruma espesa de polvo no permite distinguir a los protagonistas. Poco importa. Mucho menos para Sergio que solo piensa en aquellos ojos color cielo que le quitan el sueño y también lo hacen soñar.
Hoy la verá después del partido. Ella lo había prometido y una promesa es una promesa, más a los doce años donde todavía no se sabe de agachadas. Al término de la contienda, cuyo resultado nadie recuerda, Sergio se excusa ante sus amigos por no poder quedarse a la tertulia con gaseosa post partido aduciendo un regreso apresurado a su hogar. En realidad, no quiere exponerse a las burlas en caso de contar la verdad.
Se aleja caminando despacito. Llega hasta la plaza. Deja la pelota en el suelo, se lava la cara y moja su enrulada cabellera en la canilla que el placero utiliza para regar las plantas. Ya es la hora, piensa. Quedaron de encontrarse con Alejandra en la heladería a las seis y media. Se conocen desde siempre. Cursaron toda la primaria juntos, pero el destino parece obsesionado en separarlos. Seguirán sus caminos en secundarias diferentes. Se aman desde siempre. Nunca lo dijeron. Tal vez hoy.
La tarde se empeña en irse, aunque Sergio le ruega que espere un poquito más, pero no lo escucha. Esperó sentado en el cordón de la vereda hasta que la noche llegó con su negrura para quedarse. Nunca compró su helado. Tampoco el de Alejandra. Allí por fin lo entiende. Con la pelota bajo el brazo regresa llevando consigo la dolorosa carga de la desilusión. La primera.
La vida pega duro a veces, ahora lo sabe.
El tiempo transcurre implacable.
Sentado en el mismo cordón, pero en la vereda de los recuerdos, cuarenta y dos años después, aún la sigue esperando.
Datos biográficos: César Leo Kronwitter nació en la ciudad de Cruz del Eje, provincia de Córdoba, en 1961. Es médico, egresado de la Universidad Católica de Córdoba. Especialista en pediatría formado como residente en el Hospital de Niños de Córdoba, donde también se desempeñó como docente de posgrado. Actualmente vive en su ciudad natal, donde ejerce su profesión. Se confiesa apasionado lector de autores latinoamericanos. Su primera novela, Sofie, fue traducida al alemán. Contacto: c-leok@hotmail.com
Un libro es siempre una buena noticia y que un libro sea la excusa para un encuentro es, sencillamente, maravilloso. Tuve el enorme privilegio de realizar mi formación como médico pediatra en el Hospital de Niños de Córdoba. Allí conocí a Cipriano Eduardo Rougier, un referente indiscutible, tanto en lo profesional como en lo humano. Un espejo en el cual me he mirado y me miro muchas veces. Hoy la vida me regala esta posibilidad de compartir con él otra de nuestras pasiones, la escritura. Le agradezco de corazón el permitirme acompañarlo en este nuevo desafío.
¿Qué es un libro sino un sueño? ¿Quién es alguien que escribe sino un soñador incurable? Precisamente esto nos une con Cipriano, la bella locura de hilvanar palabras que reflejen en el papel nuestro sentir. En Tu palabra Mi voz, vamos a encontrar un Cipriano diferente que además de escribir poesía, donde se encuentra muy cómodo, se arriesga a un estilo diferente como es la prosa con cuentos y relatos sobre personajes entrañables para él y adorables para el lector.
Imágenes de una provincianía que se resiste estoicamente al paso del tiempo. Una mano tendida, tibia, franca. Un autor que se muestra tal cual es con los recuerdos y la vida misma a flor de piel. Su palabra pasa a ser mi voz y mi voz su palabra en un intercambio inagotable de sensaciones, ilustradas por dibujos de Mario Vélez gran artista gráfico cruzdelejeño.
La amistad que me une a Cipriano se plasma en este libro que se puede leer tanto de un lado como del otro, del derecho y del revés sin que esto signifique cambiar la perspectiva del sentimiento. La voz y la palabra que pretende llegar a ustedes no con la pretensión desmedida de ser celebrada sino con el ruego silencioso de ser perdonada.
