El trajín de cada día
El estrés comienza por el viaje
Llegar cansado a trabajar lleva a una inevitable baja de productividad; las empresas piensan opciones como combis, teletrabajo y flexibilidad
Por Paula Urien | LA NACION
Transporte público en mal estado; horarios que no se cumplen; hacinamiento a la hora de viajar; inseguridad y otras (malas) suertes implican un cóctel explosivo que impacta en la vida de quienes van cada día a trabajar en el área metropolitana. Además, basta un rápido chequeo a través de la televisión, la radio, los medios digitales y hasta por Twitter para tener un panorama de situación que nunca es feliz: los piquetes de cada día, accidentes y congestionamientos varios.
Aquí, cada persona que trabaja y viaja en transporte público emplea más de un año de su vida solamente en el trayecto entre su casa y el trabajo. Se explica de esta manera: la mayoría de las personas tarda cada día entre 35 y 50 minutos para llegar a su trabajo. Suponiendo un promedio de 40 minutos por viaje, significa 80 minutos por día, 400 por semana, 1600 por mes, 19.200 por año, que son 320 horas. Llegan, entonces, a 13 días por año el tiempo empleado en viajar. Si se toma una vida laboral de 35 años, llegaríamos a 466 días.
Según una Investigación de Transporte Público de Buenos Aires (Intrupuba), realizada por la Secretaría de Transporte de la Nación entre 2006 y 2007 (últimos datos oficiales disponibles), en un día hábil típico viajan 6.323.703 personas. El 75% va en colectivo, 7,9% en tren, 7,1% en subte. La red está conformada por siete líneas de ferrocarriles, seis líneas de subte y 340 líneas de colectivos.
El 66,6% de todos estos viajes se realiza por motivos laborales y se trata de personas en su mayoría de entre 20 y 50 años; un 43% tiene el secundario completo. También hay un porcentaje alto de quienes tienen estudios universitarios completos e incompletos. El nivel socioeconómico muestra una mayoría absoluta de medio inferior, seguida por medio típico y también por bajo superior. Por otro lado, el 77% de quienes usan el transporte público no tiene auto.
Matías Carrocera, por ejemplo, vive en Floresta. Todos los días se toma el 99 para llegar al Centro, viaje que dura una hora, aproximadamente. "Con el transbordo al subte me ahorraría unos 10 minutos, pero se multiplica el costo ya que debería sumar a la tarifa de colectivo ($ 1,25) la del subte (2,50). Entonces tengo de viaje 10 horas semanales. El día del paro del subte tardé dos horas y media en llegar al trabajo. Cansa mucho especialmente la vuelta, porque voy parado, y también cansan las discusiones que se arman cuando el colectivero no para o cuando va demasiado cargado."
Martín, por su parte (prefiere no dar su apellido), vive en Villa Urquiza y trabaja en Recoleta. Su viaje es de una hora. Entra a trabajar a las 9.30 y sale a las 18.30, pero con las dos horas de viaje diarias, su jornada laboral se extiende a 11 por día. "El día de la tormenta tardé en llegar a casa una hora y cuarenta, lo mismo que cuando hubo paro de subtes. Noto que ya llego cansado al trabajo porque el viaje es bastante agotador."
Según Miguel Espeche, coordinador general del Programa de Salud Mental Barrial, del hospital Pirovano, el desgaste que las personas tienen con estos viajes está relacionado con la sensación de valoración que tiene la persona por parte de quienes diseñan el transporte público. "La persona que tiene que viajar empieza a ser menos proclive al buen trato con el prójimo porque justamente replica lo que siente que hacen con ella. Porque es factible mejorar los servicios, pero no se hace. La gente lo siente y se resiente psicológicamente. Vivir como rehén de los medios de transporte genera enojo y una fuerte sensación de impotencia", dice.
Otra cuestión grave, según el especialista, es la resignación. "Cuando se cree que el mundo es así, que hay que viajar como ganado y no queda otra, se crea una sensación de indignidad. Si hiciéramos un test de autoestima a quienes viajan en el Roca o el Sarmiento daría mal. La manera de salir de la alienación es recobrar la mirada singular de las personas y verlas a cada una con sus historias cotidianas y los esfuerzos que realizan. La gente necesita de una gran energía para soportar el apelmazamiento que viven en el transporte público, y lo hacen porque quieren trabajar. Esto merece otro trato por parte del Estado."
Qué hacen las empresas
Un encuesta de Regus identifica algunos pecados capitales del viaje al trabajo, una obligación cotidiana que causa estrés e impacta negativamente en la productividad: malos conductores; interrupciones y demoras en los servicios; agresividad en la calle; contaminación; comportamiento descortés; falta de información.Las compañías, por su parte, comienzan a poner en marcha diversas acciones para evitar que sus trabajadores lleguen agotados, con menos energía y de mal humor.
Según María Olivieri, manager de Page Personnel, "se ven candidatos con excelentes perfiles que eligen las condiciones geográficas, algo que generaciones anteriores ni se planteaban". Para evitar los efectos de viajes interminables y en condiciones deplorables, grandes empresas tienen chárteres para el traslado de sus trabajadores. "Otras acciones que se están poniendo en marcha -completa Olivieri- es empezar, de a poco y en algunas secciones, a establecer algunas jornadas de teletrabajo. También ponen en marcha el horario flexible. Por ejemplo un horario de entrada que oscila entre las 8 y las 10, con el fin de no viajar en el horas pico.
Por otro lado, Alejandro Mascó, socio de Oxford Partners, cree que es parte del desafío de las organizaciones entender que el viaje hacia el trabajo impacta en la vida diaria de los empleados. "Se entiende que cada uno intenta dejar afuera de la oficina lo que no transcurrió en ella, pero a su vez, es una responsabilidad de los que trabajamos en Recursos Humanos recordar estos temas en nuestra gestión y estrategia", finaliza.
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