viernes, 5 de noviembre de 2010

IntraMed - Artículos - Hambre y diferencias socioeconómicas en las enfermedades crónicas


04 NOV 10 | Inseguridad alimentaria
Hambre y diferencias socioeconómicas en las enfermedades crónicas
Las personas afectadas aumentan su aporte calórico a expensas de alimentos poco saludables y se exponen a mayor riesgo de enfermedades crónicas, es especial obesidad, diabetes e hipertensión.

Dres. Seligman H, Schillinger D
N Engl J Med 2010;363;1 nejm.org julio 1


Todos los años el Ministerio de Agricultura de los Estados Unidos informa el número de hogares en riesgo de pasar hambre por falta de posibilidades de adquirir alimentos, entidad denominada “inseguridad alimentaria”.

Después de una década de estabilidad, la tasa de inseguridad alimentaria aumentó en un 32% en 2008, para abarcar al 14,6% de los hogares de los Estados Unidos. - el nivel más alto desde el primer relevamiento sobre inseguridad alimentaria, efectuado en 1995. Alrededor del 21% de los hogares con niños están afectados, al igual que más del 25% de los hogares negros e hispanoamericanos y el 42% de los hogares con ingresos inferiores al nivel de pobreza federal.

Según la Life Sciences Research Office, hay inseguridad alimentaria “cuando la disponibilidad de alimentos adecuados para la nutrición y seguros o la capacidad para adquirir alimentos aceptables de maneras socialmente aceptables [e.g., sin recurrir a provisiones de emergencia, revolver la basura, robar y otras estrategias] es limitada o incierta.”

El concepto de inseguridad alimentaria abarca así tanto la sensación física de hambre como las conductas compensatorias para evitarla. Estas conductas compensatorias tienen enormes repercusiones sobre la prevención y el tratamiento de las enfermedades crónicas. Para mantener el aporte calórico, los adultos que no tienen suficiente dinero para comprar alimentos reducen la variedad en su alimentación y concentran el consumo en unos pocos alimentos de bajo costo, ricos en calorías y poco nutritivos.

Son en general hidratos de carbono refinados y alimentos con agregado de azúcares, grasas y sodio. Caloría por caloría, estos alimentos son más baratos que las frutas, las verduras y los productos lácteos, que son más nutritivos. Por ejemplo, con U$1 se puede comprar 1,200 kcal de galletitas o papas fritas o 250 kcal de zanahorias.

Esta diferencia en los precios de los alimentos saludables o perjudiciales se amplió durante las últimas dos décadas. El Ministerio de Agricultura comunicó que entre 1985 y 2000 el precio de las gaseosas aumentó un 20%, el precio de las grasas y aceites un 35% y el de los azúcares y golosinas un 46%, mientras que el de las frutas y verduras frescas aumentó un 118%.

Esta diferencia cada vez mayor en los precios, combinada con la crisis económica global, tiene efectos profundos en la incidencia y el tratamiento de la obesidad, la hipertensión, la diabetes y otras enfermedades sensibles a la alimentación, en el marco de las crecientes diferencias socioeconómicas.

La diabetes es un ejemplo ilustrativo de cómo la inseguridad alimentaria afecta la incidencia y el tratamiento de las enfermedades crónicas. Entre los adultos de 50-64 años en California, por ejemplo, la prevalencia de diabetes es del 8% entre los blancos, del 16% entre los negros y del 22% entre los hispanoamericanos. Asimismo, su prevalencia es del doble entre los adultos con primaria incompleta que entre los que tienen educación universitaria. Investigaciones efectuadas en el Center for Vulnerable Populations at the University of California, San Francisco, mostraron que aún tras ajustar para esas tendencias sociodemográficas, los adultos que sufren los peores niveles de inseguridad alimentaria tienen más del doble de riesgo de padecer diabetes que aquéllos que pueden acceder a alimentos saludables.

