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El código del epitranscriptoma, tercer almacén de información biológica
IDIBELL · 17 julio 2018 00:21
Un estudio del IDIBELL desvela la existencia de un tercer almacén de información de nuestras células y tejidos: las modificaciones químicas del ácido ribonucleico.
La forma más conocida en que nuestras células y tejidos guardan la información biológica es el código genético derivado de la secuencia del ADN (ácido desoxirribonucleico). Durante las dos últimas décadas, se ha identificado e investigado el código epigenético, capaz de controlar nuestro ADN a través de una serie de marcas químicas. Ahora, un artículo publicado en Cell por Manel Esteller, coordinador del Programa de Epigenética y Biología del Cáncer del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), Investigador ICREA y catedrático de Genética de la Universidad de Barcelona, ilustra la existencia de una tercera forma de almacenar esta información: el código del epitranscriptoma, o dicho en otras palabras, las modificaciones químicas del ácido ribonucleico (ARN).
"Sabemos desde hace muchos años que los genes, nuestro ADN," habla "mediante la expresión de moléculas de ARN mensajero, y se consideraba este ARN mensajero como sujeto pasivo de este proceso de transmisión de la información. En este artículo en Cellexplicamos que el ARN en sí mismo es capaz de almacenar información biológica altamente compleja, dado que posee su propio código de modificaciones químicas ", explica el Dr. Esteller.
"El ARN mensajero es el encargado de producir las proteínas, las biomoléculas que hacen todo el trabajo de nuestro cuerpo, desde contraer el músculo permitir la transformación de la luz en señales que nuestro cerebro pueda interpretar. Ahora sabemos que, de forma similar al ADN, puede metilarse a nivel de sus piezas "C" y "A", por ejemplo, o puede alterar su componente "U" o alargar y extender sus extremos con nuevas piezas que no están presentes en el genoma", añade el investigador del IDIBELL.
El ADN está formado por la combinación de cuatro piezas: A, C, G y T (adenina, citosina, guanina y timina). Estos cuatro "ladrillos" son las llamadas bases del ADN; cuando los 6,000 millones de piezas en nuestro genoma se combinan, dan lugar a la variabilidad genética que permite obtener la variedad de aspectos y funciones de los seres vivos.
Paralelamente, está el llamado código epigenético, que se parecería a una ortografía y gramática de nuestro genoma, ya que es capaz de controlarlo modificando químicamente nuestro ADN y las proteínas que lo regulan. Entre las marcas epigenéticas más importantes encontramos la metilación del ADN y las modificaciones de las histonas, proteínas que empaquetan el material genético. A principios de este siglo XXI, el estudio del código epigenético vivió un "boom" espectacular, ya que se demostró que sus alteraciones a nivel de metil-citosina contribuyen al desarrollo de muchas enfermedades humanas, entre ellas el cáncer.
Con la identificación del epitranscriptoma abren nuevos interrogantes a nivel de investigación. "Ahora empezamos a saber como este tercer código se controla en células sanas, pero desconocemos mucho sobre cómo se altera en la enfermedad humana. Será un reto a descifrar en la próxima década", concluye Esteller.
"Sabemos desde hace muchos años que los genes, nuestro ADN," habla "mediante la expresión de moléculas de ARN mensajero, y se consideraba este ARN mensajero como sujeto pasivo de este proceso de transmisión de la información. En este artículo en Cellexplicamos que el ARN en sí mismo es capaz de almacenar información biológica altamente compleja, dado que posee su propio código de modificaciones químicas ", explica el Dr. Esteller.
"El ARN mensajero es el encargado de producir las proteínas, las biomoléculas que hacen todo el trabajo de nuestro cuerpo, desde contraer el músculo permitir la transformación de la luz en señales que nuestro cerebro pueda interpretar. Ahora sabemos que, de forma similar al ADN, puede metilarse a nivel de sus piezas "C" y "A", por ejemplo, o puede alterar su componente "U" o alargar y extender sus extremos con nuevas piezas que no están presentes en el genoma", añade el investigador del IDIBELL.
El ADN está formado por la combinación de cuatro piezas: A, C, G y T (adenina, citosina, guanina y timina). Estos cuatro "ladrillos" son las llamadas bases del ADN; cuando los 6,000 millones de piezas en nuestro genoma se combinan, dan lugar a la variabilidad genética que permite obtener la variedad de aspectos y funciones de los seres vivos.
Paralelamente, está el llamado código epigenético, que se parecería a una ortografía y gramática de nuestro genoma, ya que es capaz de controlarlo modificando químicamente nuestro ADN y las proteínas que lo regulan. Entre las marcas epigenéticas más importantes encontramos la metilación del ADN y las modificaciones de las histonas, proteínas que empaquetan el material genético. A principios de este siglo XXI, el estudio del código epigenético vivió un "boom" espectacular, ya que se demostró que sus alteraciones a nivel de metil-citosina contribuyen al desarrollo de muchas enfermedades humanas, entre ellas el cáncer.
Con la identificación del epitranscriptoma abren nuevos interrogantes a nivel de investigación. "Ahora empezamos a saber como este tercer código se controla en células sanas, pero desconocemos mucho sobre cómo se altera en la enfermedad humana. Será un reto a descifrar en la próxima década", concluye Esteller.
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