Salud
Viernes 12 de julio de 2013 | Publicado en edición impresaOpinión
Síntomas de un problema de clases
La salud percibida por la propia persona permite evaluar aspectos no sólo físicos, sino también emocionales del bienestar personal, al mismo tiempo que revela un aspecto sustantivo en materia de calidad de vida para cualquier agregado social. En igual sentido, el grado de prevención y cobertura médica y la calidad con que se atienden los problemas de salud informa sobre la capacidad de las políticas para atender con equidad al bienestar presente y futuro de una sociedad.
Los datos relevados entre 5712 adultos por la Encuesta de la Deuda Social Argentina - Serie Bicentenario (ODSA-UCA) aportan evidencias de la distribución diferencial de la salud en los distintos segmentos poblacionales. Así, cuatro de cada diez adultos tuvieron una percepción negativa del estado de salud, y fueron las mujeres, los adultos mayores, los que no tienen un secundario completo y los que pertenecen a un estrato muy bajo quienes más evidenciaron problemas de salud graves o crónicos.Al mismo tiempo, dos de cada diez adultos mostraron una alta sintomatología ansiosa y depresiva. En ambos casos, la brecha entre los habitantes más pobres y los más favorecidos resulta notoria. Sin duda, los problemas de salud son también un problema de clase: en el tercio de la población con mayores problemas de inclusión el riesgo a sufrir enfermedades crónicas o malestar psicológico se duplica comparado contra el tercio social de media superior.
La visita a un médico, sea por control, prevención o tratamiento, es también un indicador de calidad y cuidado de la propia salud. La finalidad de una evaluación periódica se basa en la detección precoz, la evaluación de los factores de riesgo, la prevención, el tratamiento y el consecuente alcance de niveles de vida satisfactorios. Al respecto, cabe observar que más del 30% de la población no realizó una consulta médica preventiva el último año, siendo en su mayoría población pobre o vulnerable en términos de riesgo de enfermedad, incluso, mayores de 60 años.
En la base de esta situación se encuentra la existencia y reproducción de una sociedad no sólo empobrecida en sus capacidades de desarrollo humano, sino también altamente injusta en cuanto al acceso a una mejor calidad de vida y atención de los problemas de salud. Sin dudas, el mero crecimiento económico no resulta una respuesta suficiente. La situación demanda una política de salud más integral y transformadora. El costo de no hacerlo no es menor: perpetuar y multiplicar amplios bolsones de pobreza humana e intergeneracional. La propuesta es ofrecer elementos de análisis que orienten en la toma de decisiones para la planificación sanitaria y el gerenciamiento de servicios sanitarios muchos más equitativos.
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