Entre los adultos que ya padecen diabetes, la inseguridad alimentaria se asocia con menor control de la glucemia. Cuando se cuenta con menos ingresos es difícil cambiar los hábitos de consumo hacia alimentos apropiados para personas con diabetes o en riesgo de padecerla y seguir manteniendo las necesidades calóricas. La imposibilidad económica para adquirir estos alimentos es el mecanismo probable de la asociación entre inseguridad alimentaria, mayor incidencia de diabetes y peor control de la glucemia.

La inseguridad alimentaria es un fenómeno cíclico. La mayoría de los hogares en riesgo de sufrir hambre por no poder adquirir alimentos alternan muchas veces al año entre tener provisiones adecuadas y sufrir escasez alimentaria.

La restricción alimentaria cíclica se asocia con preferencias por los alimentos ricos en calorías, el aumento de la grasa corporal y la disminución de la masa muscular magra. Los adultos que creen que sufrirán escasez de alimentos a futuro consumen en exceso en los momentos en que tienen buen acceso a ellos. Este exceso de consumo puede contribuir no sólo a la aparición de diabetes, sino también al peor control de la glucemia en los que ya padecen diabetes.

Los episodios de ingesta compulsiva, el almacenamiento eficiente de energía (i.e., acumulación de grasas) y la resistencia periférica a la insulina representan adaptaciones a la inseguridad alimentaria que resultan perjudiciales en un ámbito donde hay abundantes calorías disponibles.

La asociación entre inseguridad alimentaria y diabetes tiene consecuencias importantes para la calidad, la seguridad y el empleo de los servicios de salud. Es un 40% más probable que los adultos con diabetes no controlen bien su glucemia si no tienen suficiente dinero para una alimentación saludable. Sus probabilidades de sufrir hipoglucemia frecuente y grave, son casi el doble que las de aquellos que disponen de dinero para alimentarse bien.

Los adultos sin acceso seguro a la alimentación también informan que toman menos medicación a fin de tener suficiente dinero para comprar comida y, a la inversa, que pasan hambre para poder comprar medicamentos. Investigaciones apoyan el concepto de que la seguridad alimentaria se asocia no sólo con la diabetes, sino también con la obesidad, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares.

En 2008, en los Estados Unidos, más de 49 millones de personas (incluidos 16,7 millones de niños) vivían en un hogar con riesgo de sufrir hambre.

Los Estados Unidos tienen un programa para disminuir la inseguridad alimentaria: el Supplemental Nutrition Assistance Program. Expandir los criterios de elegibilidad para este programa, llegar a los no beneficiarios elegibles y crear e implementar nuevos programas para fomentar y proporcionar incentivos para cambiar la alimentación hacia comidas más saludables podría detener las crecientes diferencias socioeconómicas en las enfermedades crónicas.

En países en desarrollo y en países industrializados recientemente, la inseguridad alimentaria en el contexto de la globalización de los mercados alimentarios expone a las poblaciones de bajos recursos a los mismos alimentos baratos, ricos en calorías y de poco poder nutritivo que hacen a las poblaciones de escasos recursos en los Estados Unidos especialmente vulnerables a las enfermedades crónicas.

Nuestra capacidad para confrontar el problema actual de inseguridad alimentaria de manera sistemática y que promueva la salud tendrá consecuencias para las inequidades sanitarias en décadas venideras.

En síntesis, la inseguridad alimentaria genera:

- Aumento de los gastos en salud
- Poco control de los factores de riesgo para la salud
- Menor capacidad para costear una alimentación adecuada
- Mayor proporción del consumo calórico a partir de grasas e hidratos de carbono
- Disminución del consumo de frutas y verduras
- Aumento de la carga glucémica
- Aumento de peso e hiperglucemia o por el contrario, cuando se saltean comidas y se reduce el consumo calórico:
- Adelgazamiento e hipoglucemia
- Estrés
- Depresión, trastornos del sueño, fatiga, disminución de la actividad física
- Poco cumplimiento terapéutico

♦ Comentario y resumen objetivo: Dr. Ricardo Ferreira

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