Algunos pacientes de cáncer de tiroides podrían recibir yodo radiactivo sin necesidad
Un estudio halló que las probabilidades de tratamiento variaban ampliamente de un hospital a otro
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(*estas noticias no estarán disponibles después del 11/15/2011)
Traducido del inglés: miércoles, 17 de agosto, 2011
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Cáncer de tiroides
MARTES, 16 de agosto (HealthDay News) -- Algunos pacientes de cáncer de tiroides en etapa temprana podrían recibir yodo radiactivo de forma innecesaria, mientras que otros con tumores más avanzados que deberían obtener el tratamiento no lo reciben, sugiere un estudio reciente.
Más de 44,000 personas son diagnosticadas con cáncer de tiroides cada año en EE. UU., según el estudio. Cuando se detecta temprano, se puede tratar muy bien mediante la extirpación quirúrgica de la tiroides, y la gran mayoría de personas sobreviven.
Con frecuencia, se trata a los pacientes con yodo radiactivo para eliminar cualquier resto de tejido canceroso.
Pero el nuevo estudio halla una amplia variación de un hospital a otro en cuanto al porcentaje de pacientes de cáncer de tiroides que reciben yodo radiactivo.
"Encontramos que había una amplia variación en el uso de yodo radiactivo, y el hospital en que se recibía la atención hacía una diferencia en cuanto a si se administraba o no", señaló la autora del estudio, la Dra. Megan Haymart, profesora asistente de medicina interna de la Universidad de Michigan. "Tanta variación sugiere incertidumbre, que los médicos no están seguros de cuándo está indicado el yodo radiactivo y cuándo no".
El estudio aparece en la edición del 17 de agosto de la revista Journal of the American Medical Association.
Las directrices actuales recomiendan el yodo radiactivo para reducir la recurrencia del cáncer de tiroides avanzado, lo que incluye los tumores más grandes y el cáncer que parece propagarse más allá de la tiroides. Para la enfermedad menos avanzada de "bajo riesgo", la investigación no respalda el uso general de yodo radiactivo, apuntó Haymart.
Para determinar cómo el yodo radiactivo se usa en los hospitales del país, los investigadores observaron información de la Base de Datos Nacional del Cáncer de EE. UU. sobre casi 190,000 pacientes de cáncer de tiroides tratados en 981 hospitales entre 1990 y 2008.
En ese periodo, el uso de yodo radiactivo aumentó de alrededor de 40 por ciento de los pacientes en 1990 a 56 por ciento en 2008.
Aunque los pacientes que tenían enfermedad de "bajo riesgo" (de etapa 1) eran menos propensos a recibir yodo radiactivo que los pacientes de cáncer de tiroides avanzado (etapa 4), las personas con cánceres en etapa 2 y 3 eran igual de propensas que los que tenían tumores en etapa 4 a recibir el tratamiento.
Las probabilidades de recibir yodo radiactivo también tenían mucho que ver con el lugar en que las personas eran tratadas.
En general, alrededor del 37 por ciento de las mujeres menores de 45 años con tumores en etapa 1 recibieron yodo radiactivo. Pero esto varió de 0 por ciento en algunos hospitales a más de 90 por ciento en otros.
Para un caso de alto riesgo, por ejemplo un hombre de más de 45 años con enfermedad en etapa 3 o 4, las probabilidades de recibir yodo radiactivo iban de 25 por ciento en algunos hospitales a 90 por ciento en otros. En este caso, las directrices indicarían que debe recibir tratamiento con yodo.
"El número de pacientes que reciben yodo radiactivo ha aumentado significativamente, y los investigadores encuentran que las personas con los cánceres más tempranos lo reciben, aparentemente sin explicación del motivo", señaló el Dr. Len Lichtenfeld, subdirector médico de la Sociedad Americana del Cáncer (American Cancer Society). "Hay mucha variación en el uso del yodo radiactivo, que parece basarse más en las preferencias del médico o del paciente, o de ambos, que en algún motivo científico o basado en evidencia".
El tratamiento con yodo radiactivo conlleva ciertos riesgos, incluso un pequeño aumento en las probabilidades de contraer leucemia o daño al tejido circundante, como las glándulas salivales. Las mujeres deben evitar el embarazo de seis meses a un año, y deben mantenerse alejadas de los niños pequeños alrededor de una semana tras el tratamiento.
"El riesgo puede ser relativamente mínimo, pero existe", enfatizó Lichtenfeld.
Pero el Dr. Edward Livingston, presidente de cirugía gastrointestinal y endocrina del Centro Médico de la Universidad de Texas Southwestern, criticó a la investigación, señalando que los datos no respaldan una conclusión de que el yodo radiactivo se administre a los pacientes de bajo riesgo de forma inadecuada.
Los datos usados en el análisis no ofrecen suficientes detalles para saber por qué los médicos decidieron administrar el yodo radiactivo. Algunos cirujanos podrían haber dejado a propósito un poco de tejido tiroideo para evitar el daño a los nervios que rodean a la glándula, una complicación de la cirugía de la tiroides, y luego haber usado yodo radiactivo para eliminar el tejido restante.
"En realidad no se sabe lo suficiente sobre la toma de decisión para un paciente o cirujano individuales", dijo Livingston.
Y el yodo radiactivo conlleva pocas desventajas, añadió, ya que el riesgo de cánceres adicionales es "bastante remoto".
Para comparar verdaderamente si administrar yodo radiactivo es el mejor tratamiento en la mayoría de los casos, los investigadores necesitarían dar seguimiento a largo plazo a los resultados de los que recibieron el tratamiento y los que no.
"En realidad no se puede ver esta medida intermedia de si obtuvieron yodo o no. Hay que observar si les dio cáncer de nuevo", enfatizó Livingston. "Esos estudios llevan mucho tiempo y son costosos, pero valen la pena porque solo se pueden sacar conclusiones sobre la eficacia de un tratamiento en particular al saber ese dato".
Los demás expertos se mostraron de acuerdo con ese punto.
"Todo apunta al hecho de que necesitamos mejor investigación sobre la gestión del cáncer de tiroides, de forma que las directrices clínicas guíen a pacientes y médicos claramente sobre cuáles pacientes realmente necesitan yodo radiactivo", apuntó Haymart.
Artículo por HealthDay, traducido por Hispanicare
FUENTES: Megan Haymart, M.D., assistant professor, internal medicine, University of Michigan Medical School, Ann Arbor; Len Lichtenfeld, M.D., deputy chief medical officer, American Cancer Society; Edward Livingston, M.D., chairman, gastrointestinal and endocrine surgery, University of Texas Southwestern Medical Center, Dallas; Aug. 17, 2011, Journal of the American Medical Association
HealthDay
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