sábado, 11 de mayo de 2019

Una epidemia silenciosa y silenciada

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Una epidemia silenciosa y silenciada

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Las enfermedades respiratorias constituyen la segunda causa de consulta en Atención Primaria en España. Representan también la tercera causa de morbilidad hospitalaria y son la cuarta causa de muerte en nuestro país, situación en consonancia con lo observado en los países de nuestro entorno.
Además, en las últimas décadas se ha detectado una tendencia de crecimiento que se mantendrá en el corto y medio plazo. Si bien es cierto que las tasas de incidencia de enfermedades agudas, fundamentalmente infecciosas, han disminuido, las cifras absolutas de enfermedad y muerte han aumentado, y lo mismo ocurre, en mucho mayor grado, con las enfermedades crónicas. Esta situación está relacionada con el creciente envejecimiento poblacional. Aunque cronicidad no es sinónimo de envejecimiento, la prevalencia de enfermedad crónica aumenta con la edad, al igual que ocurre con la pluripatología. Junto a entidades que, como asma y EPOC, aparecen históricamente entre las primeras causas de enfermedad, hemos asistido a la eclosión de otros procesos que, como el síndrome de apnea del sueño, no solo son altamente prevalentes sino que, además tienen unas importantísimas consecuencias negativas en salud, incluyendo siniestrabilidad laboral y de tráfico. Y también de creciente impacto son las enfermedades respiratorias minoritarias que, pese a su baja incidencia y prevalencia, suponen una elevada carga económica, social y familiar, además de conllevar una alta mortalidad para los que la padecen.
Herramientas
Pero, a la vez que este incremento de la carga representada por las enfermedades respiratorias, se han producido mejoras en el conocimiento de su patogenia y han aparecido nuevas herramientas diagnósticas y terapéuticas que están ya modificando sustancialmente el manejo de las mismas.
El desarrollo de la genómica y la biología molecular, los avances en técnicas de imagen, la eclosión de la neumología intervencionista y de la ventilación mecánica no invasiva, ha revolucionado la neumología permitiendo un mejor diagnóstico y tratamiento de la enfermedad. Y no solo se han producido cambios relacionados con diagnóstico y tratamiento, sino que asistimos también a la aparición de nuevas formas de atención al paciente, encaminadas a una mayor racionalización de los recursos sanitarios y una mayor satisfacción de las expectativas de los pacientes. Frente a la hospitalización convencional, se están potenciando nuevas modalidades como son el hospital de día, la hospitalización a domicilio o los cuidados crónicos domiciliarios.
Por último, la aparición de la telemedicina puede suponer también un cambio radical en el control de los pacientes, funda- mentalmente en aquellos que padecen enfermedades crónicas. Estos cambios no son sino el fruto de la investigación y de la formación continuada de los profesionales que hacen posible y son responsables de su aplicación en la práctica.
Asma
El asma es un síndrome que incluye diversos fenotipos que comparten manifestaciones clínicas similares, pero de etiologías probablemente diferentes. Ello condiciona la propuesta de una definición precisa; las habitualmente utilizadas son meramente descriptivas de sus características clínicas y fisiopatológicas. Desde un punto de vista pragmático se podría definir como una enfermedad inflamatoria crónica de las vías respiratorias, en cuya patogenia intervienen diversas células y mediadores de la inflamación, condicionada en parte por factores genéticos y que cursa con hiperrespuesta bronquial y una obstrucción variable al flujo aéreo, total o parcialmente reversible, ya sea por la acción medicamentosa o espontáneamente.
En el asma hay una serie de factores de riesgo, que favorecen o son la causa de padecer la enfermedad. Entre ellos el más importante es el componente hereditario. Otros factores de riesgo que aumentan la probabilidad de tener asma son: la predisposición alérgica, la obesidad, la rinitis, los problemas en el nacimiento (nacimiento prematuro y tabaquismo de la madre principalmente) y también los factores ambientales (alérgenos, infecciones respiratorias, ser fumador activo o pasivo). Como se puede imaginar, en la mayoría de estos factores de riesgo no se puede hacer nada, pues vienen determinados por nuestra genética o se producen en edades muy tempranas de la vida.
Por otra parte, existen también unos factores desencadenantes que son los responsables de que aparezcan los síntomas y el empeoramiento de la enfermedad. Destacan la contaminación ambiental, el humo del tabaco, los cambios climatológicos, las emociones (risa, llanto, pánico, etc.), el ejercicio, las infecciones respiratorias y la ingestión de algunos medicamentos como el ácido acetilsalicílico y antiinflamatorios. En estos factores es donde sí podemos hacer mucho para evitar la enfermedad, pues si podemos evadirlos seguramente mejore nuestra enfermedad en gran medida.
EPOC
La EPOC es, sin lugar a dudas, una de las enfermedades con mayor relevancia en el grupo de las respiratorias crónicas. Según los últimos datos disponibles, publicados por la OMS, existen 328 millones de personas en el mundo que padecen EPOC.
El número de casos de EPOC en España se ha actualizado de los 2,1 millones estimados según EPISCAN en 2007 a 2,9 millones en 2015 según el estudio internacional Global Burden of Disease (GBD 2015), aunque un 70% de personas que la padecen aun no lo sabe, porque no ha sido diagnosticada. No han hecho caso a la tos, a la expectoración o a la bronquitis. No han acudido al médico y, sobre todo, siguen fumando. La EPOC es una enfermedad crónica sin una cura definitiva y que tiene su principal factor de riesgo en el tabaco. Sabemos que del tercio de los españoles que fuman, entre un 20 y un 25% desarrollarán esta enfermedad pulmonar, que mata cada año a 29.000 españolas y españoles.
Con estas cifras, SEPAR recuerda que la EPOC es la cuarta causa de muerte en España. Representa así el 6,95% de las defunciones en el país por detrás de la cardiopatía isquémica (14,5%), el Alzheimer y otras demencias (13,6%), y el ictus (7,1%), y es más mortal que el cáncer de pulmón, que figura como la quinta causa de muerte. La EPOC es además una enfermedad altamente discapacitante. Según el estudio GBD, la EPOC figura entre las diez primeras causas de mortalidad y discapacidad combinadas. La EPOC disminuye notablemente la calidad de vida de quienes la padecen, y también de su entorno más cercano. Las personas con EPOC tosen, expectoran y tienen dificultad para respirar cada día de su vida.
La Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica es todavía poco conocida y extraña para muchos enfermos y toda una sorpresa para las personas recién diagnosticadas. Y eso, a pesar de que se trata de una de las enfermedades más importantes y comunes. Es una enfermedad crónica inflamatoria provocada fundamentalmente por la inhalación de determinadas partículas. Estas partículas tienen dos orígenes: el humo del cigarrillo y el humo generado por la utilización de la biomasa como fuente de calor (que afectaría a las personas que se calientan y cocinan con leña). En nuestra sociedad, la EPOC está asociada al tabaco, fundamentalmente.
El principal tratamiento será, pues, el abandono del tabaquismo. Aunque el daño en los bronquios sea irreversible, dejar de fumar es el principal tratamiento para frenar la progresión de la enfermedad y mejorar su sintomatología. Hoy en día, existen centros y unidades de ayuda para dejar de fumar, y también tratamientos eficaces que minimizan el síndrome de abstinencia a la nicotina.
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por  Publimas Digital s.l.

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