César Leo Kronwitter
Fragmentos del libro
LOS DÍAS GRISES
Los días grises, me pueden.
En esa circunstancia más, si estoy en mi estudio o en un bar/café amable, tengo la sensación de que el ambiente me rodea, cual útero tibio y de a poco me invade una gran paz interior y soy capaz de quedar, horas, en ese estado.
Los días grises me pueden.
Es un momento muy sensible; percibo el corazón a flor de piel y, de repente, sin que yo lo convoque comienza a desfilar por mi mente lo que fue y es mi vida. Arranca desde el vamos hasta el mismísimo ahora.
Los días grises, me pueden.
El paso del tiempo, aliado necesario y fundamental, siempre, deja en superficie, las vivencias más cálidas, las que son una verdadera caricia para alma, las otras subyacen un escalón más abajo, no obstante, aunque cueste e incomode, hay que hacerlas visibles y enfrentarlas.
Los días grises, me pueden.
Confieso que, para mí, son días muy apreciados pues permiten hacer un afinado interior; repasar el equipaje, desechar desperdicios, ubicar o reubicar alguna prenda u objeto que por inestable se halla desacomodado o medio velado.
Los días grises, me pueden.
Después de todo ello, la cosa queda más clara y me permite apreciar, con alguna certidumbre, cuán poco o mucho queda, aún, por resolver.
Cipriano Eduardo Rougier
Ojos color cielo
El partido se juega en plena siesta de sábado. No cualquier siesta. Una siesta del mes de diciembre en donde el sol está empecinado en calcinar todo lo que se mueve dentro del rectángulo irregular de treinta y cinco por doce metros, terreno que ocupa la canchita del barrio. Desde lejos, la bruma espesa de polvo no permite distinguir a los protagonistas. Poco importa. Mucho menos para Sergio que solo piensa en aquellos ojos color cielo que le quitan el sueño y también lo hacen soñar.
Hoy la verá después del partido. Ella lo había prometido y una promesa es una promesa, más a los doce años donde todavía no se sabe de agachadas. Al término de la contienda, cuyo resultado nadie recuerda, Sergio se excusa ante sus amigos por no poder quedarse a la tertulia con gaseosa post partido aduciendo un regreso apresurado a su hogar. En realidad, no quiere exponerse a las burlas en caso de contar la verdad.
Se aleja caminando despacito. Llega hasta la plaza. Deja la pelota en el suelo, se lava la cara y moja su enrulada cabellera en la canilla que el placero utiliza para regar las plantas. Ya es la hora, piensa. Quedaron de encontrarse con Alejandra en la heladería a las seis y media. Se conocen desde siempre. Cursaron toda la primaria juntos, pero el destino parece obsesionado en separarlos. Seguirán sus caminos en secundarias diferentes. Se aman desde siempre. Nunca lo dijeron. Tal vez hoy.
La tarde se empeña en irse, aunque Sergio le ruega que espere un poquito más, pero no lo escucha. Esperó sentado en el cordón de la vereda hasta que la noche llegó con su negrura para quedarse. Nunca compró su helado. Tampoco el de Alejandra. Allí por fin lo entiende. Con la pelota bajo el brazo regresa llevando consigo la dolorosa carga de la desilusión. La primera.
La vida pega duro a veces, ahora lo sabe.
El tiempo transcurre implacable.
Sentado en el mismo cordón, pero en la vereda de los recuerdos, cuarenta y dos años después, aún la sigue esperando.
Datos biográficos: César Leo Kronwitter nació en la ciudad de Cruz del Eje, provincia de Córdoba, en 1961. Es médico, egresado de la Universidad Católica de Córdoba. Especialista en pediatría formado como residente en el Hospital de Niños de Córdoba, donde también se desempeñó como docente de posgrado. Actualmente vive en su ciudad natal, donde ejerce su profesión. Se confiesa apasionado lector de autores latinoamericanos. Su primera novela, Sofie, fue traducida al alemán. Contacto: c-leok@hotmail.com
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