INVESTIGACIÓNAtentado de Boston
Víctimas a través de la televisión
La sobreexposición mediática tras una tragedia puede generar un estrés agudo
Los efectos pueden ser incluso más graves que si se ha vivido la situación
Una mujer es consolada tras el ataque en el maratón de Boston.Reuters
Estar informado es importante, pero también lo es saber desconectar a tiempo. Lo demuestra esta semana una investigación que pone sobre el tapete las consecuencias para la salud mental que puede tener la sobreexposición mediática tras una catástrofe.
A veces hay que apagar la tele, el ordenador o el teléfono, recuerda este trabajo que ha analizado lo ocurrido tras el atentado de la maratón de Boston. Según sus datos, publicados en el último número de la revista 'PNAS', contemplar de forma repetida detalles de una tragedia de esas características puede generar incluso más estrés que haber vivido en primera persona el suceso.
"Durante la semana posterior al ataque, una exposición de seis o más horas diarias a contenidos mediáticos relacionados con las bombas se asoció de una forma más robusta con la aparición de estrés agudo que la propia exposición directa al ataque", señalan los investigadores, que realizaron un seguimiento a 4.675 estadounidenses en las cuatro semanas que siguieron al ataque. Entre otras cosas, midieron su consumo de medios, su vinculación con algún afectado o si habían sufrido alguna catástrofe colectiva previamente. Además, analizaron hasta qué punto presentaban síntomas de estrés agudo, como pensamientos recurrentes e intrusivos sobre el suceso o sentirse en un estado de hipervigilancia.
Los resultados del análisis, subrayan los investigadores, demuestran claramente que no resulta beneficioso contemplar una y otra vez imágenes cruentas.
"Aunque es importante estar informado, mirar de manera repetida la cobertura de un evento traumático puede exacerbar un estrés psicológico e impedir el proceso de recuperación normal, lo que puede provocar problemas de salud que pueden extenderse a personas que viven más allá de las comunidades afectadas directamente por el trauma", señalan en la revista médica los autores, miembros de la Universidad de California.
Coincide con su punto de vista María Bengózar, psicóloga especialista en emergencias y catástrofes de Cruz Roja España.
"Las personas que viven una situación de emergencia tienen que llevar a cabo un proceso mental para asimilar lo sucedido. Cada persona tiene sus ritmos y sus peculiaridades y volver a ver imágenes cruentas sobre lo que ha pasado puede alterar ese proceso y retraumatizar al afectado", señala.
"Varios estudios, sobre todo tras el 11-S, ya demostraron que esto no solo les ocurre a los afectados directamente por el incidente, sino también a gente que puede vivir incluso a miles de kilómetros", subraya.
La investigación no ha determinado cuál es el perfil de quienes tienen más riesgo de verse afectados pese a la distancia. De hecho, los autores del trabajo reclaman nuevas aproximaciones que ayuden a identificar a "aquellos más vulnerables a este impacto negativo".
Encontrar a estas personas (cuyo número no era elevado en la investigación) puede ayudar a "guiar intervenciones que prevengan este tipo de trastornos", remarcan.
Pero, además, añade Bengózar, también es importante mandar un mensaje a los medios. "Sin duda hay que contar lo sucedido y dar a conocer la magnitud de la catástrofe, pero no contribuye a nada sacar imágenes crueles o muy explícitas". Asimismo, continúa, tampoco resulta beneficioso desde el punto de vista psicológico repetir una y otra vez un detalle especialmente cruento.
A veces hay que apagar la tele, el ordenador o el teléfono, recuerda este trabajo que ha analizado lo ocurrido tras el atentado de la maratón de Boston. Según sus datos, publicados en el último número de la revista 'PNAS', contemplar de forma repetida detalles de una tragedia de esas características puede generar incluso más estrés que haber vivido en primera persona el suceso.
"Durante la semana posterior al ataque, una exposición de seis o más horas diarias a contenidos mediáticos relacionados con las bombas se asoció de una forma más robusta con la aparición de estrés agudo que la propia exposición directa al ataque", señalan los investigadores, que realizaron un seguimiento a 4.675 estadounidenses en las cuatro semanas que siguieron al ataque. Entre otras cosas, midieron su consumo de medios, su vinculación con algún afectado o si habían sufrido alguna catástrofe colectiva previamente. Además, analizaron hasta qué punto presentaban síntomas de estrés agudo, como pensamientos recurrentes e intrusivos sobre el suceso o sentirse en un estado de hipervigilancia.
Los resultados del análisis, subrayan los investigadores, demuestran claramente que no resulta beneficioso contemplar una y otra vez imágenes cruentas.
"Aunque es importante estar informado, mirar de manera repetida la cobertura de un evento traumático puede exacerbar un estrés psicológico e impedir el proceso de recuperación normal, lo que puede provocar problemas de salud que pueden extenderse a personas que viven más allá de las comunidades afectadas directamente por el trauma", señalan en la revista médica los autores, miembros de la Universidad de California.
Coincide con su punto de vista María Bengózar, psicóloga especialista en emergencias y catástrofes de Cruz Roja España.
"Las personas que viven una situación de emergencia tienen que llevar a cabo un proceso mental para asimilar lo sucedido. Cada persona tiene sus ritmos y sus peculiaridades y volver a ver imágenes cruentas sobre lo que ha pasado puede alterar ese proceso y retraumatizar al afectado", señala.
"Varios estudios, sobre todo tras el 11-S, ya demostraron que esto no solo les ocurre a los afectados directamente por el incidente, sino también a gente que puede vivir incluso a miles de kilómetros", subraya.
La investigación no ha determinado cuál es el perfil de quienes tienen más riesgo de verse afectados pese a la distancia. De hecho, los autores del trabajo reclaman nuevas aproximaciones que ayuden a identificar a "aquellos más vulnerables a este impacto negativo".
Encontrar a estas personas (cuyo número no era elevado en la investigación) puede ayudar a "guiar intervenciones que prevengan este tipo de trastornos", remarcan.
Pero, además, añade Bengózar, también es importante mandar un mensaje a los medios. "Sin duda hay que contar lo sucedido y dar a conocer la magnitud de la catástrofe, pero no contribuye a nada sacar imágenes crueles o muy explícitas". Asimismo, continúa, tampoco resulta beneficioso desde el punto de vista psicológico repetir una y otra vez un detalle especialmente cruento.
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