jueves, 28 de junio de 2018

“El tiempo de sueño tendría un impacto en la longevidad” - DiarioMedico.com

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ENVEJECIMIENTO

“El tiempo de sueño tendría un impacto en la longevidad”

Michael Young, Nobel de Medicina, halló los genes que regulan los ritmos circadianos en la mosca del vinagre y ahora vuelve a recurrir a ella para estudiar por qué es necesario dormir.
María Sánchez-Monge   |  28/06/2018 00:00
 
 
Michael Young
Michael Young, investigador de la Universidad Rockefeller y Premio Nobel de Medicina. (DM/CF)
Michael Young, investigador de la Universidad Rockefeller, en Nueva York, y Premio Nobel de Medicina en 2017, inició su carrera científica con la mosca del vinagre, Drosophila melanogaster, como compañera inseparable. Aunque en la actualidad su grupo también trabaja con humanos, sigue recurriendo al organismo modelo para responder a las grandes preguntas. Una de las más relevantes es para qué sirve el sueño. "Nuestra estrategia es aislar los genes que afectan a la duración del sueño, esto es, al tiempo que el animal duerme en cada ocasión, y encontrar mutaciones que lo acortan", según ha narrado en declaraciones a DM. "Después, comparamos los genes que están afectados y nos preguntamos si son hereditarios, si están relacionados entre sí, qué alteraciones producen en otros aspectos biológicos del organismo...".
Ya han identificado mutaciones en una docena de genes asociados al sueño en la mosca. Según Young, "están vinculadas a diferentes rutas moleculares", pero lo más interesante es que "algunas tienen un fuerte efecto en la duración de la vida". En su opinión, se trata de "un buen punto de partida porque sugiere que la duración del sueño es muy importante para la vida y su reducción afecta a la longevidad".
  • “Deberíamos escuchar más lo que dicen nuestros relojes internos. No tiene sentido cambiar unos mecanismos tan antiguos evolutivamente”
Dormir bien, el tiempo suficiente y cuando corresponde es un imperativo. No existen atajos y la búsqueda de píldoras mágicas que permitan seguir un ritmo de vida ajeno a los ciclos ambientales de la Tierra (de luz, temperatura...) está condenada al fracaso. Así lo proclama Young, para quien carece de sentido "modificar nuestros relojes internos, que son muy antiguos desde el punto de vista evolutivo". El investigador ha resaltado que estos relojes se hallan incluso "en los organismos más simples" y que "tenemos relojes circadianos en la mayoría de nuestras células, que controlan el sueño, pero también muchos otros procesos, como puede ser la forma en que metabolizamos la comida".

Biología y sociedad

Parece lógico que, a medida que aumenta el conocimiento sobre cómo funciona el sueño y los mecanismos moleculares implicados, crezcan las esperanzas de intervenir para lograr un mejor encaje con las necesidades sociales, que con frecuencia difieren significativamente de las biológicas.
Un buen ejemplo de este desajuste es el trabajo por turnos o de noche, que hace que el sistema circadiano sea incapaz de adaptarse rápidamente al nuevo horario y surja una desincronía entre el ritmo de los sistemas fisiológicos internos y las exigencias horarias externas.
  • Uno de cada 75 europeos es portador de una mutación que predispone a padecer el síndrome de retraso de fase del sueño”
El experto insiste en que, en vez de buscar soluciones farmacológicas, "deberíamos escuchar más a nuestros relojes internos. Es importante que exista una sincronía entre todos ellos". La clave está, entre otras cosas, en mantener unos patrones saludables de alimentación y de exposición a la luz.
La Academia Sueca concedió el Premio Nobel a Young y a los investigadores estadounidenses Jeffrey Hall y Michael Rosbash por desentrañar los mecanismos implicados en los ritmos circadianos que permiten la adaptación de los seres vivos a su entorno. Sus descubrimientos sentaron las bases para explicar la forma en que las plantas y los animales sincronizan su ritmo biológico con la rotación de la Tierra. En esos trabajos pioneros se valieron de la mosca de la fruta para aislar los principales genes responsables del buen funcionamiento de los relojes internos.

Trastornos circadianos

Una de las líneas actuales de investigación más destacadas del laboratorio de Young se centra en los trastornos circadianos del sueño. Sobre ese tema versó la conferencia que pronunció el Nobel la semana pasada en Madrid tras recibir el premio XXXVII Lección Memorial Fernández-Cruz. Estos trastornos se plasman en un desajuste entre el patrón de sueño real y el deseable en función de los ritmos biológicos y sociales. Es decir, el afectado padece episodios de sueño a horas inadecuadas o la vigilia aparece en momentos no deseados. La patología que más ha estudiado el grupo de la Universidad Rockefeller es la que se conoce como síndrome de retraso de la fase de sueño, que se caracteriza por una gran dificultad para iniciar el sueño a la hora conveniente y, por lo tanto, grandes problemas para levantarse temprano por la mañana.
Una familia de afectados proporcionó al equipo una clave fundamental para entender mejor este síndrome: una variante del gen CRY1 predispone a padecerlo. El análisis de la presencia de esta mutación en diferentes bases de datos genéticas ha permitido estimar su presencia en diversas poblaciones. "Uno de cada 75 europeos sería portador", asevera Young.
El investigador vaticina que el análisis de miles de exomas completos permitirá desentrañar el conjunto de las variaciones genéticas hereditarias que están asociadas a trastornos del sueño clínicamente significativos.

Inflamación, aterosclerosis y cáncer, íntimamente conectados

La inflamación sería un eslabón que une múltiples procesos, tal y como ha constatado el equipo de la Universidad de Harvard de Peter Libby, que expuso sus resultados en la Lección Fernández Cruz. Con el envejecimiento, las células acumulan mutaciones. Cuando una célula madre hematopoyética adquiere ciertas mutaciones, obtiene una ventaja competitiva que da lugar a un clon expandido que circula en sangre periférica. Sería el primer paso hacia la leucemia.
La cuestión es que los portadores de lo que se conoce como hematopoyesis clonal de potencial indeterminado (CHIP) tienen una mortalidad muy superior a la que explicaría el mayor riesgo de leucemia. Libby y sus colaboradores han demostrado que esos clones también inducen una ateroesclerosis acelerada, con la consiguiente elevación de los eventos cardiovasculares. Y la explicación es la mayor expresión de genes que codifican citocinas y quimiocinas proinflamatorias.
La demostración definitiva del nexo entre inflamación, cáncer y enfermedad cardiovascular llegó con un ensayo clínico que demostró que el anticuerpo monoclonal canakinumab, dirigido a la interleucina 1-beta, reducía tanto los eventos cardiovasculares como el riesgo de cáncer, especialmente el de pulmón.

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