27 ABR 10 | Alentadores resultados clínicos
Un autotrasplante de células madre evita las prótesis de rodilla
La técnica demuestra su éxito con 40 pacientes de un hospital de Murcia.
El País, Madrid
E. MOLTÓ / E. DE BENITO A José Fernández Fernández, de 74 años, sus células le han permitido desprenderse de una cojera y olvidar un dolor en su pierna derecha a causa de una caída. Tras un periplo médico de tres años, en 2007 optó por un trasplante de células madre que le ha dejado una rodilla apta para desarrollar, sin carencias y sin dolor, todas las actividades de su vida cotidiana.
Este arquitecto jubilado es uno de los pacientes atendidos por Pedro Luis Ripoll y su equipo del hospital San Carlos de Murcia. Va en la línea de otros trabajos similares para tratar la cadera, y sigue los mismos pasos, "pero es la primera vez que se publica en rodilla", matiza Ripoll. El médico, que también trabaja en la clínica Ruber de Madrid, explica que en ese artículo se hizo el seguimiento de 40 personas, 20 hombres y 20 mujeres, con edades entre los 32 y los 64 años. "La técnica es muy sencilla", afirma, ya que se puede hacer de una sola vez con anestesia epidural. Primero, se extraen las células madre de la cresta iliaca (la cadera). Después de purificarlas y añadirles intensificadores, se le inyectan al paciente en la rodilla.
El ensayo ha sido publicado en la revista de la Fundación Mapfre porque esta les dio un premio. Ahora Ripoll se prepara para que aparezca en otra publicación de mayor repercusión médica. A los pacientes se les ha seguido durante dos años. En total, estos afirman que sus dolores e incapacidades se han reducido hasta un 80% después de la intervención. Por ejemplo, antes de la operación, sólo el 5% de los pacientes era capaz de girar o impulsarse sobre su rodilla sin dolor o sintiéndolo de forma leve. Después de la operación, el porcentaje subió al 65%. Ninguno podía estirar la rodilla. Luego, lo consiguió hacer el 40%. Tampoco podían doblarla; un 20% lo logra después de la intervención.
Fernández, que nació en un pequeño pueblo de León, y reside en Alicante desde hace décadas, es uno de estos últimos. Su pasión es la montaña. Pero un mal día cayó precisamente en una de sus excursiones por la sierra de León. "Al principio no hice caso, pensé que se iría con el tiempo, pero el dolor iba a más hasta el extremo de que no pude volver a Alicante", recuerda. Inicialmente, el médico diagnosticó una rotura de menisco y el paso por el quirófano como única terapia. "Y me operé, pero la recuperación se alargaba demasiado y el dolor no desaparecía, era insoportable", matiza.
Un día, en el vestuario de la piscina a la que suele ir a nadar, un compañero le recomendó un doctor de Ciudad Real que era muy bueno. "Me fui para allá, me dijo que había un invento americano que lo curaba todo y a base de inyecciones pretendía quitarme el dolor, y funcionó", asegura. "Al día siguiente estaba perfecto, pero en unos pocos días el dolor volvió con más virulencia que antes, no podía ni dormir". Fernández se sintió estafado y engañado:
Más adelante, un amigo le habló de un médico en Murcia, Pedro Luis Ripoll. "Me fui por probar". Era mediados de julio de 2007 cuando en el hospital San Carlos de Murcia le diagnosticaron una necrosis. "Me explicaron que es cuando el tejido óseo se muere", recuerda ahora el paciente. La disyuntiva era prótesis o un trasplante de células madre. "El médico me recomendó que adoptara una decisión, y yo no sabía qué hacer, lo mío son los ladrillos, no la medicina", reflexiona José Fernández. Al final, optó por preguntar al especialista: "¿Qué haría si estuviera en mi caso?" "Me contestó que un trasplante de células". Al paciente le inquietaba un posible rechazo, pero "al ser células mías eso estaba descartado". Y en unos días entró a quirófano. La operación se prolongó durante casi dos horas, extrajeron células de las crestas iliacas y las incrustaron en la rodilla. "Trabajaban como en manualidades", evoca. En cuatro días abandonó la clínica y empezó la recuperación de su propio tejido. "Ahora no me duele, flexiono perfectamente la rodilla, ando, nado tres días a la semana, hago una hora de bicicleta en casa, y perdí 10 kilos de peso", recuerda José Fernández, quien asegura sentirse "bien, contento y agradecido". "Fue un éxito, ahora que si las células llegan a ser de otro me lo hubiera pensado". El veterano arquitecto tiene claro que el futuro, en ocasiones, pasa por uno mismo y "las células van a ser la solución de muchos males", vaticina.
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