La ciencia en el
síndrome del intestino irritable
Una serie de factores genéticos, psicógenos e,
incluso, infecciosos influyen en el llamado síndrome del intestino irritable.
La edad media de la aparición de esta enfermedad es entre los 20 y 29 años
El hecho de que el síndrome del intestino
irritable sea un trastorno funcional en el que la persona que lo padece no
tiene alteraciones de tipo morfológico, metabólico o infeccioso que, en
principio, puedan considerarse motivo de enfermedad, hace que el diagnóstico se
complique. Ésta es la opinión del doctor Fernando Gomollón, vicepresidente de
la Asociación Española de Gastroenterología. Esta sociedad ha organizado unas
sesiones científicas para actualizar los conocimientos en patologías
digestivas.
Síntomas digestivos
El paciente sufre una sintomatología clínica que
se reconoce por estreñimiento, diarrea o alternancia de ambas. «Estos
trastornos, junto con dolores abdominales crónicos o intermitentes, sensación
de náuseas e hinchazón abdominal constituyen los síntomas más claros de la
enfermedad», explica el doctor Gomollón. El síndrome del intestino irritable
puede tener un impacto importante en la capacidad laboral, familiar y social,
fundamentalmente por el estado de debilidad que impone grandes restricciones en
la vida de estos pacientes. El pudor y la ansiedad de algunas personas
afectadas les lleva a un aislamiento social y a evitar muchas actividades.
Tratamiento
Los especialistas destacan que el tratamiento
puede implicar actividades de educación, reafirmación personal, consejos
dietéticos, así como de estilo de vida y terapia psicológica. El diagnóstico de
este trastorno debe basarse también en la presencia de criterios positivos. La
valoración se lleva a cabo a partir de, al menos, doce semanas, en el último
año con malestar o dolor abdominal que presenten las siguientes
características: alivio con la defecación, inicio asociado a un cambio en su
frecuencia y asociación con una alteración en el aspecto de las heces.
Igualmente uno o más de los siguientes síntomas están casi siempre presentes en
una cuarta parte de las ocasiones: frecuencia anormal de las defecaciones (más
de tres al día o menos de tres a la semana); forma anormal de las heces; ritmo
de defecación anormal; eliminación de mucosidad e hinchazón o sensación de
distensión abdominal.
Por lo que se refiere al tratamiento
farmacológico, además de los medicamentos espasmolíticos, los antidiarreicos y
los procinéticos, entre otros, diversos grupos de investigadores están
desarrollando nuevos fármacos dentro del grupo de los antagonistas de la
serotonina.
Es importante tener en cuenta la posibilidad de
otras enfermedades asociadas para descartarlas. Las más frecuentes son
gastritis, infecciones inflamatorias, intolerancias, déficit de enzima DAO, virus, flora disbiótica y parásitos.
Más allá del
síndrome irritable: la enfermedad de Chron y la genética
Dos equipos científicos, uno europeo y otro
estadounidense, éste co-liderado por el español Gabriel Núñez, de la
Universidad de Michigan, han identificado el primer gen implicado en la
enfermedad de Crohn
El descubrimiento, culminado de forma
independiente por ambos equipos, constituye un avance de primer orden para
comprender los complejos factores involucrados en esta enfermedad inflamatoria
crónica que afecta habitualmente al intestino delgado, generalmente a su parte
distal, aunque también puede dañar el intestino grueso y el colon. La causa de
la enfermedad de Crohn es aún desconocida. Aunque se ha investigado el papel de
la dieta o el estrés emocional, la hipótesis mayoritaria sostiene que, en estos
pacientes, el sistema inmune tiene una reacción desmedida contra bacterias o
virus presentes en el tracto digestivo, iniciando una inflamación descontrolada
y crónica del intestino.
Desde hace tiempo, los científicos han sospechado
la existencia de factores genéticos, aunque son determinantes en la mayoría de
casos. La investigación que publicará el patólogo Gabriel Núñez en «Nature»
desvela la existencia en el cromosoma 16 del primer gen que confiere
susceptibilidad a esta enfermedad. El equipo estadounidense analizó material
genético de 416 familias, entre las cuales había 797 casos. La búsqueda se
centró en una región de ese cromosoma porque había indicios de que ocultaba un
gen implicado. En una alta proporción de pacientes, los análisis revelaron
mutaciones en el gen Nod2, que ocasionaban una deficitaria producción de una
proteína fundamental para que el sistema inmune reconozca y responda a los
componentes de algunos tipos de bacterias. Los investigadores sospechan que
esas mutaciones, presentes en toda la población aunque con una frecuencia dos
veces menor que en los pacientes con la enfermedad de Crohn, producen a la
postre una respuesta incontrolada del sistema inmune ante la presencia de
microorganismos que habitan en el intestino.
Este descubrimiento establece una conexión entre
los factores genéticos, la respuesta inmune y las bacterias, abriendo una
puerta al futuro desarrollo de nuevas vías para intentar paliar la enfermedad
restaurando los niveles de la proteína Nod2. Sin embargo, esta tarea de
investigación terapéutica llevará su tiempo. Actualmente existen varios
fármacos que controlan la enfermedad, con ayuda de una dieta adecuada.
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