Los límites del cerebro para predecir tendencias de la economía
En decisiones económicas los ciudadanos creen que siguen conductas bien establecidas y racionales, pero es su propio cerebro quien marca las pautas de sus hábitos de consumo
El Premio 2013 del Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas en recuerdo de Alfred Nobel recae este año en tres economistas: dos con planteamientos opuestos pero que reflejan el comportamiento de la economía real, Eugene F. Fama y Robert J. Shiller; y Lars P. Hansen. Sus trabajos han mostrado que aunque la evolución de los precios es difícil de predecir a corto plazo, puede predecirse a largo plazo y este comportamiento puede modelarse matemáticamente. El análisis del precio de los activos importa porque a los ciudadanos nos permite decidir cómo ahorrar. Y a los gobiernos, cómo estimular la economía.
Los trabajos de los premiados revelan como las personas, individualmente o colectivamente toman decisiones económicas en ambientes complejos. Pero las decisiones las toma el cerebro y empezamos a conocer los mecanismos cerebrales implicados.
La conducta de la toma de decisiones es parte de nuestra vida diaria. Puede implicar recibir el mayor beneficio monetario o material, o solamente una satisfacción emocional. En los últimos años, se han diseñado juegos de toma de decisiones en materia económica para que las ejecuten tanto el hombre como los monos en el laboratorio. Desde luego que los monos no utilizan dinero ni hacen transacciones monetarias, pero buscan optimizar sus estrategias de conducta para tomar decisiones sobre comer o beber que les aporten el mayor beneficio.
Utilizando la teoría económica, la neuroeconomía permite describir matemáticamente la conducta de ambas especies y los procesos que ocurren en sus cerebros cuando se enfrentan a decisiones económicas.La conducta es probabilística, porque nuestro cerebro no siempre responde de la misma manera a la llegada de la información, sea esta verbal, escrita o visual. La precisión, la confianza y el tiempo de reacción son las medidas más significativas de la conducta. Por eso, los psicólogos y los economistas como Shiller, utilizan medidas psicofísicas para evaluar la toma de decisiones.
La dificultad de una decisión afecta la precisión y el tiempo en que se tarda en reaccionar. El cerebro codifica más rápidamente y durante menos tiempo las decisiones fáciles y, como consecuencia, el tiempo de reacción es más rápido para decisiones fáciles que para las difíciles. Además, las emociones intervienen en la toma de decisiones y, como cabe esperar, cuanto mayor es la dificultad de la decisión, se produce un mayor incremento de la actividad en zonas del cerebro relacionadas con las emociones. Todos estos factores explican que la variabilidad conductual cada vez que se toma una decisión sea tan grande que no exista un índice fiable y, en estos momentos, carecemos de un método que nos permita medirla.
Un hecho importante es que el Hombre y los monos se comportan igual en estos juegos, lo que ha llevado a buscar cuál es la actividad cerebral que determina esas decisiones. Los hallazgos en este campo están siendo sorprendentes: la actividad cerebral precede a la conducta, ya que es el cerebro quien la determina. Así que, mirando a la actividad cerebral sabemos qué decisión se va a tomar y, por lo tanto, se desvelan las preferencias entre opciones de mercado. Un hecho de interés en mercadotecnia.
Lo que está claro, es que al economista y al inversor le interesa conocer que información es necesaria para tomar una decisión que optimice sus beneficios. Y se ha identificado gran parte de esa información y los pasos que realiza el cerebro para llegar a una decisión: primero, necesitamos información reciente o pasada que manipulamos mediante la memoria de trabajo y conocemos como el cerebro codifica esta información. En el paso siguiente de la decisión, el cerebro codifica los procesos de comparación que conducen a la decisión, la dificultad y la seguridad de la decisión. Estos correlatos neuronales de la conducta de la toma de decisiones se codifican muy rápidamente en el cerebro, en las doscientas cincuenta milésimas de segundo siguientes a la disponibilidad de la información. Literalmente, en un abrir y cerrar de ojos.
Fame y Shiller se han preguntado sobre si el inversor actúa de manera racional en un ambiente tan lleno de incertidumbre. Y esto es porque el riesgo y las suposiciones o corazonadas son importantes para tomar una decisión pero varían mucho de persona a persona por lo que, en principio, no deberían de ser muy fiables y no deberíamos utilizarlas. Sin embargo, esos factores juegan un papel importantísimo debido a que, por nuestra capacidad de imitación, son algunas de las variables externas que utilizamos cuando tomamos una decisión económica. Aunque Shiller incorporó alguna de esa evidencia a sus predicciones, y Hansen desarrolló métodos de análisis estadístico para evaluar las teorías de evolución de los precios, hay demasiada subjetividad en todas ellas como para que sean totalmente fiables.
Típicamente, en las decisiones económicas los resultados no los conocemos inmediatamente: sabremos si hemos tenido beneficios o pérdidas por nuestras decisiones horas, días o meses después de haberlas realizado. ¿Qué ocurre en el cerebro durante ese intervalo? Los estudios de la actividad cerebral nos muestra que el cerebro se queda rumiando toda la información relevante utilizada para tomar la decisión y además codifica la respuesta supuesta. Toda esa información se almacenará en nuestra memoria y el cerebro la utilizará en decisiones futuras.
