domingo, 4 de marzo de 2012

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ANOSMIA | Pérdida de olfato

El sentido más olvidado

  • La mayoría de los casos se debe a infecciones o traumatismos
  • Hasta ahora no se le ha prestado atención al problema
Activación del cerebro ante los olores en una persona con anosmia (amplíe para compararla con una persona sin este problema).| Fundación CIEN Activación del cerebro ante los olores en una persona con anosmia (amplíe para compararla con una persona sin este problema).| Fundación CIEN


Se calcula que un 2% de la población padece pérdida de olfato; unas 250.000 personas en España, hasta 14 millones en EEUU. Aunque, como reconocen los propios especialistas, el olfato ha sido siempre el gran olvidado de los sentidos y hasta hace pocos años apenas se le daba importancia a este trastorno; lo que hace que la investigación del problema esté aún "en pañales". "Hasta ahora se consideraba un problema difícil de medir, de detectar y, más aún, de tratar", justifica el doctor Adolfo Toledano, otorrino de la Fundación Hospital Alcorcón y el centro Ruber (ambos en Madrid). "No te quejes por tonterías que esto no es nada, has tenido muchísima suerte", le dijeron los médicos a Chelo, una sevillana de 31 años, después de perder el olfato a consecuencia de un traumatismo en la cabeza.

"El olfato ha sido siempre el sentido más olvidado", coincide por su parte Laura López-Mascaraque, presidenta de la Red Olfativa Española; "nadie nos enseña a oler cuando somos pequeños". Y si no que se lo digan a Marta Tafalla, que padece anosmia de nacimiento.

"De niño no entiendes muchas de las cosas que oyes a los mayores, así que detectarlo fue un proceso muy lento. Yo veía, por ejemplo, que todos a mi alrededor disfrutaban mucho de la comida, pero para mí no era para tanto. Tampoco entendía cuando arrugaban la nariz y hablaban de que algo apestaba", recuerda esta profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Cuando tímidamente se atrevió a decir en alto lo que le pasaba se enfrentó a otra sensación común entre los anósmicos: la incredulidad. Que los pediatras a los que le llevó su madre no le diesen importancia a su problema tampoco le fue de gran ayuda. "El sistema sanitario no tiene ningún protocolo para detectar la anosmia", incide Tafalla.


El poder de la mente

Los casos congénitos como el suyo son, sin embargo, minoritarios. En la mayoría de los pacientes el olfato se pierde a lo largo de la edad adulta, bien bruscamente (a consecuencia de un traumatismo, por ejemplo); o poco a poco, lo que puede ser un signo de otras patologías más graves, como el Alzheimer, por ejemplo. "Hasta ahora no se le daba importancia porque parecía algo propio de la vejez; pero ahora sabemos que hay que buscar la causa, porque puede estar provocado por un tumor, por ejemplo", añade el otorrino madrileño.

Toledano precisa aún más la clasificación de las anosmias: el 75% suele estar causada por una inflamación de las vías nasales, de manera que los olores no alcanzan el receptor olfativo que se encuentra al fondo de la nariz. En el otro 25% de los casos, el problema radica precisamente ahí: las vías están despejadas, pero el receptor o el sistema nervioso central no funcionan. "Estos casos siguen siendo un reto para nosotros".

Y para resolver ese reto, los otorrinos se apoyan cada vez más en la Neurología y en las técnicas de imagen para saber qué está pasando en el cerebro cuando nos enfrentamos a un olor. "En nuestro centro hemos desarrollado un 'olfatómetro' para ver qué zonas cerebrales se activan cuando una persona anósmica 'huele' algo", añade Toledano. Porque, como explica López-Mascaraque, los olores son capaces de activar todas las regiones emocionales del cerebro, y no es extraño que un aroma despierte regiones visuales o relacionadas con la memoria, incluso aunque la nariz no funcione normalmente.

Así, con la mente y la imaginación, 'huele' Teresa Garcerán, que perdió el olfato hace seis años a raíz de una intervención quirúrgica tras sufrir una hemorragia cerebral. "Como hay que hacer de la necesidad virtud, pido siempre a quien me acompaña que sea mi nariz, que me describa a qué huele una planta, un perfume, un plato... Al recordar los olores es mucho más fácil imaginarme qué estoy comiendo, cuál es el ambiente... Echarle imaginación a la vida es básico para mí, aunque no huela, puedo imaginar que lo estoy haciendo por las pistas que me facilitan los demás", explica esta jardinera a ELMUNDO.es.

Y aunque los médicos le han dicho que su nervio olfativo está afectado y es probable que jamás recupere el olfato, ella no tira la toalla. "Durante unos cuantos años (ahora he rebajado las expectativas) mi año iba de la floración de las mimosas (entre enero y febrero) a la de los tilos (de mediados de mayo a primeros de junio) esperando que para la siguiente floración ya habría recuperado el olfato. En todas las visitas de control con mi neurocirujano siempre digo: 'todavía no he recuperado el olfato' y el médico me comenta que es fantástico que tenga este buen ánimo aún sabiendo que no lo voy a recuperar; pero no voy a ser yo quien se rinda...".


Rehabilitación olfatoria

El doctor Toledano es cauto a la hora de generar grandes expectativas, aunque reconoce que en su centro (incluido el hospital privado en el que atiende a pacientes remitidos desde la Seguridad Social) están logrando grandes avances gracias la rehabilitación olfatoria: "Hacemos algo parecido a los catadores de vino, a base de repetir olores. Puesto que los sentidos no funcionan de forma aislada, nosotros les enseñamos a los pacientes a oler a base de otras cosas: texturas, colores, recuerdos... de manera que les creamos una ilusión olfativa".

Prueba de que funciona es el caso de Carmen Rodríguez, 66 años. "Después de un catarro empecé a tener un olor y un sabor raro, como metálico", relata a ELMUNDO.es. Todo le olía igual, "como si estuviese intoxicada"; sus guisos, su chocolate favorito, sus nietos pequeños...

Poco a poco, a lo largo de 20 sesiones repartidas en casi dos años, Carmen fue enfrentándose de nuevo a los olores, "intentando recordar cómo me olían antes las especies, el café las flores... trayendo a la mente esos olores". Gracias a esa rehabilitación olfatoria, desapareció primero el mal olor y volvieron poco a poco los viejos aromas; "a fuerza de ponerme delante de frasquitos con los ojos cerrados y repitiendo mucho en casa". Y aunque admite que no ha recuperado plenamente su buen olfato de antes, vuelve a disfrutar de nuevo del olor que emanan sus nietos.


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