Como inversores, nos interesa saber qué información actual y pasada necesitamos para proyectar al futuro nuestras decisiones. Los trabajos de laboratorio y las herramientas desarrolladas por los premiados nos indican que vivimos en un ambiente impredecible, que nuestro cerebro actúa de manera acorde y que las decisiones económicas, como cualquier otra de la vida humana, son de difícil predicción. El trabajo conjunto en materia Neuroeconómica de neurocientíficos, psicólogos y economistas permitirá ir conociendo la información más relevante, como la utiliza el cerebro y como produce una decisión óptima.
Los trabajos de los premiados revelan como las personas, individualmente o colectivamente toman decisiones económicas en ambientes complejos. Pero las decisiones las toma el cerebro y empezamos a conocer los mecanismos cerebrales implicados.
La conducta de la toma de decisiones es parte de nuestra vida diaria. Puede implicar recibir el mayor beneficio monetario o material, o solamente una satisfacción emocional. En los últimos años, se han diseñado juegos de toma de decisiones en materia económica para que las ejecuten tanto el hombre como los monos en el laboratorio. Desde luego que los monos no utilizan dinero ni hacen transacciones monetarias, pero buscan optimizar sus estrategias de conducta para tomar decisiones sobre comer o beber que les aporten el mayor beneficio.
Utilizando la teoría económica, la neuroeconomía permite describir matemáticamente la conducta de ambas especies y los procesos que ocurren en sus cerebros cuando se enfrentan a decisiones económicas.La conducta es probabilística, porque nuestro cerebro no siempre responde de la misma manera a la llegada de la información, sea esta verbal, escrita o visual. La precisión, la confianza y el tiempo de reacción son las medidas más significativas de la conducta. Por eso, los psicólogos y los economistas como Shiller, utilizan medidas psicofísicas para evaluar la toma de decisiones.
La dificultad de una decisión afecta la precisión y el tiempo en que se tarda en reaccionar. El cerebro codifica más rápidamente y durante menos tiempo las decisiones fáciles y, como consecuencia, el tiempo de reacción es más rápido para decisiones fáciles que para las difíciles. Además, las emociones intervienen en la toma de decisiones y, como cabe esperar, cuanto mayor es la dificultad de la decisión, se produce un mayor incremento de la actividad en zonas del cerebro relacionadas con las emociones. Todos estos factores explican que la variabilidad conductual cada vez que se toma una decisión sea tan grande que no exista un índice fiable y, en estos momentos, carecemos de un método que nos permita medirla.
Un hecho importante es que el Hombre y los monos se comportan igual en estos juegos, lo que ha llevado a buscar cuál es la actividad cerebral que determina esas decisiones. Los hallazgos en este campo están siendo sorprendentes: la actividad cerebral precede a la conducta, ya que es el cerebro quien la determina. Así que, mirando a la actividad cerebral sabemos qué decisión se va a tomar y, por lo tanto, se desvelan las preferencias entre opciones de mercado. Un hecho de interés en mercadotecnia.
Lo que está claro, es que al economista y al inversor le interesa conocer que información es necesaria para tomar una decisión que optimice sus beneficios. Y se ha identificado gran parte de esa información y los pasos que realiza el cerebro para llegar a una decisión: primero, necesitamos información reciente o pasada que manipulamos mediante la memoria de trabajo y conocemos como el cerebro codifica esta información. En el paso siguiente de la decisión, el cerebro codifica los procesos de comparación que conducen a la decisión, la dificultad y la seguridad de la decisión. Estos correlatos neuronales de la conducta de la toma de decisiones se codifican muy rápidamente en el cerebro, en las doscientas cincuenta milésimas de segundo siguientes a la disponibilidad de la información. Literalmente, en un abrir y cerrar de ojos.
Fame y Shiller se han preguntado sobre si el inversor actúa de manera racional en un ambiente tan lleno de incertidumbre. Y esto es porque el riesgo y las suposiciones o corazonadas son importantes para tomar una decisión pero varían mucho de persona a persona por lo que, en principio, no deberían de ser muy fiables y no deberíamos utilizarlas. Sin embargo, esos factores juegan un papel importantísimo debido a que, por nuestra capacidad de imitación, son algunas de las variables externas que utilizamos cuando tomamos una decisión económica. Aunque Shiller incorporó alguna de esa evidencia a sus predicciones, y Hansen desarrolló métodos de análisis estadístico para evaluar las teorías de evolución de los precios, hay demasiada subjetividad en todas ellas como para que sean totalmente fiables.
Típicamente, en las decisiones económicas los resultados no los conocemos inmediatamente: sabremos si hemos tenido beneficios o pérdidas por nuestras decisiones horas, días o meses después de haberlas realizado. ¿Qué ocurre en el cerebro durante ese intervalo? Los estudios de la actividad cerebral nos muestra que el cerebro se queda rumiando toda la información relevante utilizada para tomar la decisión y además codifica la respuesta supuesta. Toda esa información se almacenará en nuestra memoria y el cerebro la utilizará en decisiones futuras.
Como inversores, nos interesa saber qué información actual y pasada necesitamos para proyectar al futuro nuestras decisiones. Los trabajos de laboratorio y las herramientas desarrolladas por los premiados nos indican que vivimos en un ambiente impredecible, que nuestro cerebro actúa de manera acorde y que las decisiones económicas, como cualquier otra de la vida humana, son de difícil predicción. El trabajo conjunto en materia Neuroeconómica de neurocientíficos, psicólogos y economistas permitirá ir conociendo la información más relevante, como la utiliza el cerebro y como produce una decisión óptima.
Carlos Acuña Castroviejo es Catedrático de Fisiología y Académico Numerario de Medicina de Galicia. Su campo de trabajo es la memoria y toma de decisiones.
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